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Hubo cierta mejoría en el Wanda Metropolitano, sobre todo en equilibrio. Ayer también hubo cierta mejoría en el juego (a veces, eso es innegable, con una fluida circulación de la pelota), pero la manta no tapa todas las partes del cuerpo. El Málaga quedó desnudo en la parte de atrás y la defensa sepultó de un plumazo las buenas sensaciones exhibidas en la primera parte.
La historia se repite. El Málaga se ha abonado a comienzos decepcionantes. Hace dos temporadas no marcó en las primeras seis jornadas y batió el récord de inoperancia en un arranque liguero en la historia de la Liga (aunque al menos acumuló tres 0-0), y en la anterior sufría cada jornada para puntuar y sólo en la primera vuelta encajó... ¡33 goles!
Como hace un año, los miedos afloran en el malaguismo. Y como hace un año las razones son idénticas: fragilidad, falta de pegada y, sobre todo, la sensación de que la planificación ha sido calamitosa. La desbordada ilusión por el magnífico final de la temporada del equipo de Míchel –que se plasmó muy pronto en una cifra de 24.000 abonados– se ha tornado frustración y, sobre todo, pánico al descenso. Pero, esta vez sí, existe coincidencia al valorar que la plantilla ha perdido calidad con los cambios respecto a la pasada temporada y también al señalar al presidente, Abdullah Al-Thani, como gran culpable. Aunque tampoco se libra de las críticas el director deportivo, Francesc Arnau.
El partido dejó en evidencia a varios jugadores, sobre todo atrás. Soler, utilizado por Marcelino como teórico extremo derecho, dejó en evidencia a Ricca en los centros de los dos primeros goles, igual que le sucedió al uruguayo con Correa en el único tanto encajado en el Metropolitano. Los tres primeros goles llegaron por el flanco izquierdo, y en el tercero, con servicio de Montoya, no estaban en esa zona ni Ricca ni Jony. Tampoco los centrales estuvieron finos. Luis Hernández cometió un error grave que costó una falta peligrosa en la frontal en la primera parte y después se hizo un lío con la pelota en el cuarto gol. Diego, como Llorente hace un año, volvió a dar la sensación de que no tiene la contundencia necesaria. Cifu, apuesta de Míchel ante la bajísima forma de Rosales, llegó tarde en el primer gol y se despistó gravemente en el segundo.
De medio campo hacia arriba Jony volvió a ser inoperante, desperdiciando un montón de ataques potables, y Kuzmanovic apenas aportó en juego (siempre necesita dos o tres toques). Rolan, Mula y Recio sí estuvieron más entonados, pero la mejoría en el juego quedó sepultada por los numerosos regalos defensivos.
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