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De acariciar una semifinal de la Champions el 9 de abril de 2013 a deambular hundido en la tabla de Primera en diciembre de 2017. A día de hoy el proyecto del jeque Al-Thani en el Málaga ha tocado fondo después de ... un año nefasto. La progresiva devaluación de la plantilla se ha traducido en una espiral tan peligrosa que la amenaza de descenso es de lo más real. El equipo acaba de despedir un ‘annus horribilis’ y se dispone a afrontar un 2018 que se antoja clave en el devenir deportivo, económico y social de la entidad de La Rosaleda.
El año 2017 ha supuesto una sucesión de expectativas no satisfechas, decepciones deportivas, errores en la planificación y un creciente malestar en el malaguismo, cada vez más desencantado con la gestión del jeque. Comenzó con nuevo entrenador, Marcelo Romero, anunciado a tres días de acabar 2016 y que se estrenó con una derrota en Balaídos, y acabó con un consenso para reclamar la salida de Míchel, que a su vez sustituyó al uruguayo apenas diez jornadas después (tras un pobre balance de cinco de treinta puntos). Pese al respaldo de la plantilla, la desgracia en algunos encuentros y la lesión de Sandro frustró la apuesta sorprendente del club por el ‘Gato’.
Con Míchel el Málaga remontó el vuelo. Aunque tardó tres compromisos en ganar, el 0-1 en Gijón fue el punto de inflexión a una temporada mal planificada desde el inicio. El equipo, que no jugó bien con Juande Ramos en el arranque, aunque sí sumó una buena cosecha de puntos, fue capaz entonces con Míchel de ganar seis choques en un tramo de siete encuentros, y eso aseguró la permanencia, que empezaba a verse amenazada ante un inquietante parón en el acopio de puntos.
Las cifras son frías, objetivas e indiscutibles. Si valiera la Liga de los años naturales (no la de agosto a mayo y sí de enero a diciembre), el Málaga descendería. El cómputo excluye a los clubes que no han estado todo el año en la categoría (los descendidos, Granada, Osasuna y Sporting, y los ascendidos Getafe, Girona y Levante).El equipo de La Rosaleda, con 36 puntos, ha sido el tercero con menos puntos, sólo por delante delDeportivo (35) y Las Palmas (29). El registro es más bajo si cabe al haberse celebrado un total de 39 encuentros, no 38 (desde la jornada décimoséptima de la Liga 2016-17 a la decimoséptima de la 2017-18), lo que no suele valer para la permanencia en un torneo normal.
Sin embargo, en el verano la toma de decisiones no terminó de solucionar determinadas carencias y demarcaciones descompensadas en la plantilla. Los errores fueron evidentes. Se pasó de un delantero dinámico (Sandro) a otro de área (Borja Bastón) sin un cambio de estilo de juego, y ni de lejos la contratación de los jóvenes Rolón y Cecchini, casi sin bagaje en su país, sirvieron de recambio para Camacho y Pablo. Ya se apreció en la peor pretemporada de la historia que el principal problema para el Málaga iba a ser empezar la Liga sin un solo ‘pivote’ solvente. Además del fiasco con Rolón, Kuzmanovic, que tampoco es un especialista puro, ha estado lesionado casi todo este periodo. A la espera de que Iturra pueda debutar el lunes, han sido Adrián y Recio los que se han asentado como muro de contención en la línea medular, pero obligados a jugar más lejos del área, con lo que se perdió parte de su capacidad para la llegada.
El año 2017 ha supuesto un reguero de malas noticias: una nueva eliminación copera de forma prematura (otra vez ante un Segunda, el Numancia), lesiones importantes como las de Ricca y Juan Carlos, el adiós de importantes veteranos (Weligton y Duda) y la consolidación del desgobierno. Al-Thani acumula muchos meses lejos de Málaga, y el club sacrificó a Arnau tras su mala gestión y volvió a apostar por Husillos para la dirección deportiva. Hasta se dio el deceso del exresponsable de la Academia, Manel Casanova.
Así las cosas, 2018 será clave. El Málaga tiene por delante 21 ‘finales’, once en casa y diez fuera. El problema es que en La Rosaleda tendrá que recibir aún a los seis mejores equipos (Barcelona, Atlético, Valencia, Real Madrid, Sevilla y Villarreal). De esta forma, habrá más en juego de lo normal en las salidas, y en especial en el próximo mes, ya que los cinco primeros duelos del año (Espanyol, Getafe, Eibar, Girona y Las Palmas) son una buena opción de sumar.
El Málaga, con sólo once puntos, arranca con cuatro de desventaja respecto a la zona de permanencia, aunque el decimoquinto de la tabla figura ya a nueve. Esto hace que sus esperanzas de salvación se centren sobre todo en batir a tres de los cuatro equipos situados más cerca (Levante, con 18; Alavés y Deportivo, con 15, y Las Palmas, con 11). Aunque resulta difícil determinar dónde puede quedar al final el listón de la permanencia, se antojan necesarios entre 24 y 31 puntos más, en los escenarios más o menos optimistas. En definitiva, de ocho a nueve victorias, o un número menor de triunfos combinado con más empates.
En un 2018 que debe ser también el año de la Academia, pues el club ya ha anunciado para este mes el comienzo de las obras, es mucho lo que está en juego. Por un lado, la continuidad del ciclo más largo del club en la élite, con diez temporadas seguidas en Primera (desde la 2008-09 a la actual), que superó ampliamente el anterior registro de siete (entre la 1999-2000 y la 2005-06). Por otro, el maná económico de los derechos de televisión, una partida claramente revalorizada y que va a permitir un notable crecimiento a la competición española en la máxima categoría. Los ingresos se han doblado en apenas dos años y son ya de 55 millones, pero hay una perspectiva de que puedan crecer casi otro 40% desde la campaña 2019-20, cuando se negocie el próximo contrato. Aunque el Málaga podría recibir 30 millones como ayuda en caso de bajar, el peligro estaría en no conseguir el retorno a Primera de inmediato.
En tercer lugar está en juego el crecimiento social del club. Los 25.000 abonados de la temporada suponen el segundo mejor registro de siempre y están cerca del récord de 26.000 en la campaña en que se disputó la Champions (2012-13). Ese último logro fue un hito en la ciudad y fidelizó a numerosos niños y jóvenes. Tanto es así que hasta entonces nunca se había visto la camiseta blanquiazul omnipresente en todos los ámbitos de la vida social malagueña. Un hipotético descenso supondría un freno brusco en la evolución del malaguismo, en unas décadas (desde 1999 sólo se han jugado dos campañas fuera de la élite) de asentamiento del fervor malaguista en la afición futbolística y de pérdida de fieles del Real Madrid y del Barcelona.
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