Sergio Pellicer se consolida como un gran valor del Málaga, uno de los salvadores del equipo, junto a sus jugadores y ayudantes, en las peores circunstancias. Su discurso, como se puede observar, siempre está cargado de sentido común, responsabilidad y compromiso. Los logros alcanzados hasta ... ahora eran impensables en una temporada caótica desde el comienzo, lo que aporta serenidad y confianza a toda la entidad en su proceso de saneamiento.
El objetivo deportivo, sin duda, es exclusivamente la salvación, quedarse en Segunda a la espera de nuevos acontecimientos. Dispone de una plantilla corta y austera, lo que invita a mantener los planes y controlar al máximo el rendimiento de los futbolistas para evitar relajaciones. Pero las circunstancias van cambiado progresivamente gracias al buen trabajo y la suma de puntos (40), lo que permite retocar de alguna manera el guion previsto para aportar ilusión en medio del desastre de un club y una provincia muy importantes.
El fútbol es un juego y equipos muy modestos lograron grandes éxitos a base de trabajo y ambición. ¿Por qué no puede pensar el Málaga en ocupar la zona más alta de la tabla, aunque sea muy difícil? Probablemente se mantendrá el discurso más conservador, como sería el siguiente: «Vamos a conseguir el objetivo, que es la permanencia, y luego pensaremos en lo que sea necesario». El problema es que 'luego' quizás sea demasiado tarde para que el sueño se consolide entre los aficionados. Y también debe prevalecer la importancia de un club de Primera que necesita superar lo antes posible su crisis para regresar a la élite cuando solucione sus problemas. Debe pensar en grande.
Es necesario ser ambiciosos también en el discurso, a la hora de hablar. Criticaron, incluso internamente, a Juande Ramos cuando al llegar en su segunda etapa al Málaga afirmó que el objetivo era entrar en el Europa. Y lo justificó diciendo que la temporada anterior el equipo fue octavo, por lo que era necesario buscar una mejoría. Lógica aplastante. A todo ello hay que añadir que el equipo blanquiazul era uno de los que más dinero disponía de la televisión (el octavo), contando con un presupuesto alto. Juande llevaba razón, pero parece que no se puede decir algo así. Ahora no ocurre lo mismo, aunque las circunstancias hayan cambiado. Es necesario ser responsables, pero también hay que ilusionar en la medida de las posibilidades.
«Humildad y ambición». Ese ha sido y debe ser el camino
Entiendo que Sergio Pellicer no quiera hablar de 'play-off' o de aspiraciones de ascenso. Y lo entiendo porque esa fue la consigna cuando empezó la temporada y probablemente también la habría sido en caso de que se hubiera figurado una plantilla competitiva. Al ex lateral derecho malaguista le va bien ese mensaje de «humildad y ambición» al que se ha aferrado casi desde que aterrizó en el banquillo del Málaga y que ahora, con el equipo de nuevo en la mitad alta de la tabla, va a emplear casi hasta la saciedad.
En cierto modo Pellicer me recuerda mucho en su discurso al comportamiento que mostraba en el campo. Era un '2' al que le gustaba subir con decisión cuando lo veía claro. En caso contrario, interpretaba cuándo debía exponer o no. Por eso me da la impresión de que hasta el momento no ve claro hablar de otro objetivo que no sea la permanencia. «Cuanto antes cerremos la cuenta de 50 puntos, mejor», fue su mensaje tras vencer en Logroño. Ahora bien, me pregunto si ese cálculo de los 50 puntos no es con la boca pequeña, porque para que sea necesaria esa cifra cuatro de los siete últimos clasificados deben sumar en torno a 20 puntos (es decir, más de la mitad en juego).
Más bien esa actitud de Pellicer no guarda relación con falta de confianza en su equipo (al contrario), sino con las dificultades que puedan presentarse en los dos últimos meses de competición. No olvidemos la cantidad de jugadores apercibidos de sanción, la importante baja de Chavarría, las continuas dudas con Orlando Sá, el melón por calar que es Scepovic tras un año en el dique seco, la exigencia del calendario (por el camino le esperan los cuatro primeros) y, aunque en el vestuario se toca madera, el temor a que en la recta final la fatiga muscular pase factura en determinados hombres.
Se antojan demasiados condicionantes como para lanzar las campanas al vuelo cuando, además, la cifra de efectivos profesionales es reducida y probablemente en algún partido la situación obligue a arriesgar más de la cuenta. Por el momento no creo que Pellicer deba cambiar el discurso porque hasta el momento le ha ido bien. Eso sí, como él empleó la frase «no nos van a faltar desafíos», confío en que el entrenador y los jugadores mantengan hasta el final el afán competitivo. Porque entonces sí se podrá soñar de verdad.