El Málaga tiene que pulir diversos aspectos del juego para tener finales más plácidos y evitar el riesgo de dejarse puntos por el camino, como en Pamplona o Gijón, y uno de los más relevantes está relacionado con la tendencia del equipo a cometer demasiadas ... faltas. A estas alturas no sólo está entre los que más concede de la Liga –es segundo, únicamente superado por el Extremadura–, sino que además varias de ellas entrañan excesivo peligro. El sábado, en Palma, volvió a repetirse la historia y los jugadores tuvieron que blindar bien a Munir para evitar que la victoria se tornara empate.
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Los datos de esta temporada son suficientemente reveladores de que la intensidad del Málaga también desemboca en una cifra desmedida de faltas. En 12 de los 17 encuentros del campeonato el equipo cometió más que el rival e incluso en cuatro de ellos las duplicó o estuvo muy cerca; en concreto, frente al Rayo Majadahonda, el Deportivo, Osasuna y el Granada. El acumulado asciende a 299, únicamente a diez del líder de esta clasificación negativa, y con un promedio de casi dieciocho por partidos.
Frente a esa cifra, el Málaga sólo tuvo 236 faltas a favor, lo que supone una diferencia abismal y en torno a un 20 por ciento menos de las que cometió. Internamente se valora este dato como una prueba palpable de que el equipo no se arruga, que ofrece intensidad y que pelea en cada acción. Aunque también es obvio que cuando la diferencia es tan llamativa puede ser achacable a una presión no muy eficaz o a errores en la colocación que fuerzan a llegar tarde en un balón 'dividido'. Las lecturas pueden ser favorables o adversas según se busque una u otra perspectiva.
Eso sí, lo que no admite lecturas es la tendencia del equipo a regalar faltas en la recta final de los partidos en acciones perfectamente evitables. Lógicamente las más fáciles de recordar son las cometidas en El Sadar frente a Osasuna, ya con un jugador menos por la expulsión de Blanco en un error arbitral. Primero, una lateral por una entrada a destiempo de Ontiveros que permitió el lanzamiento de Rubén García y el remate de cabeza de Juan Villar para conseguir el 1-1 (beneficiado también por un error de marcaje de Luis Hernández). Y después, sólo cuatro minutos más tarde, en la frontal, cuando Lombán arrolló a un contrario al salir de su zona. El desenlace es sobradamente conocido: el magistral disparo de Torres se coló por la escuadra derecha y en un abrir y cerrar de ojos se escaparon los tres puntos.
Con todo, ese tipo de jugadas podrían haber penalizado mucho más al Málaga en lo que va de temporada. Conviene recordar que la intervención prodigiosa de Munir en la última jugada en Almería, en un disparo a bocajarro del central Juan Ibiza, se produjo a raíz de una absurda falta de N'Diaye. Es cierto que antes Mula y Harper dispusieron de hasta tres ocasiones para sentenciar el partido con el 0-2, pero el senegalés se pasó de frenada en aquella acción.
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En Palma volvió a repetirse la historia en la fase final. En este caso, con otras dos jugadas parecidas. La más clara fue una falta de Ricca en el flanco izquierdo de la cobertura que hizo temer por el triunfo en Son Moix. La colocación de los futbolistas llevó a recordar aquel gol del empate de Osasuna. El Málaga también sufrió ante el Mallorca en algún saque de esquina –así llegó el gol del Granada, tras un rechace aprovechado por Montoro–, pero los córners habitualmente no son 'errores no forzados', como suele suceder con las faltas. Yen estas el equipo de Muñiz tiene de momento una asignatura pendiente, sobre todo en los últimos minutos.
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