«A los diez o quince minutos la gente empezó a corear su nombre y reconozco que eso me sorprendió, nunca me había pasado en un campo de fútbol«, recuerda Antonio Benítez, hoy consejero del Malaga, entonces compañero de Viberti, y que también ... estuvo en el campo aquel 30 de noviembre de 1969. En tiempos sin Internet ni redes sociales, sin una mayoría de partidos televisados, la afición de La Rosaleda ya se había hecho con el nombre deportivo de aquel argentino.
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"En mi criterio Vilanova era más completo, pero él tenía una personalidad que era arrolladora", añade, y puede referir multitud de anécdotas. "Comprando tabaco en la calle Larios a los que venían con el carro les decía '¿qué le debo?' y le contestaban 'usted nada'", evoca. "A donde fuésemos fuera de casa se metían con él dentro y fuera del terreno de juego para descentrarle", añade, y recuerda aquel episodio en el coche con Martínez cuando, yendo por Trinidad Grund (donde estaba la sede del club), arrimaron el vehículo un par de veces hasta Viberti, que andaba por la acera, hasta que este se percató de quiénes eran. "¡A Viberti ni tocarle! ¡A Viberti, no!", gritó entonces una señora que pasaba cerca reconociendo al astro argentino, pero no a los del vehículo.
"Lo de Viberti fue una aceptación desde el primer momento. Tenía mucho carisma, el pelo largo, y era alto, y la forma de jugar le gustaba a la gente. Hay jugadores que sólo con verles pegar a la pelota ya dices '¡qué maravilla!', y Viberti era uno de esos. Pasaba en largo fantásticamente. Gol no tenía mucho, pero era un gran distribuidor del juego, el que regía al equipo y nosotros trabajábamos para él", argumenta José Martínez, ahora establecido en Burgos, su provincia natal, y otro de sus compañeros del estreno. "Recuerdo que le daba todos los balones a él y la gente empezó ya con aquello de '¡Vibeerti, Vibeerti...!'".
"Cuando vino nos sorprendió que no había botas para él (porque calzaba un '47')", recuerda también Abdallah Ben Barek, entonces ayudante del entrenador, Kalmar, y hoy consejero de la entidad. "Con ese acento argentino se ganaba a la gente y a sus compañeros. Sabía un poco de todo y nos daba consejos. Para el Málaga era una estrella", añade y coincide con sus excompañeros en que andar con él por la calle era insufrible ante su popularidad. "Cada diez metros había que parar, saludar... y se olvidaba de ti. Tenías que seguir tú al destino por tu cuenta", explica.
"Hemos tenido aquí jugadores muy técnicos como Velázquez, pero para mí ha sido de los mejores. Su visión de juego siempre dejaba en ventaja a los compañeros. Era el mejor del equipo, aunque hay que reconocer que Migueli y Conejo hacían el trabajo sucio para él", recuerda en parte sorprendido por el rápido paso de las cinco décadas desde aquel sonado debut, en La Rosaleda ante el Español.
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Esta sensación de alguno de sus coetáneos de que se ensalce sólo el mito de Viberti y no se valore la regularidad y el trabajo de otros la comparte Santiago Aragón, que también jugó en el debut del argentino. "Vilanova era muy bueno también. Había jugadores que merecían también los elogios. Migueli como persona y jugador era completísimo. Todos los de esa época eran muy buenos", argumenta.
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