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Distintos jugadores han protagonizado situaciones curiosas en el Málaga, pero ninguno como un defensa que nació en la localidad de Fuente de Piedra y que supone un caso insólito por varias circunstancias. La más llamativa probablemente se centre en que después de ser traspasado siguió de lunes a viernes como un componente más de la plantilla malaguista mientras los fines de semana vestía la camiseta de otro equipo. Eso sí, la afición apenas pudo disfrutar de aquel central llamado Salguero que brilló en La Rosaleda por una virtud que décadas después se convertiría en imprescindible para triunfar en el eje de la zaga: una brillante salida del balón.
José Antonio Salguero apenas jugó en el Málaga. Sólo una treintena de partidos. Y además no pudo ser titular indiscutible primero por las obligaciones del servicio militar y después por una lesión de hombro. Aun así, fue traspasado oficialmente por 25 millones de pesetas, aunque además con su venta al Real Madrid el club pudo cancelar la deuda pendiente con la entidad de Chamartín por el fichaje del guardameta Corral. Es decir, en las arcas de La Rosaleda se ingresó en torno a un millón de pesetas por cada encuentro disputado por el zaguero de Fuente de Piedra. Y conviene hacer hincapié en que entonces, en 1980, 25 millones de pesetas era una cifra respetable.
No lo tuvo fácil Salguero en el Málaga. El servicio militar fue un condicionante claro, más allá de que en la temporada de su estreno tenía una enorme competencia en el eje de la cobertura: Macías, Nacho, Aído, Gallardo (que luego lo fue todo en el Mallorca) y Brescia. Posteriormente, una lesión le cortó de raíz su trayectoria en aquel equipo que dirigió Sebastián Humberto Viberti -ya como entrenador oficial, sin formar tándem con Jëno Kalmar- y que no pudo mantenerse en la máxima categoría en la temporada 1979-80. Un choque con el entonces delantero centro titular del Atlético de Madrid, Rubén Cano, acabó con una luxación acromioclavicular. Pero ya comenzaba a estar en la agenda de varios clubes de Primera.
De este modo, Salguero, que tenía 18 años cuando se estrenó en el primer equipo malaguista, sólo disputó ocho partidos en su primera campaña (cinco de Liga y tres de Copa) y 22 en la siguiente (17 en el torneo liguero y cinco en el copero). La lesión de hombro lo tuvo en el dique seco sólo 55 días y a las dos semanas de ser operado ya hacía carrera continua en La Rosaleda. Para entonces, los dirigentes del club se frotaban las manos. Llegaban comentarios del interés del Real Madrid, el Atlético, el Zaragoza... A toda prisa se decidió renovar su contrato y Salguero, en tiempos en que no se llevaba tener representante, firmó sin pensárselo.
El Málaga no quería riesgos porque sabía que podía hacer caja en verano con él y con el extremo Megido (como así sucedió) para resolver una vez más sus problemas económicos. Como también ocurrió en otros casos de futbolistas traspasados, el club obligó a Salguero a renunciar al porcentaje de su traspaso, un 15 por ciento de esos 25 millones de pesetas (3.750.000 pesetas) y el defensa pasó a pertenecer al Real Madrid.
Sin embargo, aún quedaba otro obstáculo para Salguero: no había concluido el periodo de 20 meses de servicio militar (coincidió en esta etapa con Muñoz Pérez). El Real Madrid era conocedor de la situación y no tuvo reparos en aceptar contar con él sólo los fines de semana. De este modo, el defensa malagueño no terminó de despedirse de sus compañeros y fue testigo del comienzo de la malagueñización puesta en marcha por Abdallah ben Barek y Antonio Benítez en el verano de 1980, en la que se produjo el ascenso, entre otros, del portero Fernando (con el que luego coincidiría en el Sevilla), Canillas o Recio. Apenas tres años después sufrió en sus carnes, como defensa blanco, la gran tarde blanquiazul con el histórico 6-2.
Durante la semana Salguero se entrenaba con el Málaga a las órdenes de Ben Barek para cumplir con sus obligaciones militares y después se marchaba el viernes o el sábado para jugar los partidos de Liga con el Castilla. La situación era también inverosímil porque ambos equipos competían en la misma categoría, la Segunda División. Pero, ¿y cuándo llegaban los partidillos de los jueves, el ensayo de las jugadas a balón parado o las charlas técnicas? En el primero de los casos, formaba con los suplentes o con los meritorios del Atlético Malagueño, y en los otros dos se veía lógicamente excluido.
Aquella extraña dualidad vivida por Salguero sólo se interrumpía en determinadas semanas, porque se incorporó al Castilla precisamente la temporada en la que el filial madridista disputaba la Recopa de Europa, consecuencia de haber llegado a la final de Copa y haberla perdido contra el primer equipo blanco, también campeón de la Liga (desde entonces se eliminó que los filiales participaran en el torneo del K. O.) Pero al mismo tiempo aquello perjudicó las opciones del malagueño. Al entrenador del Real Madrid, Vujadin Boskov, ya le llegaban buenas noticias de aquel joven y probablemente su salto al primer equipo se habría producido antes. Se hablaba de él como un valor seguro, pero sus ausencias durante los entrenamientos semanales impedían verlo en acción en el día a día y frenaban al técnico serbio.
Salguero tuvo que esperar hasta la temporada 1981-82 para desvincularse totalmente del Málaga. Y en cuestión de meses pasó del Castilla (a las órdenes de Juan Santisteban) al Real Madrid, donde permaneció cinco temporadas y conquistó dos títulos de Liga, dos de la Copa de la UEFA, uno de la Copa del Rey y otro de la Copa de la Liga. Después estuvo otras cinco en el Sevilla y tres más en el Mérida, equipos en los que llegó a ser capitán. Se retiró tras conseguir el ascenso a Primera en el equipo extremeño con Sergio Kresic como entrenador. El aficionado malaguista apenas pudo disfrutar de él, pero el club se benefició extraordinariamente y después el villafontense completó una reconocida trayectoria en la élite.
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