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Si se analiza la temporada del Málaga, y en particular la aportación de los futbolistas de ataque, pocos pueden discutir que Pablo Chavarría es, de largo, el más importante esta temporada. El domingo, de nuevo, resolvió el partido y reforzó aún más, si cabe, el ... vínculo con una afición que le rinde pleitesía y que estalló de júbilo como nunca durante demasiados meses tras la descomunal arrancada para presionar al portero del Leganés en campo propio en el minuto 98, galopar casi 70 metros y redondear el triunfo. Por eso, ahora toca recordar el incomprensible intento de prescindir de él durante el mes de verano.
A estas alturas sigue sin entenderse aquella decisión adoptada por Pablo Guede y a la que ninguno de los que estaban en su entorno –el primero, por supuesto, su cómplice en la deficiente planificación, Manolo Gaspar– respondió poniendo el grito en el cielo. Como en tantas otras barbaridades (no se puede utilizar otro término), el director deportivo hizo dejación de funciones para encomendarse al entrenador. Igual que en la filosofía de jugar sin extremos, en la exigencia del hispanoargentino de una preparación física sin sentido, en el cambio radical en la última semana en cuanto al esquema táctico, en la proliferación de futbolistas 'interiores', un puñado de medios punta de mucho toque y poca llegada...
Porque a Chavarría no se le quería 'dar boleta' por su estado físico, sino porque sencillamente no entraba en el modelo de juego que quería imponer Guede. En cierto modo hasta habría tenido cierta justificación que se planteara la salida del argentino porque la temporada pasada no terminó de arrancar. No pudo, simplemente, porque la grave lesión de rodilla desembocaba más de la cuenta en molestias y parones obligados. Recordemos la secuencia de la campaña 2021-22. En la primera etapa, estreno demorado hasta la jornada 13ª, cuando fue titular en Oviedo, y de nuevo en el dique seco cinco partidos tras ser relevado en el descanso en el Carlos Tartiere. En la segunda, vuelta a empezar con cuatro partidos (tres como suplente y uno completo) y otros cinco encuentros fuera de la circulación; en la tercera, seis actuaciones (una como titular) y cuatro encuentros más lesionado. Y para concluir, participó en los cuatro últimos partidos, aunque sólo como titular frente al Burgos en aquella bochornosa tarde para el aficionado. En total, no estuvo disponible en casi dos tercios del campeonato (27 de los 42 compromisos), y su plenitud física le dio para apenas cuatro o cinco.
Desde este punto de vista, proponer la salida de Chavarría habría tenido cierta lógica. Pero no por cuestiones deportivas. Desde el principio a Guede no le casaba en su estilo de juego y prefería otro tipo de delantero para el modelo con el que pretendía jugar. Curiosamente, nada más comenzar la disputa de los amistosos de pretemporada, el argentino dispuso de minutos. Pero cualquier opción de salida pareció irse al traste definitivamente a finales de julio porque durante el partido frente al Cádiz sufrió una lesión muscular en el bíceps femoral de su pierna derecha que lo obligó a parar varias semanas.
El fantasma de las lesiones ha perseguido a Chavarría también esta temporada. De hecho, no pudo comenzar la Liga por esa razón hasta la tercera jornada y encima, después de cinco actuaciones (siempre como suplente), volvió a parar durante seis encuentros. Y aunque esa situación se ha repetido otras dos veces en el presente ejercicio, en el vestuario siempre han tenido la certeza de que el argentino era un futbolista imprescindible, no como sucedía con el tándem que lideró el proyecto en verano.
Pepe Mel lo reubicó en la banda derecha, donde no desentonó cuando le dejaron los problemas físicos, y Sergio Pellicer, que hasta la grave lesión supo sacarle a Chavarría máximo partido por su dinamismo, vuelve a contar con la mejor versión del argentino, sea arriba o incluso partiendo desde la izquierda (como ocurrió el domingo ante el Cartagena). Pero esa mejor versión no dependía de un problema de adaptación al estilo de juego (como argumentaba Guede para su salida), sino de las lesiones. Por eso, recurriendo a una expresión muy común en Sudamérica, toca decir: «Chavarría, ¡qué bueno que no te echaron en verano!»
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