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«Será como una pretemporada, pero jugándote puntos». Esa afirmación del entrenador del Málaga, Sergio Pellicer, en la entrevista con SUR refleja por qué durante las semanas previas al regreso de la Liga se insistió hasta la saciedad en mensajes que suelen ser habituales en la segunda quincena de julio, cuando un equipo comienza a acumular carga física antes de encarar los primeros amistosos de preparación. Pero todos parecieron caer en saco roto porque el conjunto blanquiazul falló en todo lo que se había trabajado. Por eso hay mucho por corregir para la cita de mañana en el Heliodoro Rodríguez López frente al Tenerife (21.30 horas, Movistar LaLiga3).
La cara del preparador malaguista era suficientemente elocuente mientras en el tercer minuto del partido el VAR dilucidaba si el gol anulado al Huesca era legal. Al castellonense se le veía enormemente contrariado porque el desajuste defensivo, la escasa contundencia y la deficiente basculación a la banda izquierda se habían consumado cuando ni siquiera se había alcanzado el minuto 2. Durante las dos últimas semanas el cuerpo técnico había incidido en la importancia de salir muy mentalizados y no hacer concesiones en el tramo inicial del partido, pero aun así el descuido fue excesivamente grave y obligó a ir a contracorriente frente a un rival al que precisamente le gusta manejar la posesión de la pelota.
Otro de los errores mayúsculos en los que incurrió el Málaga anteanoche fue la precipitación. No es un secreto que a los técnicos malaguistas les obsesiona que los futbolistas tengan cierto control del componente anímico. Y durante varias fases del encuentro frente al cuadro oscense quedó de manifiesto la ansiedad por querer hacer las cosas a toda prisa, sin pausa, con demasiada celeridad. De ahí, por ejemplo, los mensajes desde el banquillo para jugar con más calma cuando se produjo la expulsión del visitante Juan Carlos en el minuto 25. También en el arranque de la segunda mitad se repitieron las imprecisiones al jugar con más revoluciones de las necesarias.
Con todo, se había abundado en la importancia de no perder la concentración y de estar atentos a las marcas en las acciones a balón parado. Y ahí se produjo un naufragio que urge corregir para no regalar puntos y acabar de vacío en duelos que se presumen igualados hasta casi en el más mínimo detalle. En este sentido, fue imperdonable el exceso de confianza de Diego González en el último suspiro de la primera parte y en una acción intrascendente. Su flagrante error fue un mazazo casi definitivo para el equipo, que oteaba el descanso con igualdad en el marcador, superioridad numérica y una clara tendencia al alza que no parecía ofrecer el Huesca. Pellicer no tuvo el más mínimo reparo en dejar al central chiclanero en la caseta.
Para colmo, el cuerpo técnico también echó en falta más firmeza en la estrategia defensiva. Sin ir más lejos, el 1-3 se produjo en un remate de Rafa Mir en el corazón del área pequeña en el que el marcador (Mikel) y el portero (Munir) se vieron claramente superados. Otro aspecto a mejorar por el equipo malaguista para no tropezar en la misma piedra mañana en Tenerife.
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