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Mientras él y sus hijos prosiguen con el mensaje de que harán un Málaga grande, Abdullah Al-Thani ha llevado al Málaga al abismo. Casi sin opciones de permanencia –independientemente de lo que suceda este mediodía en el Levante-Las Palmas–, el equipo ha ... pagado la paulatina pérdida de calidad, pero también las frivolidades de un presidente sin el más mínimo criterio que se erigió el pasado verano en director deportivo y además bendijo determinadas operaciones de Francesc Arnau que limitan al club de forma preocupante para el futuro.
Tuvo que ser Adrián el puntillero del Málaga. Probablemente Arnau todavía guarde en su móvil el mensaje de Whatsapp que le remitió Al-Thani el pasado agosto –y que él mostraba– para reiterarle su negativa a los fichajes del centrocampista Javi García (pieza clave en el Betis que aspira a plaza de Liga Europa) y del punta asturiano. Los dos goles de este el viernes en Riazor tuvieron desgraciadamente para el malaguismo cierta justicia poética, aunque evidentemente el descenso vaya a ser consecuencia de una sucesión de despropósitos esta misma temporada y también del deterioro institucional de la entidad.
El descalabro del Málaga no sólo se debe a una pésima temporada. Es también el epílogo a un proyecto que dio un giro radical hace poco más de siete años, cuando el primer vicepresidente de la 'era Al-Thani', Abdullah Ghubn, cambió el guion previsto y se embarcó en fichajes mastodónticos y con cantidades en neto. «¿Impuestos? No sé qué son, pero no me habléis más de eso. El 'sheikh' quiere a estos jugadores aquí y ya está». Mientras José Carlos Pérez y Antonio Fernández (entonces hombre fuerte de los propietarios y director deportivo, respectivamente) le recordaban que las contrataciones estaban sujetan a ciertos tributos, él sólo pensaba en el pánico desatado aquel invierno, con el Málaga al filo del descenso (al final hubo que vender para pagar a Hacienda). De la previsión de crecimiento escalonado –«nosotros no seremos el Chelsea o el City», advirtió en la junta de accionistas semanas antes– se pasó a la locura. Van Nistelrooy, Joaquín, Toulalan o Cazorla se sumaron a Baptista o Demichelis. Formaban 'el club de los cinco millones'. Entre ellos y el cuerpo técnico de Pellegrini costaban... ¡40 millones! El mantenimiento de tanto 'bólido' era a todas luces inviable y a comienzos de 2012 el panorama ya era desolador. Ya nadie lo recuerda, pero al final de aquel ejercicio, cuando Al-Thani dio el paso atrás y Ghubn se marchó para no volver, este hizo unas amenazas tan veladas al fútbol español como las del jeque esta misma semana al alcalde y al presidente de la Diputación. Ahí se acabó la apuesta del catarí.
El proyecto no se desmoronó aquel verano porque Pellegrini y los pesos pesados de la plantilla (Weligton, Baptista, Demichelis, Maresca...) dieron un paso al frente. Ellos sabían que si tiraban la toalla el club desaparecería por las cuantiosas deudas. Al-Thani no tuvo el más mínimo reparo en mandar a un 'liquidador', Moayad Shatat (así lo ha confesado este posteriormente), que sin embargo fue convencido por Pellegrini y Vicente Casado de que con varios ajustes y traspasando a algunos jugadores quedaría vida hasta la previa de Champions, cuando habría que jugárselo todo a una carta. El Málaga respiró durante dos meses gracias a la buena disposición y a la implicación del secretario de Estado para el Deporte, Miguel Cardenal, y del presidente de LaLiga, Javier Tebas. El horizonte se despejó tras superar al Panathinaikos, y mucho más gracias al acceso a la fase de grupos y a los sorprendentes resultados del equipo debutante. Bajo el férreo control de Tebas, el club estuvo intervenido y los ingresos por competir en la máxima competición continental permitieron tapar los innumerables boquetes. Al-Thani apenas se dejó ver unos días en La Rosaleda debido básicamente a que los impagos a aquella plantilla paradigma de profesionalidad eran cuantiosos. Shatat tuvo que dar constantemente la cara por él ante los técnicos y futbolistas. Poco a poco el Málaga tuvo que reinventarse. A Pellegrini lo forzaron a irse, Joaquín y Toulalan salieron por la puerta de atrás, Isco fue vendido al postor más seguro...
Y así comenzó el declive del Málaga. Al pacto fallido con BlueBay (origen del contencioso civil actual) siguió la necesidad de echarse en brazos de un fondo de inversión (Shatat siempre ha asegurado que el jeque exigía que el apoyo económico fuera más elevado). El equipo se sostuvo un año de la mano de Bernd Schuster –brillante en los cambios tácticos, valiente en las apuestas por Samu, Sergi Darder y hasta Juanmi, desconcertante por sus actitudes y declaraciones, poco hábil en el manejo del grupo– y dos más con Javi Gracia. Pero lo que nadie puede discutir es que el segundo ejercicio con el navarro (salvado por una racha de varias victorias consecutivas) y el siguiente, que arrancó con Juande en el banquillo, ya fueron premonitorios. El Málaga ya jugaba con fuego. Por el camino hubo que vender a Caballero, a los Samus, a Juanmi... Pura cuestión de supervivencia. Hasta que Al-Thani y, sobre todo, sus hijos se cansaron de tantas trabas de Casado a gastos descontrolados. No querían ataduras para vivir del Málaga al ciento por ciento.
