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La de Junior Waka Lible Lago (Yamusukro, 1990), del que se intercambiaron apellidos y se omitieron otros para formar su nombre deportivo, es toda una historia de superación. El jugador malaguista, comprometido hasta 2024, ha triunfado en el fúitbol español trece años después de su llegada, a los 18 y sin conocer Europa; ha logrado hacer realidad una de sus grandes obsesiones, ayudar a sus padres y once hermanos, que siguen viviendo en Costa de Marfil, y ha formado su propia familia junto a la onubense Fabiola Parralo y su hija Aylén.
Pero el camino no ha sido ni mucho menos fácil. Animado por su padre, pronto descubrió su talento para el fútbol. Estuvo entre 2004 y 2007 en el Centro de Formación Tiehi Joel, el nombre de un exjugador de su país artífice de esta academia, y después militó media temporada en el Issia Wazi, de la máxima categoría, tiempo que le dio para hacer ya 16 goles. Fue entonces cuando llegó un ojeador español, que eligió a diez futbolistas para participar en un torneo de tres días en Burkina Fasso. Por primera vez en su vida voló en avión y salió de su país. Allí, junto a directores deportivos de numerosos clubes, fue elegido el mejor del mismo y fue reclutado de inmediato por el Numancia, entonces en Primera, después de una especie de rifa entre varios clubes españoles.
Lago Junior ni siquiera conocía que Numancia no era el nombre de una ciudad actual. «Venía de estar a 40 grados (en Costa de Marfil) y llegué a Soria con -10», ha recordado el jugador en alguna ocasión. Una familia le acogió y le ayudó inicialmente con el idioma, la cultura, y hasta con detalles aparentemente triviales como comer con cubiertos (tenía hábito de hacerlo con las manos). Pasó de una o dos comidas al día a cinco, «con alimentos muy diferentes, que no sabía ni que existían», apostilla.
«El club me dio 1.500 euros para que mi familia estuviese tranquila, y con eso estuvieron viviendo dos años. Me pusieron un tutor, que estuvo pendiente de mí en todo momento. También hacía como de psicólogo, y me hizo ver que era un privilegiado, que hay muchísima gente que sueña con estar donde estoy», añade.
Dos obsesiones se entrecruzaron ya en su camino: triunfar en el fútbol y alimentar a su extensa familia, y lo ha logrado superando numerosos escollos. Para empezar en Soria, donde firmó por cinco años y medio, el primer curso (llegó a mitad de temporada, en enero de 2009) jugó sólo cuatro partidos y su equipo bajó a Segunda.
El atacante fue cedido al Eibar (2010-11). Después pasó al 'Nàstic' (2013-15) y al Mirandés (2015-16), todos en Segunda B, e incluso en su ciclo más largo en un equipo, en el Mallorca, descendió en la primera campaña a la división de bronce, en la 2016-17, pero pronto cambió el rumbo. De bermellón se lograron dos ascensos y su primer gol en la élite fue al Real Madrid. Deteniéndonos un poco antes, no cabe duda de que la 2018-19 fue su campaña con mejores números, con once goles y ocho asistencias, claves en el ascenso. Aun así, cerca de su etapa más exitosa todavía ahorraba todo el dinero posible para enviárselo a su familia.
«Mallorca me lo ha dado todo, la estabilidad que tengo me lo han dado ellos. Vengo de un país muy pobre y ahora puedo ayudarlos sin problema», reconoció antes de su salida a Málaga, porque lo cierto es que Lago Junior ha sido cola de león en Primera (51 partidos y 4 goles) y cabeza de ratón en Segunda (222 encuentros y 37 dianas).
Ni siquiera la pandemia le inspira malos recuerdos. Fue entonces cuando, coincidiendo con el cumpleaños de su pareja, le pidió matrimonio en pleno confinamiento. Iba a ser en realidad una boda sorpresa, pero llegó el Estado de alarma, ya con sus suegros salidos de Punta Umbría. «No podía seguir con los preparativos, e intenté inventar algo para sorprenderla, una camiseta con la peque que ponía 'mami, ¿te quieres casar con papi?' y enseñarle el anillo», relata sobre lo sucedido en la terraza de su vivienda.
Al final la boda fue en enero de 2021, sin poder invitar a sus hermanos de Costa de Marfil. El jugador, que tuvo su época más proclive a la diversión y a la noche, reconoce que su nueva realidad le ha hecho madurar. «Han cambiado muchas cosas y mi chica me ha ayudado mucho en este aspecto. Va conmigo a todos los lados donde voy. Me hace un marcaje de Sergio Ramos. No me deja ni un centímetro», ha reconocido también.
Lago Junior, que fue verdugo del Málaga en la Copa del Rey, durante su periplo en el Mirandés marcando tanto en la ida como en la vuelta, ha llegado a ser internacional absoluto con Costa de Marfil (cinco partidos, con debut en octubre de 2020). Ahora valora todo lo conseguido desde la distancia. «No ha sido fácil, pero al mismo tiempo ha sido bonito. Miro hasta dónde he llegado y estoy orgulloso de mi trabajo. A todo el mundo le cuesta encontrar la felicidad, el fruto de su trabajo. A mí me ha pasado lo mismo. Me ha costado adaptarme al fútbol español, a la cultura sobre todo, pero ahora no me arrepiento de las decisiones que he tomado», concluye.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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