Que la grandeza del Málaga es su afición es un evidencia que está fuera de dudas. Y se volvió a demostrar en el primer partido de Primera RFEF que el equipo blanquiazul disputaba en el estadio de La Rosaleda. Un estreno indeseado que estaba lleno de incógnitas por ver cuál iba a ser la acogida del público tras el trágico descenso a la tercera categoría, lo que ha generado un profundo desasosiego. A pesar de el club ha alcanzado ya los 16.000 abonados, cerca de igualar la cifra del año anterior (17.500), había dudas también sobre cuál iba a ser la asistencia en esta nueva toma de contacto, pero la parroquia malaguista no falló y acudió en masa.
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El mensaje de los aficionados fue claro: aquí nadie se baja del barco. En total acudieron al campo de Martiricos 18.885 personas, que llenaron el graderío y generaron un gran ambiente; de otra categoría. Y es que precisamente en este nivel donde ahora compite el Málaga esta cifra de asistencia es algo muy excepcional. Tanto como la presencia del club en Primera RFEF. El Málaga está en horas bajas y los aficionados están molestos por muchas cuestiones tanto deportivas como institucionales, pero eso no les impide seguir queriendo estar cerca del equipo y arrimar el hombro. Precisamente esto fue lo que hicieron porque la mayoría se guardó sus críticas y reproches para darle un voto de confianza a los nuevos jugadores y arroparlos.
Hubo múltiples momentos de la noche donde la grada tuvo el protagonismo. El gol inicial de Roberto, al minuto 9, fue clave para prender la llama. El cántico más repetido empezó a ser el de la ilusión. «¡Nos van a ver volver!», gritaron. El gol en contra después fue un chasco, pero rápidamente la reacción fueron consignas del tipo «¡si perdiendo vas, te animaremos más!», como entonó la Grada de Animación, que llevó la voz cantante con más energía aún tras su ampliación de 1.600 personas a cerca de 2.200, aunque todavía no estuvieron todos porque faltaron asientos por ocupar en la curva de Gol Bajo a Tribuna Baja. Igualmente la imagen detrás de la portería fue espectacular, con todos los aficionados vistiendo la blanquiazul.
La fidelidad y el apoyo incondicional tuvieron premio al final gracias al gol de Galilea, que además se produjo con un suspense que lo hizo más emocionante aún. El tanto del triunfo llegó en el minuto 93 y LaRosaleda estalló de alegría. Un alegrón más bien que era justo lo que necesitaba el malaguismo. Se da por descontado que hay que convertir el estadio de Martiricos en un fortín para estar arriba, pero noches como la de ayer sirve para tomarla como ejemplo.
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