Final | Remontada del Sporting en El Molinón

El Málaga estuvo «irreconocible» en El Toralín, según el propio José Alberto, aunque le faltó añadir que esa sensación duró todo el partido, no una hora (como en Ibiza) o diez minutos (como en Almería). Aunque al técnico no deben de preocuparle esos dientes de sierra en el periodo de desconexión del equipo, sino la continuidad de una dinámica diametralmente opuesta a la que se ofrece en La Rosaleda. Pero no es una cuestión exclusiva de regularidad en el rendimiento o de equilibrio en el balance numérico como local y como visitante. A excepción de la primera parte en el derbi andaluz, las únicas luces frente a tantas sombras parecen originadas por la complacencia del adversario, bien sea temor (como le sucedió al Ibiza tras el 2-1) o sencillamente ceder terreno a sabiendas para sorprender al contragolpe tras lograr una ventaja casi definitiva (el Almería o la Ponferradina).

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Tras el cuadro berciano espera el otro equipo en mejor forma del tramo inicial liguero, el Sporting, y más allá de sentimentalismos –por su condición de asturiano y de exentrenador sportinguista– José Alberto asume que es una cita para comprobar si el Málaga reacciona o si, por el contrario, tropieza en la misma piedra. Es una cuestión más de imagen que numérica, por más que un resultado adverso ahonde en la escasez de puntos fuera (de momento uno de nueve), en los contados triunfos (dos en seis encuentros), en los goles encajados a domicilio (ocho hasta ahora, con una media cercana a tres) o en un previsible desplome en la clasificación (le pueden adelantar un puñado de equipos para quedarse a escasa distancia de la zona de descenso). En realidad se trataría de una crisis de identidad en toda regla, demasiado prematura y, sobre todo, después de la notoria expectación creada tras las convincentes (aunque cortas) victorias en Martiricos contra el Alcorcón y el Girona.

Parece, por consiguiente, un partido más para mostrar carácter que para exhibir juego. Porque además el Málaga cuenta con la ventaja de que el Sporting es similar a la Ponferradina en sus escasas concesiones. El cuadro gijonés juega a un ritmo muy alto, influido también en que sus piezas conectan casi de memoria (ventajas de la continuidad del bloque), y nunca baja los brazos por más que las cosas no estén de cara. Será para el equipo blanquiazul una prueba de actitud, pero también de aptitud. El juego baja demasiados enteros a domicilio y se prevén algunas variantes en el equipo. Al menos, Luis Muñoz regresa y Sekou ya está en condiciones de estrenarse. No queda otra: reacción o crisis de identidad en el templo de Quini.