Diego González: De una oferta millonaria a señalado

Es un jugador trabajador, responsable, exigente en su rutina y compañero. De los que buscan la concordia en vez del enfrentamiento. Solidario y que nunca tiene un mal gesto. Como un yerno perfecto. Así es el malaguista Diego González (28-01-1995, Chiclana). Un defensa que hace tres temporadas recaló en Málaga por dos millones de euros como uno de los centrales con más proyección del fútbol español. Internacional con la selección sub-21 en la Eurocopa de Polonia, y una perla del Sevilla que había brillado por «hacerlo todo bien» en manos del ahora entrenador del Granada Diego Martínez. De hecho, el conjunto hispalense se guardó una opción recompra para no perderle la vista.

Pero mucho ha cambiado desde ese tiempo. La realidad es que el central gaditano nunca ha llegado a ofrecer su mejor versión, y aunque siempre muestra alta capacidad para la resiliencia, su esfuerzo casi siempre es en balde. Ahora está señalado por una afición (con una intensidad que no había experimentado antes) que lo ve siempre en la foto de las derrotas y como protagonista negativo en los goles en contra del Málaga. Como en la derrota contra la Ponferradina, donde se ve superado por Yuri. O contra el Cádiz, que se descuajeringó frente a Quintana.

Motivos que eclipsan su historial de buenas actuaciones, precisamente porque su mejor nivel siempre es el suficiente. Un alumno de cinco o seis que no chista cuando es suplente. Como le ha ido ocurriendo en los últimos años, donde ha ido asumiendo que rivales directos por su puesto lo superen. Sucumbió ante la presencia de Ignasi Miquel (un central zurdo como él que se incorporó en invierno en la temporada 17-18), luego con el también zurdo Pau Torres (18-19), y finalmente, cuando ya era el momento de revelarse, también ha quedado por detrás de la experiencia de Lombán esta temporada. Justo en el momento donde debió de destacar en una de las plantillas más limitadas del nuevo siglo en el Málaga.

Nunca logró afianzarse en el central izquierdo blanquiazul. Se fue conformando con ser comodín para el lateral izquierdo (donde deja al desnudo sus carencias ofensivas, solo salvadas por un potente remate de cabeza que solo mostró en su primera temporada) y en ocasiones como central derecho. Conserva sin duda el indudable mérito de haber asumido todo lo que le pidieron. Pero quizás haya llegado ahora el aviso más severo en todo este tiempo. Desde su mismo entorno, algunos le piden que saque la rabia de dentro y ponga a funcionar su imponente metro ochenta y cinco de puro músculo.

Porque cerca está de cumplirse un año de que desde Alemania, concretamente el Augsburgo, ofrecieran alrededor de 5 millones de euros por él. Pero la negativa por una parte de Al-Thani (qué consideró que vale más y siempre es reacio a vender), y el propio futbolista (que prefería no abandonar Málaga) se frustró. «Aquí estoy a gusto, sinceramente. Sé que el sueldo me lo mejoraban, pero ahora mismo no es todo el sueldo; quiero terminar lo que me he propuesto aquí en el Málaga», valoró en su día. Cierto es que en la Costa del Sol disfruta de sus pasiones: la familia, que está a pocas horas en coche; la playa, un aspecto fundamental para él; y los estudios de Psicología que está cursando en la Universidad de Málaga.

Pero la pata del fútbol se le está quebrando y, sin embargo, lo que se le presenta próximamente solo son retos para mejorar. Desde el vestuario cierran filas entorno a él, y Víctor nunca ha tenido una mala palabra de sus actuaciones. A falta de conocerse el alcance de la lesión de David Lombán, apunta a tener una nueva opción de ser titular ante el Fuenlabrada para volver a andar lo andado y labrar su pequeña gran revolución. «Cuando la inspiración no me encuentra, hago medio camino para encontrarla», escribió Freud.

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