«Lo entiendo; no te puedo reprochar nada»
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Secreto de Sumario ·
Míchel fue comprensivo con Husillos cuando supo ayer la noticia. El técnico ya predijo en agosto, cuando decidió continuar pese a la deficiente planificación, que él acabaría destituidoYa hacía tiempo que Míchel tenía asumido que se equivocó, que debió irse en agosto al ver la planificación. Por eso ayer, cuando Mario Armando Husillos le comunicó que iba a ser destituido, la respuesta del entrenador no pudo estar más cargada de ... comprensión: «Lo entiendo; no te puedo reprochar nada», recalcó el madrileño, al que poco le ha durado la alegría de tener «un nieto boquerón», como él dice.
Salvo Tapia y Muñiz, no se recuerda en la última década y media a un entrenador con más complicidad con los empleados del club (del departamento que sea) que Míchel. O más dispuesto a acudir en representación del Málaga a cualquier acto. Quizá obedezca a que él tenía internamente una enorme ilusión por venir aquí (por el recuerdo de Juanito). Tanta que, como reconoció en su primera entrevista (con SUR) rechazó una oferta importante un domingo porque intuía que tendría una oferta del club de La Rosaleda horas más tarde. Sólo lo saben sus más cercanos: era del Olympiacos y le ofrecían... ¡tres años y medio de contrato!
Pero prefirió venir casi ‘regalado’. Su ficha fue ridícula hasta junio y pronto, muy pronto notó el cariño de la gente. Eso hizo, por ejemplo, que se quedara a residir en la capital y no optara por la Costa del Sol, la idea inicial de él y su mujer, Merche. Se sintió tan identificado con la gente y con los empleados (con estos bromeaba a menudo en las redes sociales y les exigió que lo tutearan) que asumió desde el primer día la responsabilidad de evitar un descenso que resultaba perjudicial para decenas de trabajadores del club. Por ejemplo, en la comida de Navidad estos ‘trucaron’ el sorteo de regalos para que al técnico le tocara un ‘kit’ de afeitado (entonces se había dejado barba) Pero Míchel, como ocurrió el año anterior con Juande, se equivocó. Pensó que después del magnífico final de temporada todo iba a ser una balsa de aceite, que iban a hacerse las cosas bien, que la planificación iba a ser la prevista. Sin embargo, fue todo un desastre. Él tuvo que echar el resto personalmente para que Roberto, Borja Bastón o Baysse no se echaran atrás en junio vista la increíble demora para cerrar sus incorporaciones. O vio cómo se escapaban uno tras otro distintos objetivos porque el presidente estaba desconectado por el Ramadán y porque el director deportivo, Francesc Arnau, ya no contaba con la confianza de Al-Thani.
Se fueron Sandro y Camacho; los fichajes se demoraban, los descartados no salían, a Pablo no se le revisó el contrato y se marchó entre lágrimas, la pretemporada era una ‘romería’ con 30 jugadores, los recambios deseados o no convencían al jeque o se iban de precio, se implicó al máximo para convencer a jugadores a los que luego el Málaga dejó tirados (no sólo Javi García)... A comienzos de agosto estaba totalmente desmoralizado. Tan frustrado como Juande un año antes. «Lo fácil ahora es irse, pero no va conmigo. No puedo dejar tirados a los chicos (los jugadores), tengo que estar al lado de Arnau y tampoco puedo decepcionar a tanta gente (la afición) que ha apostado por el proyecto. Pero, vamos, o esto cambia o el que está fuera en octubre es el entrenador...», confesó entonces Míchel a sus más cercanos. El apoyo en firme del vestuario disipó sus dudas. Como tras el partido en Gerona, cuando el jeque se equivocó en un ‘tuit’ tras un comentario de uno de sus ‘asesores tuiteros’ (luego se disculpó con el técnico) y llovieron los Whatsapp de los jugadores temiendo que tirara la toalla.
Lo demás es ya conocido: Rolón, Cecchini, Diego González... O lo que se ha conocido luego: que no había dinero y que la operación de Rolan costó en torno a... ¡tres millones! Y tantas cosas más que certifican una planificación deficiente. Por eso los Al-Thani nunca cuestionaron al entrenador y fulminaron a Arnau, y por eso el recambio de este, Husillos, lo ha aguantado al máximo en el cargo optando por reestructurar una plantilla archilimitada con nada menos que seis o siete fichajes y otros tantos descartes.
En los dos últimos meses Míchel ha tenido cada vez más noticias de aspectos ‘extraños’ de la planificación. De ahí esa frase de «si supierais cosas que yo sí sé...» en las recientes ruedas de prensa cuando le preguntaban si temía ser destituido. Ni la propiedad ni Husillos lo culpaban. Con todo, él, que nunca ha rechazado su cuota de culpa, sabía desde el lunes por la noche que su continuidad, ahora sí, tenía fecha de caducidad. «No sería lógico ni bueno para el club y el equipo estar ante el Girona en casa si no funcionamos en los dos partidos fuera», recalcó entonces a su entorno. La derrota en Getafe aceleró el despido. «Lo entiendo; no te puedo reprochar nada», le espetó en la mañana de ayer a Husillos. «Ojalá aciertes, que venga alguien y esto cambie porque Málaga no puede quedarse sin su equipo en Primera», añadió en una charla muy amistosa. «Nos va a costar mucho dejar Málaga», reflexionó luego con uno de sus amigos más cercanos. Esta próxima semana la dedicará a despedirse de los empleados y de muchísima gente. Jamás habría imaginado que iba a sentirse tan ligado a Málaga.
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