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¿Qué le pasa a Antoñín? Esa es la pregunta que se hacen numerosos aficionados malaguistas. Sin haber pasado por una lesión (lo que conlleva ... un proceso de recuperación), el extremo reconvertido en punta está muy lejos del nivel que se espera y, lo que es peor, sus actuaciones son intrascendentes. Por no hablar de su errónea elección en cada jugada en la que interviene. La falta de confianza comienza a pesar en demasía en un futbolista que se vio condenado casi al ostracismo durante la segunda vuelta pasada con el Rayo Vallecano, justo desde que regresó a La Rosaleda y fue sustituido en el descanso después de apenas participar en el juego.
Ansioso por marcar, por dar un pase de gol o simplemente por poner a prueba al portero de turno con un buen remate –incluso de ofrecer un centro potable desde la banda–, Antoñín está completamente desaparecido. El entrenador malaguista, José Alberto, lo respaldó desde el primer día y le otorgó la titularidad. Así hasta que se vio obligado a relegarlo al banquillo, primero para apostar por Roberto junto a Brandon en punta (en Ponferrada) y después, en El Molinón, con la presencia de otro centrocampista (Jozabed) para jugar con un solo atacante.
La situación de Antoñín parece condicionada por su rendimiento la pasada temporada en el Rayo. Recurso como referente ofensivo durante la primera vuelta (cuando firmó hasta seis goles), una vez superado el ecuador del campeonato Andoni Iraola ya no lo tuvo entre sus preferencias. Pero fue a partir de la discretísima actuación del malagueño en La Rosaleda, aquella noche en la que el Málaga arrolló al cuadro vallecano en la primera media hora (con goles de dos malagueños, Joaquín y su amigo Luis Muñoz), cuando dejó de contar para el técnico guipuzcoano.
El castigo de Iraola a Antoñín tras su 'desaparición' en La Rosaleda duró seis partidos, en los que pasó a ser suplente y sólo fue utilizado en tres de ellos, con un máximo de veinte minutos. Mes y medio después, el malagueño volvió a aparecer en las alineaciones y se mantuvo cuatro partidos hasta que de nuevo el entrenador rayista se sintió decepcionado. Y ahí llegó la peor etapa para el ahora '15' blanquiazul. En el tramo final de la Liga, cuando su equipo se jugaba entrar en los 'play-off', tuvo que conformarse con dos actuaciones (con 19 minutos en cada una), pero fue peor en las eliminatorias decisivas. Sólo participó en el partido de vuelta de la semifinal contra el Leganés... y tras salir en el minuto 83 con todo decidido. Entonces, el cuadro franjirrojo, que ya se había impuesto por 3-0 en la ida, también vencía por 1-2. En la final, frente al Girona, se quedó inédito.
La conclusión numérica es apabullante: de los últimos 20 partidos del Rayo, Antoñín se quedó en el banquillo en la mitad, en seis no pasó de veinte minutos, y únicamente fue titular en cuatro (y en todos ellos fue sustituido). Si a ello se añade que desde el primer momento pareció claro que el nuevo entrenador del Granada, Robert Moreno, no contaba con él, es fácil entender la situación anímica del futbolista malagueño, cuyo traspaso justo antes de la pandemia probablemente evitó la desaparición del Málaga.
Sin marcar desde el pasado 2 de enero (en el primer gol del triunfo en casa frente al Alcorcón, por 2-1), Antoñín trata de recuperar sensaciones. Sin embargo, comienza a observarse en su rendimiento cierta ansiedad. Las dudas a la hora del remate o simplemente cuando encara a un contrario son cada vez más perceptibles. Su grupo más cercano en el vestuario (Luis Muñoz, Kevin, Brandon, Paulino, Víctor Gómez...) trata de animarlo constantemente, igual que los técnicos, conscientes estos de que el malagueño necesita sentirse importante con un gol o al menos una 'asistencia'.
La confianza de José Alberto en el papel de Antoñín durante lo que queda de temporada es absoluta, pero inversamente proporcional a la que tiene a día de hoy el jugador malagueño en sus propias posibilidades después de casi ocho meses sin sentirse importante. El lastre anímico es excesivo.
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