In extremis llegó la victoria, pero un triunfo necesario y balsámico al fin y al cabo. Menos mal. Hubiera sido un mal rato para los casi 20.000 héroes que se dieron cita en La Rosaleda y merecen un mejor trato que la mala gestión ... que quienes mandan en el club, sumido en el colmo de los despropósitos. Que 20.000 aficionados vayan a ver el debú en Primera Federación en su campo del equipo de sus amores lo dice todo, y más con la falta de ilusión que tanto el administrador judicial, como el director general y el director deportivo han generado ante la opinión pública en el cierre de la ventana de fichajes de agosto. La frase de Pellicer fue lapidaria: «¿Que si espero más fichajes? Yo a las once apago el móvil y me voy a dormir». Tremendo. Mejor exposición de la política de quienes mandan en Martiricos no hay; ha entrado dinero, mucho, por Ivan Jaime y por Horta, pero no ha habido fichajes. Mal, muy mal. Porque además debutamos con derrota en Castalia, y ante el Atlético de Madrid B nos ha costado un mundo ganar. En el tiempo añadido, con mucho sufrimiento, demasiado. Repito una vez más, no merece Málaga un club como el Málaga, que debe aspirar a volver a Segunda y a Primera cuanto antes, pero que está sumido en la tristeza del mediocre, donde nos quitan los jugadores hasta equipos de aldeas de la España vaciada, que ya es el colmo.
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El Málaga ganó, pero no convenció. Espero que ahora no salga el director general diciendo que le gustó el equipo. Necesitamos refuerzos, necesitamos ilusión, necesitamos agradecerle a esta maravillosa afición que esté volcada con un equipo de fútbol que lleva muchos años dándole la espalda con sus malos resultados y sus derrotas. Tres puntos, sí, menos mal, pero malas vibraciones. No se ve un futuro claro ni abierto, y si la gestión sigue siendo la que estamos sufriendo hasta ahora a lo mejor lo peor está aún por llegar,
Ojalá me equivoque, repito, pero este equipo no está en condiciones de ascender, al menos ahora mismo; con estos mimbres es difícil hacer una buena cesta. No nos vale la euforia, lógica, tras el gol de Galilea en el 93. Fue preciosa la reacción de jugadores y de afición, pero tampoco hay que ser un lince para saber que sí no se hubiera producido esta especie de milagro se hubiera liado. Hay casi 20.000 héroes que se merecen otra cosa. Y una ciudad y una provincia que también necesitan sentirse felices y orgullosas de su equipo de fútbol. No podemos quedarnos en la mediocridad, aunque parezca que algunos de sus dirigentes es donde nadan no más comodidad…
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