Una vez más, el Málaga de José Alberto vuelve de vacío. Definitivamente, sin el calor de su afición es un equipo muy justo de ambición y dadivoso en exceso. Sólo que este nuevo naufragio dejó en evidencia a determinados jugadores, incapaces de dar un paso ... adelante, y a un entrenador empecinado en un sistema que según qué bajas es insostenible. El Cartagena, beneficiado también por un penalti de chiste (tan habitual en este 'nuevo fútbol'), lo arrolló sin piedad.
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En el cierre a la semana de tres partidos José Alberto decidió mover fichas por el desgaste de algunos jugadores (Brandon y, sobre todo, Escassi) y, sin variar el sistema, repescó a Kevin (aunque en la derecha), situó a Paulino en punta y situó a Ramón de salida junto a Genaro al timón. A la postre la propuesta resultó fallida con una primera parte del Málaga completamente a merced de su rival. Con una presión siempre a medio camino –y conste que el Cartagena actuó con dos medios de contención, Bodiger y Clavería–, esa indecisión alfombró el camino a su adversario, con una enorme facilidad para sacar la pelota desde atrás.
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Sencillamente al cuadro malaguista le faltó la movilidad de su rival entre líneas. Porque básicamente ambos equipos buscaron lo mismo: sacar a los extremos de las bandas para dar profundidad a sus laterales. En los locales podía ser hasta cierto punto lógico porque Álex Gallar y Dauda tienen capacidad para asociarse, pero chirrió bastante ver a Antoñín (máxime tras su desequilibrante actuación en la primera mitad contra la Real B) y Kevin no encarar a su par.
El Málaga sufrió con el juego interior del Cartagena –al que se sumó Okazaki, incansable como medio punta– y mostró lagunas en el costado izquierdo, pero a la postre Dani Martín sólo sufrió en un tiro de Clavería, al que respondió con un brillante desvío. En otro de los argumentos ofensivos de los locales, el juego a balón parado, la concentración fue alta.
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En ataque el Málaga no existió. La presión cartagenera fue el primer escollo porque apenas hubo capacidad para sacar la pelota con cierta fluidez. Ramón apareció a cuentagotas y encima Paulino, al que es tan habitual verlo por dentro cuando actúa como extremo, permaneció demasiado estático junto a Roberto, sin esos movimientos que en el bando opuesto protagonizaba Okazaki.
El partido se acercaba al descanso sin movimientos en el marcador –aunque con un Cartagena vencedor a los puntos– cuando un manotazo aparentemente sin intención de Víctor Gómez a Dauda fue castigado por Arcediano con penalti. En el 'antiguo testamento' no habría sido más que un lance del juego, pero en estos tiempos de Velasco Carballo el listón está demasiado bajo para que su tropa señale el punto fatídico (vamos, en realidad no existe listón). Y como el castellano-manchego siempre se ha caracterizado por llevar el reglamento a rajatabla ni lo dudó. El VAR no entró al tratarse de una acción interpretativa y porque el contacto existió. Pero, ¿fue suficiente? ¿Habría sido falta de haberse producido fuera del área? El caso es que Rubén Castro no perdonó. Por cierto, Víctor Gómez fue amonestado. ¿Por qué en el minuto 62 el central Andújar no vio la segunda amarilla por un golpe más ostensible con el brazo?
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José Alberto introdujo tras el descanso a Brandon por Kevin para devolver a Paulino a la banda, pero no hubo margen para comprobar la eficacia de la reestructuración porque el Cartagena no perdonó en un fallo de marcaje a balón parado e incrementó su ventaja. A renglón seguido el técnico malaguista optó por un triple cambio, en el lateral izquierdo y en el ataque –compareció Sekou tras otra de esas medias verdades del asturiano en la víspera para ocultar información–, pero no tocó el centro del campo, donde se hacía aguas una y otra vez.
La enésima muestra de un Málaga a la deriva, partido por la mitad, derivó en una falta en la frontal de Juande a Rubén Castro que sirvió para que este mandara el balón a la escuadra gracias también a la pésima colocación de la barrera por parte de Dani Martín. Quedaba media hora. El Cartagena quitó a sus mejores hombres en el tramo final y el equipo creció porque no le quedaba otra. Marcó un gol, rozó un par de ellos, pero sólo fue maquillaje a una tarde pésima. Otra más a domicilio.
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