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A estas alturas de la Liga ya sólo quedaba conocer la reacción del Málaga y de La Rosaleda con el marcador en contra en Martiricos. Y la respuesta no pudo ser más contundente: el estadio fue una caldera y el equipo arrinconó en la lona al oponente para tumbarlo con dos golpes casi seguidos y hacer añicos cualquier ilusión del Albacete. Paradójicamente, las ocasiones y la remontada de los blanquiazules llegaron con un juego menos vistoso. Pero ya no queda la más mínima duda: Muñiz ha conseguido el objetivo de formar un bloque en el campo y también en la grada. Casi nada para una categoría tan peculiar como esta.
El once malaguista dejó algunos detalles al margen de la entrada de Kieszek y Lacen por los ausentes Munir y N'Diaye. Definitivamente Muñiz se ha aferrado al reto de recuperar a Juanpi, arrancando desde una banda (zona en la que brilló con Javi Gracia), lo que conlleva mover pieza en el otro flanco. En esta ocasión Dani Pacheco ocupó la plaza de Ontiveros, más participativo que eficaz en Riazor, y también como claro reflejo de que el pizarreño va a más. También, por qué no decirlo, era este un partido de pico y pala, contra un Albacete que concede poco y en el que Ramis ya ha conseguido un bloque y un estilo más o menos reconocibles. Era evidente que el técnico local se guardaba las bazas de Ontiveros e Hicham para la segunda parte...
El Málaga ejerció un dominio casi absoluto hasta el descanso y, como es habitual, regaló muy poco al contrario. Tampoco es que el Albacete lograra quitarse el corsé y, de hecho, sólo se dejó ver en un disparo de Eugeni en las postrimerías del primer acto gracias al exceso de confianza primero de Dani Pacheco y después de Adrián. En la mayoría de las ocasiones –y de ahí los gestos de Ramis a los suyos de que avanzaran metros– la cautela para no perder el orden hizo que los visitantes arrancaran habitualmente con un solo futbolista por delante del balón.
El dominio y el control de los locales fueron absolutos, pero faltó verticalidad. Pronto, muy pronto Juanpi comenzó a moverse por dentro para que Lacen y Adrián tuvieran más opciones de pase interiores y sortear así la presión del Albacete. Blanco dispuso a las primeras de cambio (en el minuto 11) de un balón al espacio en el que mostró que la velocidad no es su fuerte. El juego del Málaga fue fluido, fruto evidentemente de la superioridad técnica, pero a la hora de la verdad las ocasiones escasearon. Demasiados destellos y poca solvencia. Apenas un doble remate de Iván y un tiro cruzado de Harper fueron escaso bagaje para tanta superioridad.
El arranque de la segunda mitad fue toda una sorpresa, con un Albacete dominador. Muy pronto Muñiz relevó a Dani Pacheco –evidentemente desgastado– e introdujo a Ontiveros. El técnico malaguista ya apuntaba hace diez años que en los extremos no suele tener titulares y suplentes, y que antepone que jueguen media hora o 50 minutos el que salga debe rendir al ciento por ciento (¿recuerdan a Calleja y Eliseu?) Paradójicamente, a renglón seguido llegaron los mejores momentos visitantes. Zozulya dio el primer susto y después Febas simuló un penalti. A la tercera se dio la típica jugada de la categoría: un delantero experto (Zozulya) que busca el contacto de un central bisoño (Pau Torres) y fuerza la pena máxima. Kieszek, el 'parapenaltis', no llegó por poco al ajustado disparo de Bela. La reacción de Muñiz fue tan inmediata como la inyección en vena que recibió el equipo de La Rosaleda. El estadio de Martiricos fue una caldera y la respuesta táctica del técnico local (prescindir de Lacen, incluir a Hicham y situar en la medular a la pareja Adrián-Juanpi) volcó definitivamente el campo hacia la portería de Gol, zona en la que la Grada de Animación disparó al máximo los decibelios.
El Málaga creyó –porque esa es otra virtud de este Málaga, su convicción– y arrinconó al Albacete. El espectacular ambiente en La Rosaleda llevó en volandas al equipo, que apenas necesitó tres minutos para remontar. Primero, en un córner sutil, raso, en el que Blanco culminó a placer en el segundo palo tras la caricia justa de Adrián a la pelota en el primero. Y después, en otro remate a placer del delantero argentino gracias al miedo en el cuerpo del Albacete. Y todo, fruto de un rechace a lo loco y una salida precipitada del portero en un centro con la izquierda de Iván.
Con un cuarto de partido por delante, el Málaga se tiró a degüello por el contrario, aunque con excesiva precipitación –desperdició dos o tres ataques muy claros–, mientras Juanpi resucitaba definitivamente bien escoltado por el siempre 'discreto' Adrián. Los cambios de Ramis llegaron tarde para el Albacete mientras Muñiz apuntalaba la medular con Boulahroud y hacía gestos evidentes a sus pupilos para transmitirles pausa, cabeza fría y circulación de la pelota. El triunfo, conseguido como se intuía a base de pico y pala, nunca peligró. Pero La Rosaleda fue una caldera que hizo puré al Albacete.
Vídeo | Dos golazos de Blanco para la remontada del Málaga
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