«No para de llamarme la gente. Es una noticia para nada esperada, por lo menos por mi parte. Es muy triste. Sinceramente siento una profunda tristeza porque compartí vestuario con él dos años, le conocí, y los dos años que viví junto a él fueron espectaculares a nivel personal y futbolístico». Es la primera reacción de Esteban Vigo, el malagueño que compartió vestuario con Maradona. «En su último cumpleaños le mande un vídeo de felicitación, y me lo agradeció mucho», apunta, aún incrédulo, en una breve atención a este medio. La noticia le pilló preparándose para ver el Zaragoza-Rayo, su día a día en la búsqueda de volver a entrenar.
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Apenas acierta a elegir las palabras para contestar a la llamada mientras le vienen flashes constantes de aquellos dos años donde puedo disfrutar de cerca del jugador de fútbol por excelencia. El más conocido y admirado de la historia. «Recuerdo el primer día que llegó al vestuario. Sabíamos como era, más o menos, por lo que se contaba, pero él entró allí con su metro y pico de estatura, como yo le decía, e iba cargado de ilusión y esperanza», rememora el veleño, que se emociona.
«Era una persona muy alegre, independientemente de todo lo malo que haya podido vivir. Eso no lo transmitía», apostilla Esteban Vigo, quie se acuerda nítidamente del gol que el argentino hizo en La Rosaleda con el Barcelona. En aquel encuentro Esteban Vigo disputó los primeros minutos de la temporada 82-83, en la que Schuster era una competencia complicada. «El campo estaba lleno. En aquellos tiempos lo que más se veía era al Madrid y al Barcelona, y que llegase Maradona a la ciudad era un acontecimiento. Pienso que fue muy querido por la afición en España a pesar que no tuvo buenas temporadas aquí», valora Vigo, que consigue recuperarse brevemente para seguir contando.
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«Me acuerdo que él hacía asados constantemente en su casa de Barcelona, que era lujosa y estaba en el mejor sitió de la ciudad; un día nos invitó a todos los compañeros y aquello fue fantástico. Era muy buen compañero. Luego se marchó y perdimos un poco el contacto, pero me lo he cruzado varias veces. Aparte de su carisma era un jugador que quería ser uno más y no pretendía destacar por encima de nadie. Yo valoro mucho haber podido jugar junto a él, porque era un fenómeno. Él me llamaba 'cabezón' y yo le respondía que cómo iba a ser así si él tenía más cabeza que yo», concluye emocionado Esteban Vigo.
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