Un punto que sabe a derrota (1-1)

Esta vez el Málaga no salió a contemporizar, también porque el Córdoba demostró desde el primer minuto que es un equipo limitado en juego y demasiado frágil atrás. Muñiz mantuvo el sistema que ha permitido encadenar siete partidos sin ganar y resolvió la baja de Dani Pacheco con la presencia de Harper, aunque a la hora de la verdad en la primera parte el fuengiroleño se movió más 'por dentro' –incluso dejó alguna diagonal interesante–, con lo que Ricca tuvo pasillo libre.

Al entrenador blanquiazul se le torció muy pronto el plan, porque el mejor 'llegador', Adrián, tuvo que retirarse en el minuto 9. La inclusión de Erik Morán provocó el esperado movimiento de piezas y N'Diaye se situó más adelantado, junto a Keidi. El Málaga fue claramente superior en la primera parte e incluso dominó la posesión con claridad, algo extraño esta temporada (con un 58 por ciento). El Córdoba sólo se dejó ver en un par de apariciones de Jaime por la banda izquierda y en un disparo de Álex Menéndez (en el rechace de un saque de banda) que atajó sin problemas Munir. Pero tan claro control visitante no se tradujo en oportunidades claras porque, una vez más, los jugadores estuvieron alarmantemente imprecisos a la hora de la verdad.

El panorama pintaba favorable a los diez minutos, cuando el Málaga encadenó dos oportunidades claras, pero Keidi eligió mal la zona de golpeo en el disparo desde la frontal –estaba completamente solo– y después Iván Alejo, que había partido en fuera de juego, regaló la pelota al defensa cuando Harper esperaba el balón en paralelo para empujarla. El extremo vallisoletano estuvo bastante errático en todas sus intervenciones hasta el descanso, básicamente porque no arriesgó un ápice ante su par. Tuvo la opción de adentrarse en el área y causar más desequilibrio, pero se empecinó en la comodidad de centros demasiado previsibles. En líneas generales el equipo no se marchó al descanso con ventaja por sus errores constantes en los servicios desde los flancos. Yno sólo en acciones de juego, porque en los córners a Iván Alejo se le quedaron siempre cortos los envíos y además los saques de banda de Luis Hernández estuvieron bien controlados por el guardameta local.

Muñiz entendió en el descanso que la mejor fórmula para buscar el triunfo era cambiar el sistema y retornó al 4-4-2 con la entrada de Ontiveros en la izquierda y la presencia de Harper arriba junto a Blanco. El sacrificado fue precisamente el sustituto de Adrián, Erik Morán, que había regalado una amarilla y que se había mostrado muy lento en el juego. Pero olía más a necesidad que a castigo.

Sin embargo, el Málaga volvió a dar un recital de falta de recursos. No se puede centrar peor, no se puede ser más previsible en todo y no se puede tener más incapacidad en ataque. Ni con dos piezas en las bandas ni con los laterales convertidos en extremos. Encima el Córdoba se vio con el marcador favorable gracias a un buen movimiento de De las Cuevas, pero también a la pésima colocación de N'Diaye y al resbalón (que no fue el único) de Ricca. Muñiz tiró de todo lo que podía y metió a Seleznov por un Iván Alejo acomodado.

Con todo en el campo y hasta con Harper también metido como otro atacante y con Ontiveros con libertad de movimientos (como a él le gusta), el Málaga se empotró en un rival que tampoco es que fuera el Atlético de Madrid o un equipo de Mourinho. Seleznov  rizó el rizo tras una gran parada del meta local a testarazo de N'Diaye y, en fuera de juego y todo (no pitado), no marcó casi a puerta vacía. La falta de gol comienza a ser desquiciante.

Y cuando el partido parecía perdido el Málaga sacó petróleo del caos. Ontiveros atrajo a dos rivales al córner, el balón quedó muerto para Ricca y, por fin, el uruguayo atinó en el centro. N'Diaye remató de placer. Los jugadores y los numerosos aficionados malaguistas presentes en El Arcángel lo celebraron como un triunfo. Pero, no nos engañemos, no lo fue. Simplemente ese gol a dos segundos de que se cumpliera el tiempo fijado sirvió para salvar los muebles. Lo demás es engañarse.