Ya no habrá más partidos esta temporada en La Rosaleda. Pero el estadio malaguista no pretende cerrar sus puertas todavía porque quiere una última celebración. Un colofón. Para ello el Málaga deberá rematar la faena el próximo sábado en Tarragona, pero esta semana de espera ... será más dulce tras las buenas sensaciones que dejó el equipo blanquiazul. Queda la última batalla, la más dura, pero hay mucha ilusión en el ambiente.
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Lo demostró ayer la gran afición malaguista, que protagonizó una nueva jornada histórica en Martiricos. El encuentro empezaba a las 20.30 horas, pero desde el mediodía ya había gente en los aledaños del estadio, matando los nervios con cánticos y algo de beber y picar. El menú de la previa era ambicioso y miles de seguidores no quisieron perdérselo a pesar del intenso calor y el debut de la selección española en la Eurocopa.
Al filo de la seis de la tarde empezaron a sonar las cornetas y los tambores de la banda del Cautivo, reclamada para la ocasión con el fin de animar y darle un toque épico al acontecimiento. El desfile por la avenida de La Palmilla se quedará en la retina de muchos de los presentes para siempre como algo insólito. En cambio, no dejó buen recuerdo el recibimiento al autobús del equipo.
Las fuertes medidas de seguridad deslucieron por completo el momento. La Policía sorprendió acordonando la recta paralela a la grada de Tribuna del estadio blanquiazul y esto impidió que los aficionados pudieran acercarse al autobús, como había sido habitual hasta entonces, sin ir más lejos la semana pasada. Aunque algo no debió gustarle a las autoridades el sábado pasado. En vez de un recibimiento fue como ver pasar una cabalgata el día de Reyes.
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A pesar de esto, los cánticos no pararon de suceder durante toda la tarde noche, desde diferentes puntos. También se celebraron los goles de España contra Croacia en la Eurocopa, que muchos siguieron a través de sus móviles en los prolegómenos del choque del Málaga. Aunque era fácil desviar la mirada de la pantalla porque una vez ya dentro de La Rosaleda, las atracciones eran variadas.
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La banda del Cautivo volvió a actuar con un desfile rodeando el terreno de juego e interpretando el himno del Málaga como partitura estrella. Una vez más, la gran antelación con la que llegó la gran parte de la afición, permitió que hubiese fluidez en los accesos. En total pasaron los tornos 29.103 personas, una cifra récord en La Rosaleda la segunda mejor entrada de la historia de Primera Federación después de la que registró Riazor (31.833 espectadores) el pasado mayo para celebrar el ascenso de los deportivistas.
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Pedro Luis Alonso
Con tantas voces, el himno del Málaga a capela en la salida de los equipos al campo quedó impresionante. Pero mejor aún fue el mosaico blanquiazul, muy homogéneo. Fue un acierto el tamaño de las cartulinas, más grandes de lo habitual y que ofrecieron un aspecto memorable. Carne de póster. Caldo de cultivo para nuevos malaguistas fieles y apasionados.
El ruido sólo se calló durante un minuto, el de silencio en honor al expresidente Eduardo Padilla, fallecido el pasado jueves. Luego no hubo un segundo de tregua y el ambiente fue intenso durante todo el partido, con tres explosiones puntuales: en los dos goles de Roberto y con el pitido final. Nadie quiso cantar victoria aún, pero muchos se fueron con la sensación de que volverán a La Rosaleda por fin para no sufrir.
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