Breve álbum de recuerdos

Por la edad, más que por el saber o gobierno, he tenido ocasión de vivir, sufrir o disfrutar una serie larga de ascensos y descensos, de promociones que se perdieron y promociones que se ganaron. En mi historial de recuerdos, el más triste y cercano en la memoria es el robo de Dortmund, nada menos que en la Champions. Y yendo hacia atrás, la noche negra de Cádiz, en junio de 1991, aquel día que José González, el actual entrenador del Málaga, igualó con su gol para el Cádiz la renta que de La Rosaleda llevaba el equipo de Ben Barek; Mata erró el cuarto penalti que clasificaba al equipo malaguista y el jovencísimo Emilio falló también el quinto, cuando el reloj marcaba casi las dos de la madrugada. ¡Qué noche más triste! Y como contrapunto de tanta adversidad, aquel encuentro en el viejo campo del Levante (mayo del 82) que en el minuto 88 perdía el Málaga por 2-1 y acabó ganando 2-3 (entonces no había tiempo añadido) con sorprendentes goles de Antonio Hierro y Serrano, con el silbato ya en la boca del árbitro. Goles, todo sea dicho, que vi apostado junto a una bocana de salida para ir a vestuarios; el panorama que encontré en el camino, preocupante, con huellas de sangre en el suelo a causa de una herida del bueno de Dionisio Franco y una lipotimia de Arturo Caracuel, el directivo viajero. En la jornada siguiente, el Málaga confirmaba su ascenso a Primera.

Y me digo yo: con tantos recuerdos, buenos y malos, qué importa uno más… ¡Adelante, Málaga!