Había pocas dudas sobre el malaguismo de Guede, de su especial compromiso a la hora de tomar los mandos del banquillo, pero al conocer la historia que se relata a continuación quedarán todas ellas disipadas. No es necesario recordar la nefasta temporada del equipo blanquiazul. ... Se conocen los resultados negativos, los errores o las desconexiones puntuales en los partidos, sobre todo en la segunda vuelta de la campaña. Pero se habla menos de la trastienda, de lo que ocurre por detrás en un grupo de profesionales, aderezados por numerosos canteranos, cuyo nivel ha quedado en evidencia en términos generales, dentro y fuera del campo (sobre todo en algunos casos concretos).
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Los futbolistas suelen representar una profesión dominada por los egos y que necesita un control, una disciplina constante, para que los equipos funcionen como tales en el campo, algo que precisa de diferentes componentes, al margen de la calidad individual de cada uno. Y ahí aparece la figura del entrenador, el liderazgo del profesional de referencia, el más importante de cada proyecto, de la plantilla, del equipo y, dependiendo de las circunstancias, hasta del club. Ahí estuvo la clave del Málaga en el ejercicio anterior, pues el conjunto blanquiazul llegó a la fase final del campeonato descontrolado dentro y fuera del terreno de juego.
La aparición Pablo Guede, por su personalidad y carácter, se presentaba como un aval de cambio que iba a facilitar una reacción sobre el campo y una cierta tranquilidad interna. Ocurrió en parte al comienzo, pero los vicios y los problemas seguían reproduciéndose con el paso de los partidos. Las soluciones no llegaban, pero el técnico comenzó a tomar decisiones ejemplarizantes, como apartar a Antoñín del equipo al ser grabado disputando una 'pachanga' de fútbol-sala con unos amigos. El equipo se jugaba la permanencia y Guede necesitaba el cambio de rumbo, la concentración total y el compromiso máximo.
Pero en esta lista de medidas, muchas de ellas muy impopulares internamente, hubo una que se puede considerar la 'madre' de todas ellas, la definitiva para que el Málaga lograra un triunfo en Tenerife que le permitió al final salvarse. Los días previos a este encuentro fueron especialmente complicados en el apartado extradeportivo, aunque el técnico también tenía que preparar el choque desde la perspectiva técnica y táctica para buscar la manera de hacerle frente al cuadro canario, uno de los equipos más en forma en este momento y que ahora está luchando por el ascenso a Primera.
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Esa semana fue determinante. El equipo estaba a dos puntos del descenso y visitaba un campo que parecía imposible, mientras que sus dos perseguidores jugaban en casa. Era el momento de la verdad para el cuadro blanquiazul. Y la situación interna estaba peor que nunca, en su momento más álgido y peligroso. Este periódico ha conocido lo ocurrido en esos días claves y cruciales, confirmando con distintas fuentes lo sucedido. La intensidad en los entrenamientos bajó, sobre todo en algunos casos, cuando los futbolistas comenzaron a conocer por dónde iría la alineación para el siguiente partido (el referido compromiso ante el Tenerife). La situación hacía prever que el equipo estaba abocado al fracaso.
En esa situación era necesario buscar una solución mágica. La normalidad, la tranquilidad y la continuidad en el trabajo no parecían las salidas más adecuadas para cambiar la mente de los futbolistas. Y entonces llegó el día 'D', el de la gran bronca sin precedentes de Guede a la plantilla. Las fuentes consultadas afirman que el entrenador ordenó a todos los ayudantes que no hicieran nada, que no prepararan el vestuario ni el material... Algo que sorprendió a los jugadores al aparecer por La Rosaleda para entrenarse una mañana más.
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Entonces llegó la 'madre' de todas las broncas. Guede se dirigió al vestuario con todos los empleados operativos del club que estaban en ese momento en las instalaciones (ayudantes de la plantilla, de mantenimiento, de comunicación, limpiadoras...). Y en presencia de todos ellos llegó la espectacular reprimenda, el análisis profundo y certero de lo que estaba ocurriendo y las consecuencias que podía tener para todos, pero fundamentalmente para los empleados del club. 'Ustedes no quisieron trabajar en días anteriores y hoy no queremos hacerlo el resto de los trabajadores, por eso no hemos hecho nada', comentó aproximadamente al comienzo el técnico, según las mismas fuentes.
Después culpó a los futbolistas de lo que pudiera ocurrir con el club y con los empleos de los trabajadores que lo acompañaban durante la gran bronca. Las críticas estaban centradas en ciertos jugadores que después no estarían en el once en Tenerife, y fundamentalmente en alguno de ellos. Les recordó que los que lo acompañaban serían despedidos con un descenso y que sólo ellos tenían la llave para impedirlo. Guede insistió en que estaba harto ya de muchos comportamientos que contagiaban al grupo. Y la bronca siguió y siguió ante el asombro de todos, de las dos partes que se encontraban en el vestuario.
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Guede estaba dispuesto a llegar hasta el final, a jugársela en las condiciones que fuera. Y al final lanzó un órdago definitivo: 'Y ahora, el que quiera, que salga a entrenarse. El que no esté dispuesto a darlo todo, que se quede aquí', comentó el técnico (no es textual, sino aproximadamente), según ha conocido este periódico. De esta manera acabó la reprimenda. Los jugadores sí saltaron al campo para ejercitarse, todos los disponibles, y completaron una sesión a plena satisfacción. Luego llegó el partido crucial, en el que el preparador argentino no tuvo reparos en hacer numerosos cambios, muchos de ellos arriesgados. Y le salió al final bien, el Málaga logró los tres puntos que le servirían a la postre para lograr la permanencia. La bronca, sin duda, mereció la pena, y demuestra el compromiso de un entrenador volcado con los colores y que tuvo muchos problemas para sacar adelante el proyecto en los dos meses que estuvo al frente del banquillo (contó con toda la colaboración del club). A ver qué ocurre a partir de ahora.
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