Un segundo tiempo épico (tras un primer tiempo de auténtico despiporre) , con Munir como estrella y Lombán y Diegos González convertidos en verdaderos héroes por alto, le dio al Málaga un valioso punto que aunque no nos aleja de la zona de peligro, al menos ... evita que se le escape el Tenerife, y que además tiene un doble valor si tenemos en cuenta que se consiguió tras 50 minutos en inferioridad por la absurda expulsión de Keidi Baré.

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Pero vayamos por partes. La segunda tarjeta que se ganó el albano, en el minuto 44, fue el triste epílogo a un horroroso primer tiempo de los hombres de Pellicer, que tiene que tener claros algunos conceptos de los que parece no haberse dado cuenta: ni Mikel Villanueva ni Juanpi están para ser titulares, lo cual ya dice bastante poco de los dos venezolanos si tenemos en cuenta además el corto recorrido profesional de la plantilla. Desde luego, lo de Villanueva llevó a la desesperación incluso a sus propios compañeros, y convirtió la banda izquierda malaguistas en un verdadero coladero donde los tinerfeños entraban una y otra vez. Las dudas del zaguero sobre si debía jugar este mes o no lo han descentrado totalmente, porque los fallos que tuvo fueron debido precisamente a lo que parecía una evidente desconcentración. Juanpi, por su parte, sigue ahí sin aportar lo que tiene, pero además es que muchas veces ni molesta al contrario. Con los fallos referidos, la descolocación de la defensa y la única alegría de que Munir estaba en el 'pico alto' dentro de su irregularidad, el Málaga estuvo a merced de los locales, y cuando Baré se pasó de frenada y en dos minutos vio dos tarjetas amarillas había que temer lo peor.

Pero este Málaga descolocado, descentrado, dio paso casi por arte de magia a un equipo ordenado, batallador, entregado, súper concentrado y numantino, de tal forma que los tinerfeños gozaron de menos oportunidades que en el primer tiempo. La entrada de Diego González fue providencial, y el dúo con Lombán funcionó a las mil maravillas. Ismael tuvo fallos de debutante cuando salía con el balón, y Juan Carlos taponó con mucho esfuerzo lo que había sido una brecha en la zurda defensiva malagueña. Igualmente dio consistencia al centro del campo un esforzado Boulahrouz, que posiblemente ofreció una de sus mejores versiones como malaguista.

Arriba no se podía pedir nada. Estorbar si acaso, y en eso se vaciaron Sadiku, Tete y Buenacasa, aunque la verdad es que de pólvora estamos más que mojados...

En definitiva, un Málaga que mostró una doble cara: desorientado, desordenado y desconcentrado en la primera parte, y en la segunda un equipo que no dejó un resquicio a su oponente para sumar un empate que sabe a gesta. Lo que son las cosas. Con qué poco nos conformamos.

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