Nefasto partido del Málaga (4-0)

El empecinamiento de José Alberto en ocultar las convocatorias no dio esta vez sus frutos. Al contrario que el Girona la semana anterior (que anunció la baja por lesión de Stuani), el entrenador del Málaga mareó la perdiz con Luis Muñoz para despistar con su ausencia. Visto en la práctica, como si a la Ponferradina y a Bolo le importaran... El cuadro berciano no varió un ápice su guion pese a la inclusión de Jozabed en la medular como acompañante de Escassi. Presionó, movió la pelota con rapidez, se fajó en cada acción y buscó la verticalidad a uno o dos toques con muy buena lectura del juego entre líneas. Mientras, el equipo malaguista incurría una y otra vez en los mismos errores sin la más mínima capacidad de reacción.

Sencillamente el Málaga y José Alberto tiraron la primera parte a la basura. Ni los jugadores ni el entrenador se enteraron de qué iba la película. Ni en el juego ni a balón parado. Porque, por ejemplo, la Ponferradina repitió sus movimientos en la estrategia y al final encontró premio. De un lado, no hubo respuesta en las dos faltas laterales sacadas con rapidez. La primera, al minuto de juego, acabó en una corrección del VAR a la señalización inicial de penalti de Víctor Gómez (la falta fue claramente del delantero), y la segunda, en un disparo cruzado de Ojeda al que no llegaron por centímetros hasta tres futbolistas locales. Más preocupante, si cabe, fue el segundo gol encajado porque reiteradamente los córners lanzados por Ríos iban al primer palo. Hasta que al filo del descanso Naranjo marcó el 2-0 en el tercer toque en el área tras una prolongación de Edu Espiau y un posterior golpeo de Yuri en el segundo palo.

Para entonces, el Málaga había sido un calco de aquel equipo desdibujado de Ibiza, bigoleador rival incluido. Incluso, el 1-0 de Naranjo fue como el segundo tanto de Bogusz en Can Misses, arrancando desde la izquierda sin oposición hasta tener franco el disparo. Dani Martín no pudo desviarlo, aunque sí evitó otros dos tantos, en disparos de Edu Espiau y Yuri.

En realidad, el mejor jugador del Málaga en la primera parte fue el portero local con sus diversos regalos al golpear la pelota. La defensa estuvo demasiado expuesta, fuera de sitio y siguiendo todos al unísono al hombre que llevaba la pelota; en el centro del campo Escassi firmó su peor partido y Jozabed sencillamente no entró en juego; los extremos, Paulino y Kevin, confirmaron que de momento sólo rinden al cobijo de La Rosaleda, y arriba, Brandon corrió sin ton ni son mientras Roberto apenas pudo intervenir. En cambio, cada transición de la Ponferradina era síntoma de peligro.

Con el 2-0 como mal menor, José Alberto al fin reaccionó en el descanso y reestructuró el equipo con otra pieza más en la medular (Ramón) y un cambio de pieza en las bandas (Haitam suplió a Kevin). Poco margen hubo para ver en la práctica la eficacia de estas sustituciones porque a las primeras de cambio Juande cometió un error inadmisible. Cayó en el área malaguista de rebote, tras una carga de Cufré a Edu Espiau, y sin que mediara pitido del árbitro tocó el balón con la mano. Yuri no perdonó desde el punto fatídico.

El partido, aparentemente sentenciado, ni siquiera dio opción al Málaga esta vez para que acortara la distancia. Jozabed perdonó a los tres minutos en otro regalo del meta Abedzadeh. Y si el equipo tuvo más la pelota fue sencillamente porque su rival se dedicó a esperarlo bien ordenado en su parcela. Pero cuando la Ponferradina se animó en ataque se encontró nuevamente con una respuesta nula, como en el cuarto gol. La humillante goleada sufrida obliga a reflexionar. Y mucho.