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«Ni antes de perder éramos tan buenos ni ahora tan malos». La frase de Sergio Pellicer en la sala de prensa de La Rosaleda, ya cerca de la madrugada del domingo, resumía seguramente las sensaciones de muchos aficionados en el estadio asistiendo al repaso ... que le dio el Elche (0-3) al Málaga, unos más pacientes que otros, porque el recinto se fue vaciando minutos antes del final. Había poca fe en la reacción del equipo, máxime cuando la imagen del segundo tiempo fue aún peor que la del primero.
La realidad es que al Málaga se le vieron las costuras más que nunca. En Córdoba, en otra mala actuación, lo sostuvo su defensa (0-0), pero el sábado ni eso. El balance de las siete primeras jornadas ligueras, en especial desde la perspectiva de un recién ascendido con un proyecto de continuidad y de firme apuesta por la cantera, es positivo, aunque actuaciones tan malas como la mostrada ante el Elche permiten reconocer cuáles son las debilidades del equipo, algunas de ellas preocupantes con casi toda la temporada por delante todavía.
Tras el golazo de Kevin en A Malata, sin Antoñito aún en el campo, todos los tantos del Málaga han pasado por las botas del jerezano, con un protagonismo directo (marcando) o indirecto (asistiendo). Es un escenario sorprendente por la evolución de este jugador, que asume también la responsabilidad de ejecutar las acciones a balón parado, pero esto empieza a generar ciertas dependencias. La mejor ocasión de peligro, casi la única, ante el Elche nace de nuevo de él, en un pase hacia atrás a Manu Molina. El Málaga necesita diversificar más su ataque, que otros amenacen, pero los medios centro (Luismi, Manu Molina y Ochoa) muestran poca llegada y los extremos no terminan de firmar asistencias.
Los atacantes han aportado dos goles en siete jornadas, los de Dioni al Mirandés y el Albacete, en ambos casos asistido por Antoñito. Sin haber jugado mucho Castel (57 minutos repartidos en tres choques) y sí algo más Baturina (220), dos puntas muy distintos, ambos no han marcado, y las ocho dianas (casi una por partido) llegan más por parte de defensas o extremos. El problema para el Málaga es que ninguno de los tres 'nueves' (la cuarta opción es el filial Chupete) acredita solventes cifras realizadoras en Segunda a lo largo de sus carreras.
Pellicer tiene a 28 jugadores a sus órdenes (tres con ficha del filial) para encarar la temporada, y sólo dos están a día de hoy de baja, Haitam y Moussa, pero a la hora de la verdad Ramón sigue su puesta a punto (todavía no ha sido convocado tras más de un mes de entrenos con la plantilla) y hay una larga lista de futbolistas que no están en su mejor punto de forma por haber pasado por lesiones durante el verano o en las últimas semanas (Kevin, Larrubia, Lobete, Baturina, Dani Lorenzo, Víctor García o Luismi) o el caso del plan individual de Castel, que se entrenaba solo antes de llegar. A la hora de la verdad, no se ha acabado de ver la mejor versión de ninguno de ellos.
El Málaga ha incorporado a seis jugadores y sólo han sido fijos en las tres últimas alineaciones dos de ellos, Luismi y Rahmani, este lejos de la versión que se espera, al menos de la que ofreció en la temporada 2020-21 de blanquiazul, la mejor de su carrera. Tampoco se ha visto nada de Lobete, y lo ya comentado de Baturina, que aporta más de espaldas que cara al gol, o Castel. Incluso Álex Pastor, que partió de titular, ha perdido el sitio en el eje de a zaga tras su expulsión evitable ante el Albacete, en la tercera jornada.
Nueve goles en contra en siete partidos no suponen un bagaje preocupante, pero sí más el haber dejado la puerta a cero sólo en dos ocasiones o la falta de tensión suficiente defensiva reinante ante el Elche: centro concedido a Álvaro Núñez, dos remates permitidos en medio minuto, sin cerrar la llegada de Agustín Álvarez y sin hacerse grande en el área de meta en una salida Alfonso Herrero, todo ello en el 0-1; poca intensidad ante Nico Fernández, que se fue de Luismi y al que dejó perfilarse para el tiro Galilea, que cometió otro penalti (el segundo del curso) en el 0-3, después de que Manu Molina estuviera empujando al filo de la pena máxima a Mourad instantes antes cuando este encaraba a Alfonso Herrero.
Si se exceptúa la victoria ante el Huesca (1-0), con más de medio partido con ventaja en el marcador y con una renta mínima bien defendida, el Málaga sólo ha ido por delante 27 minutos más (en dos fases del empate por 2-2) en la visita al Racing de Ferrol de la primera jornada. Empató cerca del final contra el Mirandés, culminó en el descuento la remontada ante el Albacete, empató con apuros en Córdoba y se salvó de la derrota en Granada con un penalti detenido por Alfonso Herrero en Granada. El sábado, ante el Elche (0-3) fue remar contra la corriente desde el minuto 3. Son demasiados partidos con estrés, sin un control real.
Como la mayoría de equipos de fútbol, al Málaga se le ven las costuras más de la cuenta si los rivales ya han llegado a un repliegue intensivo, en lo que hoy se denomina 'bloque bajo'. El equipo explota sobre todo las transiciones y las acciones a balón parado, pero no tiene paciencia, capacidad para desarrollar posesiones largas ni mucho juego interior para hacer daño a defensas bien encerradas. El Elche se manejó muy bien en esas situaciones el sábado, y casi toda la segunda mitad fue un quiero y no puedo malaguista, a pesar de las sustituciones de Pellicer buscando piernas frescas y mentes limpias.
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