El desconcierto comenzó a apoderarse del Málaga los últimos meses de 2015. El abogado granadino Pedro González Segura entró como un elefante en una cacharrería (con graves acusaciones a Casado que luego quedaron en nada) y salió trasquilado y casi a escondidas. Muy pronto comprendió que, más allá de que no le iban a dar los galones prometidos (a los pocos días de llegar supo que el puesto de director general quedaría vacante), trabajar con los Al-Thani era un disparate. Demoras de una semana para contactar con el jeque, ocurrencias de los hijos, sugerencias de una 'tuitera' afín al presidente, intromisiones de otros empleados del club, gastos ilógicos... El equipo resistió como pudo, pero el club ya carecía de estructura y también de rumbo.
Para entonces, Al-Thani ya había optado por elegir como director deportivo a Arnau (quería a Manel Casanova, pero la enfermedad del director de la cantera lo impidió). La confianza del jeque en el exportero duró muy poco, apenas cuatro o cinco meses, justo hasta que conoció la operación por la que el agente Paco Casal se hizo con los ocho millones ingresados por Amrabat al colocar a tres futbolistas uruguayos. A Arnau lo sostuvo en el cargo su fluida relación con los hijos del presidente, en particular con Nayef. No obstante, la llegada de Juande como entrenador desembocó en un cambio de actitud del presidente (para bien) hacia el responsable de la parcela deportiva. Al manchego le prometieron un proyecto irreal –«me han dicho que el jeque a lo mejor se estira», comentó a sus amigos nada más llegar– y lastrado después por el mayúsculo error de cálculo de Arnau. Creyó que Camacho iba a ser comprado por el Liverpool y comenzó a invertir el dinero que se suponía iba a llegar. Pero el medio centro no salió y eso impidió rematar la plantilla. Encima, a última hora el presidente desautorizó al director deportivo en la salida de Camacho al West Bromwich.
Juande no tardó en marcharse. La permisividad con la falta de disciplina de Kameni y los primeros cánticos en su contra desde la grada acabaron con su paciencia. «Si no me voy ya, como hice en el Espanyol, es porque es el Málaga y es un equipo al que quiero», dijo el 28 de agosto. Poco a poco el manchego entendió que el Málaga era un proyecto sin pies ni cabeza en el que el presidente tan pronto hablaba de fichar a Casillas como desaparecía durante mes y medio, en el que un subalterno suyo (el delegado, Carlos López) era a su vez su jefe porque asumía competencias de director general, y en el que el poder estaba en manos de los jugadores. Para entonces, Al-Thani ya ejercía de director deportivo: entregó el equipo a Marcelo Romero y repescó a Demichelis. O, por el contrario, miraba hacia otro lado cuando le convenía, como con la llegada de José Rodríguez. Sólo la permanencia con Míchel hizo albergar esperanzas de que llegaría cierto orden al club por el carisma del entrenador. Fue una ilusión efímera.
Y así se llegó a la primavera y al verano del año pasado. Al-Thani ya no confiaba absolutamente nada en Arnau, al que menospreciaba continuamente y le contestaba los 'whatsapp' o los correos electrónicos cuando le apetecía. El director deportivo, empecinado en contentar al presidente, dio continuos pasos atrás. El ejemplo más claro, el 'caso Pablo Fornals'. Primero, Arnau cerró un acuerdo con él para un nuevo contrato; segundo, el jeque lo tumbó; tercero, el futbolista se marchó al Villarreal y Al-Thani señaló como culpable a Arnau; cuarto, este meditó durante todo un fin de semana su dimisión y al final lo que hizo fue contentar al jeque con el fichaje de un recambio joven (Cecchini, previo pago de 4,6 millones) y dar una rueda de prensa culpando al futbolista... Al-Thani fue el responsable de traer a Rolón y de descartar a Javi García y Adrián, pero también de permitir determinadas operaciones realizadas por Arnau que contribuyeron al desastre deportivo y que en el capítulo económico apenas dejaron un escaso margen de maniobra en diciembre para competir con los rivales directos y tienen ahora completamente maniatado al club en caso de descenso.
Fichas descomunales, renovaciones al alza, contratos de larga duración, futbolistas sin el más mínimo nivel para competir en España... A todo ello se enfrentará el Málaga en los próximos meses (cinco meses en los que habrá que hacer milagros) mientras Al-Thani, artífice de haber conducido al club al abismo, continúa con sus absurdos delirios de grandeza y un absoluto desconocimiento de la realidad a todos los niveles. Pero, sobre todo, sin asumir que su afán por no crear una estructura mínimamente seria y profesional es un sinsentido que puede acarrear consecuencias mucho más graves que el casi seguro descenso a Segunda.
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