El portero Del Río es retirado del campo tras lesionarse en La Rosaleda . SUR

Demasiadas coincidencias en el Málaga 64 años después

En 1956 el club tenía una deuda astronómica, pasó a ser tutelado por la Federación, tuvo que apostar la cantera y aplicó un tope salarial a los fichajes

Viernes, 10 de abril 2020, 13:44

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El fútbol profesional está sometido en la actualidad al férreo control de LaLiga. La patronal de clubes marca las pautas, algunas muy estrictas, para tratar de evitar el descalabro económico como consecuencia de una errática gestión. Por eso es el momento de recordar que el ... Málaga vivió un momento crítico que estuvo a punto de costarle la desaparición cuando no tenía ni 15 años de existencia. Sin junta directiva ni gestora, la Federación tuvo que hacerse cargo de la entidad. 64 años después son demasiadas las coincidencias.

Corría la temporada 1955-56 cuando el Málaga estuvo en una encrucijada de la que afortunadamente pudo salir. El equipo había descendido a Segunda por tercera vez en una campaña iniciada con el adiós de dos futbolistas imprescindibles, Bazán y Loli, y que continuó con la enésima apuesta por Chales sobre la marcha para tratar de enderezar el rumbo desde el banquillo, en este caso en sustitución de Pasarín. De este modo, el verano fue interminable para los aficionados, con una situación similar a la vivida en 2001, cuando el ya Málaga Club de Fútbol vio salir en el mes de julio a su cuarteto titular en el centro del campo (Rufete, Movilla y De los Santos, como traspasados, y Agostinho, al no renovar su contrato).

Pese al descenso en 1955, varios jugadores estaban en el escaparate del fútbol español. Y así el club tuvo que aceptar ofertas por ellos: el portero titular (Vera), el máximo goleador (Pauet), el futbolista que más partidos había disputado (el defensa Méndez) y otro que se había ganado el cariño de los aficionados (el delantero Juan). La lista se abrió con el guardameta, al que Helenio Herrera había tenido a sus órdenes dos años antes como malaguista (en la temporada del 6-0 al Madrid y posterior descenso) y reclutó para el Sevilla tras un desembolso de 600.000 pesetas. Al cuarteto referido también se sumó el adiós del defensa izquierdo Soto y del extremo zurdo Mora.

El Málaga cambió por completo de fisonomía y apostó como entrenador por Ramón Colón. A la postre sólo cuatro jugadores repitieron de la campaña anterior en el once habitual encabezado por los guardametas Del Río y Zamora, (hijo del mito Ricardo Zamora y que se vio aupado a la titularidad tras la lesión de su compañero). Fueron el defensa derecho Alonso, el centrocampista Borredá, el extremo derecha Lasa y el interior izquierdo Romero. Tampoco los fichajes entusiasmaron y el regreso del centrocampista Gutiérrez supuso a la postre un fiasco por diversas situaciones extradeportivas del centrocampista de Montevideo.

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Pese a que el comienzo no pudo ser más decepcionante (con derrota por 1-2 ante el Extremadura), el Málaga no vio peligrar su continuidad en Segunda casi en ningún momento. Sólo a finales de noviembre y comienzos de diciembre experimentó un ligero bajón, pero en líneas generales estuvo en la zona media. Eso sí, en la recta final, ya con Chales en el banquillo (de nuevo), el equipo sí se desplomó. De los seis partidos con el eterno y querido 'hombre de la casa' únicamente venció en el último, en casa frente al ya desahuciado Castellón en un duelo intrascendente. Pero es evidente que los problemas del club pesaban como una losa en el ánimo de los futbolistas. Conviene apuntar que dos semanas antes del relevo en el banquillo no había dinero ni para pagar el viaje en autocar a Sevilla, donde tocaba medirse al Betis (partido que acabó en derrota por 2-1). El desplazamiento tuvo que hacerse en tres taxis... y porque tres incondicionales aficionados (Mario Mateo y los hermanos Manuel y Esteban Ortega) se ofrecieron de forma gratuita.

La deuda por aquellas fechas, en marzo de 1956, rozaba los cuatro millones y medio de pesetas 'de las de entonces' (en concreto, 4.355.980 pesetas). Era una cifra desorbitada para un club que había vendido todo lo vendible en verano, cuyos directivos estaban cansados y con una afición también hastiada por tantos vaivenes. Sin ir más lejos, a comienzos de 1954 el estadio La Rosaleda había sido inscrito como propiedad del Málaga y apenas dos meses después ya había sido hipotecado...

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Curiosamente, la grave crisis institucional en el Málaga, que acabó con el control de la Federación, no se originó por una cuestión económica, sino por el desencuentro entre el presidente, José Luis Estrada Segalerva, y el alcalde de la ciudad, Pedro Luis Alonso. Este no escatimó críticas a finales de noviembre de 1955 por la disputa del partido en casa frente al Betis al entender que el club no había presionado lo suficiente para aplazarlo después de las graves inundaciones sufridas. El conjunto hispalense, que venció por 0-2 con dos goles de Botella, y el árbitro, Llorís, no dieron su brazo a torcer.

Estrada Segalerva, que volvería seis días antes de terminar la temporada para afrontar su tercera etapa en la presidencia del club (había estado previamente en las temporadas 50-51 y 52-52 hasta ceder el puesto a Agustín Moreno), decidió dar un paso atrás. Se constituyó una gestora, encabezada por Jerónimo Díaz, pero la elevada deuda de la entidad y el embargo de la taquilla del Málaga-Cádiz a finales de febrero acabaron con los ánimos de sus miembros. De este modo, el Málaga pasó a ser tutelado por la Federación, cuyo delegado provincial era precisamente Pedro Luis Alonso.

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Mal que bien, el Málaga superó aquella complicadísima temporada. Es cierto que pese al declive en la recta final nunca peligró la permanencia (el Plus Ultra y el Castellón estaban anclados en la zona de descenso), aunque tantas noticias adversas tenían hundidos anímicamente a aficionados y jugadores. El futuro no se antojaba halagüeño, pero el gobernador civil, Manuel García del Olmo, convenció a su amigo Estrada Segalerva para que volviera a hacerse cargo del club. Eso sí, la prioridad era rebajar drásticamente la deuda. Se fichó a un entrenador (Manuel Echezarreta) al que se le encomendó malagueñizar el equipo, se apostó en firme por la cantera (el valor más importante fue, sin duda, Pipi) y se optó por un tope salarial para aquellos jugadores que quisieran incorporarse a la plantilla: 60.000 pesetas como prima de fichaje. Ahora, 64 años después, el Málaga cuenta con un técnico de la casa, mira constantemente a su equipo filial, está bajo la supervisión de un administrador judicial y debe ajustarse al límite en los sueldos impuesto por LaLiga. Demasiadas coincidencias...

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