Pablo Guede continúa empecinado en su libro de estilo mientras acumula resultados negativos entre la recta final de la pasada temporada y el arranque de la actual (8 puntos en 10 partidos). En su caso siempre se debe confiar en que la evolución como entrenador ... del Málaga sea idéntica a la que mostró como jugador, sólo que él ahora se examina cada fin de semana y entonces estuvo en el ostracismo durante meses para lograr el mejor tono. Es evidente que esa obcecación en jugar sin extremos no da resultados –en el amistoso en Granada, saldado con empate y posterior triunfo en los penaltis, se vivió la misma situación de descontrol en las transiciones del rival–, pero la cuestión que toca plantearse es sencilla: ¿hay plantilla para variar el guion?
El Málaga, en la figura de su director deportivo (Manolo Gaspar), puede haber incurrido en un error que tal vez ya no tenga solución. Es de desear que el equipo mejore con el paso de los partidos, que ajuste mecanismos de juego y que pueda actuar más como bloque, pero se ha configurado una plantilla a imagen del entrenador, a su gusto y su estilo, y eso conlleva un riesgo. Probablemente al ex lateral derecho le pase factura haber visto en su día cómo Javi Gracia no hacía el más mínimo caso a los intentos de Mario Armando Husillos de que no se aferrara a un esquema fijo, lo que derivó en que ninguno de los fichajes del hispanoargentino tuviera continuidad. Plegarse a los deseos de un entrenador, sin la búsqueda de alternativas tácticas, suele pasar factura.
El ADN malaguista no basta
Porque la plantilla del Málaga se antoja interesante en ataque y preocupante en defensa. Y entre medias, para aspirar a un objetivo decente (que la permanencia no lo es tras lo invertido y con el descomunal esfuerzo de las instituciones públicas) se requiere tener equilibrio y argumentos en el juego. De estas dos virtudes tan necesarias se ha visto muy poco en el trayecto con Guede en el banquillo. Esa es la realidad, por mucho que duela y por mucho que el actual entrenador sea 'uno de los nuestros' y que tenga un incuestionable ADN malaguista.
Guede tiene ante sí seguir en sus trece y estrellarse, como le pasó a Jesualdo Ferreira, o rectificar como hizo Ismael Díaz
La plantilla vuelve a estar mal confeccionada. Ojalá los resultados tiren por la borda esta sensación, porque, más allá del estilo de Guede de jugar sin extremos, el equipo anda muy escaso de profundidad por fuera. Gallar y Hervías sí pueden ser extremos, incluso en un momento dado Fran Villalba (extremos, no 'carrileros' de subir y bajar), pero además atrás los laterales no ofrecen expectativas muy altas. Juanfran se antoja de mejor nivel, pero en sus orígenes era extremo y, por lo tanto, aún muestra como '2' esa irregularidad propia del que ha jugado más arriba. Resulta demasiado preocupante que ya en el segundo partido se quedara en el banquillo y no jugara un solo minuto (pese al desastre ante Las Palmas). El resto de laterales, duele decirlo, no dan nivel para un equipo que aspire a algo en Segunda. Javi Jiménez ha sobrevivido nadie sabe cómo (y ahora es incluso capitán), Víctor Olmo no resuelve en ataque (porque siempre se precipita) y tiene conceptos defensivos hasta ahora deficientes, y Ramalho y Bustinza (ahí están sus minutos la pasada temporada) en ningún caso son laterales o 'carrileros' de solvencia ofensiva –máxime si eso es crucial ante la falta de extremos– y rinden mucho mejor en una zaga con tres centrales, no en línea de cuatro.
¿Polivalencia o 'relleno'?
Otro apunte importante: la polivalencia. Este es un factor positivo cuando un futbolista es notable en dos o tres posiciones distintas, pero no cuando no se sabe realmente qué es porque en todas aspira al suficiente raspado. Y en esta plantilla se dan demasiados casos en este aspecto. Se antojan más 'rellenos' que opciones serias para el once.
Una cosa es variar el planteamiento para buscar mejoras, y otra, hacerlo casi siempre para solventar errores
Guede tiene ante sí seguir en sus trece y estrellarse, como le pasó a Jesualdo Ferreira (con aquel 4-3-3 suicida con Eliseu y Fernando de interiores y tres puntas que no bajaban) o rectificar como hizo Ismael Díaz, bien aconsejado por algunos 'pesos pesados' para dar un volantazo a tiempo y dejarse de teorías y de la zona como modo de vida (en la gélida noche de Ciudad Real). Porque, ya que al técnico le encanta cambiar de sistema sobre la marcha, una cosa es variar el planteamiento para buscar mejoras y conseguir un efecto sorpresa, y otra, bien distinta, es que sistemáticamente se haga para solventar errores, por errar casi siempre en el plan inicial de partido.
Claro que la duda reside en si Guede tiene mimbres para apostar por otro estilo. La debilidad en las bandas en el plano ofensivo no parece admitir dudas, sin excesivas alternativas de peso, pero puede bastar para configurar un equipo más equilibrado, más cohesionado y, sobre todo, más proclive a evitar la acumulación de centrocampistas de cierto nivel técnico que encima tienen que perseguir sombras constantemente por el centro o por las bandas. Sólo hay que ver las caras de muchos futbolistas para comprobar que no saben de qué juegan y a lo que juegan.
¡Ah! Por cierto, la mejor jugada de ataque en dos partidos fue la que pudo valer el empate en Burgos y nació con Febas superando rivales por la banda izquierda –sí, como un extremo–, llegando hasta línea de fondo y dando el pase de la muerte para Rubén Castro. El técnico está obligado a rectificar, pero el director deportivo no ha aprendido la lección y ha asumido el riesgo de estructurar el plantel como quería Guede. Ojalá al final salga bien. Desde luego, aún es pronto, pero las perspectivas no son halagüeñas. Y es una sensación casi unánime.