El precedente del Málaga de Pellegrini

El proyecto de Al-Thani estaba sufriendo un duro revés en el terreno de juego y el miedo al descenso era ya insoportable. Los resultados no llegaban y la desesperación era máxima en una plantilla de primer nivel. Hacía falta mejorar el juego, algo que le costó mucho al principio a Pellegrini tras la etapa de Ferreira, y sumar puntos, conseguir victorias que no dejaran al equipo desahuciado en el fondo de la clasificación.

Y la reacción final apareció a lo grande, con el partido de San Sebastián como punto de partida (el 13 de marzo de 2011). Quedaban entonces once jornadas del campeonato, pero el Málaga sólo necesitó diez para redondear un cambio de rumbo espectacular, confirmando la permanencia y situándose el equipo en la novena plaza a falta del último encuentro del campeonato, en el que cayó frente al Barcelona y bajó varias posiciones en la tabla. La salvación matemática la alcanzó en el penúltimo duelo, en Bilbao, en el décimo de esta serie.

El temor y el sufrimiento fueron tan importantes para sólo mantenerse en Primera que el jeque y Abdullah Ghubn, su hombre de confianza, cambiaron de planes y apostaron ya por un proyecto ganador, olvidándose de una inversión progresiva para alcanzar la Champions en varios años. Y el primero en llegar, el reclamo para confeccionar una plantilla de élite, fue Van Nistelrooy. A partir de ahí se sucedieron los fichajes de estrellas que finalmente lucirían al máximo nivel en el mejor Málaga de la historia.

Es cierto que antes de los fichajes del verano se trataba ya de un equipo de primer nivel tras los refuerzos del mercado invernal anterior, pero la dinámica de ese final de campaña era igual de negativa. Pese a todo, el Málaga no disponía de potencial todavía para luchar por las primeras plazas, lo que permite compararlo con el actual conjunto blanquiazul, que figura en la parte alta de la categoría en cuanto a capacidad económica y tope salarial de Segunda. Y ese paso de San Sebastián, con un 0-2 en el marcador, se puede asemejar al del lunes en La Rosaleda, en la que se pudo comprobar la implicación y el compromiso de todo el bloque (la continuidad sería la clave).

La celebración de los goles y la liberación que supuso conseguir una victoria ante el Leganés permite compararlo con un punto de inflexión en el que el Málaga puede romper con su pasado más inmediato y encadenar una buena racha que le permita, al menos, mantener la esperanza de la permanencia hasta el final del campeonato. El margen de error, sin embargo, es muy escaso, lo que obligará a los blanquiazules a redoblar sus esfuerzos en busca de más triunfos, empezando por los dos próximos desplazamientos consecutivos: a los campos del Andorra y del Villarreal B.

Hace doce años el Málaga encadenó hasta esa penúltima jornada una racha con siete triunfos, dos empates y una derrota, nada menos que 23 puntos sumados en ese corto periodo del campeonato. Algo similar, con seis victorias más, sería suficiente para lograr ahora el objetivo después de una campaña nefasta, en la que las dificultades para ganar siempre fueron casi insuperables, lo que supuso una losa que fue rebajando poco a poco las opciones del conjunto malagueño.