No es una derrota más del Málaga

Para empezar porque se reducen las opciones de remontada al restar ya sólo ocho partidos para el final de Liga y tener la obligación de hacer casi un pleno de triunfos para sumar una cantidad de puntos competitiva de cara a la pelea por la permanencia. Pero sobre todo es un golpe duro, escalofriante, porque significa volver a las andadas, a los fantasmas recurrentes durante esta campaña. Al miedo y las dudas. Y la cuestión es si el equipo tiene todavía fuerzas para intentar levantarse de la lona una vez más.

En Andorra, el plantel que dirige Pellicer mostró una imagen seria durante la primera parte del encuentro utilizando el sistema de juego que le transmitió confianza y buenas sensaciones en las últimas jornadas, con línea de tres centrales y dos carrileros. Fue inteligente para anular las virtudes del rival, tuvo paciencia para aguantar las ansias de posesión de balón de su rival, aunque no sirviera para demasiado, y casi se va ganando al descanso con dos buenas oportunidades de Lago Junior y Ramón.

Pero en la segunda parte, con el cambio de sistema (a cuatro defensas) introducido por Pellicer todo se fue al traste. La idea era arriesgar más en ataque, porque es cierto que un empate no valía de mucho tampoco, pero el equipo no estaba preparado para otro partido, más abierto y donde era el turno para mostrar personalidad y atrevimiento. Nada de eso y el Andorra olió la sangre consiguiendo adelantarse con una de sus vertiginosas transiciones cuando cuenta con campo abierto.

Así llegó el único tanto del encuentro y la sentencia para el Málaga, que se quedó en 'shock', incapaz de reaccionar. Derrotado a falta de quince minutos para el final. Y esa imagen decepcionante por desgracia no es nueva esta temporada. De hecho ha sido la tónica habitual, por lo que alimenta aún más la teoría de que esta plantilla es incapaz de sacar adelante la salvación de categoría. 

Se piensa desde fuera, pero también desde dentro y será complicado para el entrenador, Pellicer, levantar el ánimo de un equipo tocado y hundido. Que ha perdido la enésima oportunidad de reengancharse a la pugna por la permanencia porque no es capaz de acumular dos victorias seguidas. Por todo esto la de Andorra no es una derrota más y quizás haya sido el último tren para salvarse del desastre.