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Históricamente el Málaga siempre recurrió a la cantera por necesidad, no por convicción. Salvo en aquella etapa a comienzos de los 80 –cuando Abdallah ben Barek inició el proceso y lo continuó Antonio Benítez–, las apreturas económicas, el pan nuestro de cada día en el ... club de La Rosaleda, llevaron a que se echara de los jóvenes futbolistas de la casa. Pero probablemente nunca como en años anteriores al converger varios factores: la situación de quiebra técnica de la entidad (que imposibilitaba contrataciones y salarios altos), las limitaciones de fichas profesionales por parte de LaLiga (consecuencia de lo anterior) y los efectos de la pandemia (que disparó la participación de meritorios por los riesgos de contagio y también por la opción de incrementar los cambios en los partidos a cinco y las convocatorias a 23). Ahora que todo comienza a normalizarse, básicamente porque la entidad ha abandonado el estado crítico en el que estaba sumida, conviene hacer un balance en frío y la conclusión no es la esperada: mucho ruido y muy escasas nueces. Pese a las innumerables oportunidades de las que han dispuesto los meritorios en Segunda División (sin la exigencia de la élite), sólo uno de ellos se ha afianzado como titular en circunstancias normales: Juande.
Hablar en términos negativos de la cantera del Málaga siempre ha sido 'políticamente incorrecto'. La ciudad y la provincia siempre han tenido un destacable potencial y en momentos de extrema gravedad el vivero de futbolistas en las categorías inferiores y en otros clubes de fútbol-base ha servido para solventar la papeleta. Distintas hornadas dieron el paso al frente para asumir la responsabilidad y contribuir a la salvación del equipo, pero también para que varios de sus componentes se asentaran con notoria continuidad, ya fuera en la élite o en Segunda (categoría esta última más habitual para el Club Deportivo Málaga).
Málaga, como recalcaba Juan Gómez 'Juanito', siempre era «madrastra con sus futbolistas». No ha sido este el caso en los últimos años, con un Málaga asfixiado en el plano económico y también necesitado en el numérico para completar convocatorias y minutos de partido por las limitaciones en la inscripción de futbolistas profesionales. Muchos han pasado por el primer equipo, muchos han tenido la oportunidad de tener esa continuidad que en otros tiempos se antojaba casi imposible y, desgraciadamente, casi todos la han desperdiciado. ¿Problema de modelo de cantera, problema de formación o problema de personalidad? Un poco de todo. Porque, desde luego, no ha sido un problema de confianza por parte de los técnicos. Juan Ramón Muñiz y Víctor Sánchez del Amo recogieron un grupo más experimentado (a la par que acomodado) y tiraron de algunos canteranos, pero los entrenadores más recientes –sobre todo Sergio Pellicer, por necesidad y también por convicción y conocimientos de la casa– echaron el resto por determinados futbolistas. Y muchos de ellos han supuesto una profunda decepción.
La lista es interminable, aunque sea obligado centrarse en algunos puntos. Más allá de que los porteros no pasan de ejercer el papel de tercero del primer equipo (una asignatura pendiente), varios internacionales en categorías inferiores han debido emigrar. Ismael Casas perdió repentinamente su gen competitivo y ha acabado en un liga muy menor (la chipriota) y Larrubia, otro de los más esperados, ni siquiera deslumbró en el filial y se ha marchado cedido al Mérida de la Primera RFEF. Pero con anterioridad también sucedió con Iván, Abqar (parece haber descollado cuatro años después), Iván Jaime, Hugo, Juan Cruz, Cristo, Roberto, Julio, Quintana... O con Hicham, futbolista confundido casi desde el primer día (Muñiz tuvo que devolverlo al filial) y luego con un rosario de distintas lesiones. Por no referirse a la decepción más reciente, Kevin. O Antoñín, salvavidas económico del Málaga con su irrupción y paradigma de inadaptación al fútbol profesional.
Muchos de ellos acapararon grandes titulares en el momento del estreno, pero a la hora de la verdad no dieron la talla. Alguien puede argumentar que no es el caso de Luis Muñoz, pero conviene recordar que antes de consolidarse pasó por dos cesiones (en Lugo y Córdoba) y que sólo la visión de Pellicer al situarlo como interior y con libertad en la llegada al área rival le permitió explotar cuando no lo había hecho ni como central ni como lateral derecho ni como medio de contención. Eso sí, logra paliar carencias con generoso esfuerzo y competitividad.
En la actualidad tampoco los resultados de los principales equipos de la cantera malaguista resultan satisfactorios y esto supone un detalle a valorar. Pero hasta cierto punto. Igual que en las mejores hornadas al final llegaron aquellos que figuraban muy atrás en las quinielas (los ejemplos más claros son Jesús Gámez y Juande), siempre puede surgir un futbolista que por personalidad se abra hueco en el primer equipo. A la espera de la eclosión de Ramón, a corto plazo queda conocer los planes de Pablo Guede para mañana frente a Las Palmas (22.00 horas). La semana pasada no completó la convocatoria (dejó tres huecos libres) y prefirió dejar en casa a Andrés, Álex Rico, Dani Lorenzo e Issa Fomba. Además, Víctor Olmo y Haitam no llegaron a jugar y Loren saltó al campo en el minuto 85.
En los últimos años los minutos llegaban casi regalados por las circunstancias y ahora tocará ganárselos. Quizá sea el primer paso para que la cantera deje de ser mucho ruido y que salgan más nueces que Juande, único con la etiqueta de titular claro en los últimos años. Algo falla en la cantera y no sólo es culpa de la falta de una ciudad deportiva. Sin personalidad y competitividad es imposible tirar abajo la puerta del primer equipo. Y también de que conozcan bien el camino.
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