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Uno de cada cinco hogares de la capital está formado por una sola persona: si la cifra global de hogares supera los 157.600, los unipersonales son más de 31.500. Entre 2013 y 2020 el número de quienes viven sin compañía en Málaga ha ... aumentado un 23,57%, más del doble que la cifra total de hogares, que ha crecido un 10,7% en ese plazo. El incremento de las vidas en soledad responde a una tendencia en la que Málaga no es la excepción, sino la norma, si bien en esta capital puede estar produciéndose de una manera algo más exacerbada. De eso informan los datos. Así, en el conjunto de España el volumen de hogares unipersonales ha subido un 10,83% entre 2013 y 2020 —la mitad que en la ciudad—, y en Andalucía el incremento es del 15%.
La primera cuestión a resolver es por qué en Málaga aumentan más los hogares unipersonales. El profesor de geografía de la Universidad de Málaga Juan José Natera expone algunas razones. Para empezar, de esta ciudad sale mucha población joven que conforma hogares que no son unipersonales en municipios limítrofes: Málaga exporta población joven y natalidad; al tiempo, la población envejecida, la más propensa por razones de edad a quedarse sola, es la que en mayor medida tiende a quedarse en la capital. Otra causa que menciona es que Málaga recibe migrantes laborales jóvenes de entre 25 y 34 años y que éstos en gran medida crean hogares unipersonales, sobre todo los varones, ya que las mujeres, observa, tienden a residir con familiares.
El profesor Natera es miembro del Grupo Interdisciplinar de Estudios Rurales y Urbanos de la Universidad de Málaga que acaba de elaborar una investigación financiada por el plan propio de investigación de la UMA sobre los hogares unipersonales de la capital en la que se ahonda en sus características y también en cómo están distribuidos en la geografía local. Más allá de constatar la abundancia de hogares unipersonales formados por mujeres mayores, revela que la mayoría de quienes viven solos no son ancianos, sino que son adultos jóvenes, sobre todo hombres.
De acuerdo con su investigación, la feminización de los hogares unipersonales sólo empieza a aparecer más allá de los 55 años, con mayor incidencia a partir de la edad de jubilación, y va incrementándose conforme la población va envejeciendo. El estudio muestra que las mujeres están sobrerrepresentadas en los hogares solitarios formados por personas entre los 60 y los 85 años, mientras que los varones predominan en la horquilla entre los 35 y los 55 años.
Mientras la emancipación de los hijos y la viudedad subyacen en la situación de las mujeres solas, en el caso de los hombres jóvenes que conforman sus hogares unipersonales las causas suelen ser, bien su salida del nido familiar, bien los procesos de separación. En otras palabras, la mayor esperanza de vida de las mujeres favorece que vivan solas en sus años finales; en el caso de los varones, su situación se explica por su mayor tendencia a vivir en soledad cuando se rompe el hogar del que provienen tras producirse una separación de pareja, ya que suele ser la mujer la que se queda residiendo con los hijos o los familiares dependientes, mientras que el varón abandona la vivienda familiar y se establece por su cuenta. En todo caso, al margen de este tipo de coyunturas, los autores inciden en el hecho de que entre los 25 y los 54 años la propensión a vivir solos es más elevada entre los varones que entre las mujeres.
En cuanto a la distribución geográfica de los hogares unipersonales, éstos están principalmente ubicados en sitios céntricos de la capital y sus alrededores; además de en todo el litoral oriental, si bien en esta última zona la mayor concentración de personas que viven en soledad se produce en una de sus territorios más añejos: Torre de San Telmo. En cuanto a la zona occidental de la ciudad, las personas solas tienen una distribución más fragmentada, aunque se observa abundancia en las expansiones de posguerra más antiguas, como Haza Cuevas o Tabacalera.
En todo el resto de la capital, dice Natera, la gente vive acompañada, sobre todo en las zonas renovadas de la urbe, como la Trinidad, Mármoles o Carretera de Cádiz. Ahí, dice el geógrafo, las familias se han instalado más tarde y no les ha dado tiempo ni a que los hijos se emancipen ni a enviudar.
Los hogares unipersonales más jóvenes y mejor insertados en el mundo laboral –quienes, tanto locales como extranjeros, están ocupados en el pujante sector tecnológico–, según explica Natera, tienden a ubicarse en zonas más caras del centro de la ciudad, pero también en el paseo marítimo Antonio Banderas, donde las viviendas también tienen un precio más abultado. Aunque además se ha observado otro fenómeno: hay hijos que empiezan a ocupar en solitario las casas familiares situadas en zonas cercanas al centro, como Carranque, porque sus padres se retiran en ocasiones a las segundas residencias que pueden tener en localidades como Rincón de la Victoria.
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