Colista antes de saltar a jugar, después del empate del Mirandés en Lugo... y colista después del partido, en el que la afición perdió su paciencia de forma definitiva. A estas alturas el corazoncito del seguidor está hecho más que trizas. Sólo dos jornadas del ... equipo fuera de la zona de descenso, a punto de cumplir un tercio del campeonato, y quien se las prometía felices en verano con la reestructuración amplia de la plantilla estaba muy equivocado. Toca sufrir para no caer a Primera RFEF. El número de partidos disputados impide pensar ya en una racha nefasta o en el infortunio, cuando ya han pasado dos entrenadores para analizar y tratar de mitigar los males del equipo.
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Muchos de los más de 17.000 espectadores presentes en el estadio prorrumpieron en gritos de «¡échale huevos!» instantes antes del pitido inicial, pero lo cierto es que el primer despiste defensivo grave del Málaga se convirtió en gol, con el centro de Tejero a la espalda de Javi Jiménez y el remate al segundo palo de Quique sin vigilancia.
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Se habían jugado solamente 22 minutos de encuentro y llegaron los primeros pitos al juego del equipo. Esta vez la grada no iba a esperar al final del partido para emitir su veredicto. Se escucharon cánticos de «¡Directiva, dimisión!» y «¡José María, dimisión!», y la indignación comenzó a crecer cuando Stoichkov le ganó la posición a Ramón para rematar y estuvo a punto de lograr el 0-2.
Sin margen para el error, el Málaga hilvanó sus mejores minutos antes del descanso, aunque sin demasiada profundidad, y no cambiaron las tornas en la segunda mitad. El respetable perdía la paciencia con la lentitud del cuadro local para avanzar con el balón y su falta de ritmo y de capacidad de sorpresa. Mel le dio la vuelta al once sin conseguir aportar revulsivos y el partido estuvo cerca de ser detenido por un percance de un veterano seguidor en el grada de Fondo a cinco minutos del final, pero el aficionado salió de la grada por su propio pie junto a efectivos de la Cruz Roja.
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«¡Estamos hasta los huevos, Manolo vete ya!», gritó la Grada de Animación cuando se iba a cumplir ya el minuto 90, y en el descuento fue más directo con un «¡Manolo, vete ya!», que también coreado en otras zonas del estadio. O «!Manolo, vete del palco!» y «¡José María, échalo!». Tampoco se libraron los futbolistas, con el grito de «¡Jugadores, mercenarios».
Al término del partido se desplegó un fuerte dispositivo de vigilancia en la puerta de salida del aparcamiento de La Rosaleda. Una treintena de efectivos de vigilancia privada y casi otros tantos de policía, que acordonaron el espacio de evacuación de los vehículos, de forma que los dirigentes y jugadores pudieron marcharse del recinto sin tener que pararse a tratar con los seguidores más descontentos. La vía de la Avenida de la Palmilla quedó expedita, y los malaguistas se debían situar en la mediana o en la acera junto al estadio, acordonada.
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De hecho, la zona se fue vaciando conforme pasaban los minutos, desde unos primeros instantes en los que se vio a algo más de un centenar de fieles descontentos con la marcha del equipo. Hubo cánticos, pero no fue una constante, y pasadas las siete menos cuarto se vació la zona .De hecho, un aficionado llegó a criticar en voz alta: «Somos menos que vigilantes».
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