Pedro Sánchez, en el primer acto conmemorativo de la muerte de Franco. efe
REPASO SEMANAL

¡Viva la muerte de Franco!...

Javier Recio

Málaga

Domingo, 12 de enero 2025, 01:00

Resulta raro eso de celebrar la muerte de alguien, por muy dictador que haya sido. Sin duda hubiera sido otro cantar si Franco hubiera sido ... derrotado en vida y no por una tromboflebitis en el Hospital de La Paz. Si el pueblo, en definitiva, hubiera sido quien lo hubiera destronado del Palacio de El Pardo. Pero por mucho que quieran empeñarse, Franco ganó todas las batallas y no hay que olvidar las miles y miles de personas que acudieron al entonces Palacio de Oriente para darle el último adiós. Los países que tienen respeto por sí mismo suelen celebrar sus victorias y España, que ha sido uno de los mayores imperios que han existido a lo largo de la historia, tiene bastantes hechos que festejar. Sólo se celebra el día de la Hispanidad, que conmemora el descubrimiento de América el 12 de octubre de 1492, pero sin embargo ha caído en el olvido el 2 de enero de ese mismo año, cuando los Reyes Católicos ganaron Granada poniendo fin a ocho siglos de ocupación musulmana en la península. No sólo no se celebra esa fecha, salvo en la ciudad andaluza, sino que cada vez hay más españoles que sienten vergüenza por eso, como por su hegemonía durante cinco siglos en América. Hemos olvidado parte de nuestra historia o al menos no hacemos suficiente alarde de ella. Hay una fecha que seguramente los estudiantes de hoy ni la conocen y que supuso un freno a la expansión del imperio otomano consolidando de esa manera el modo de vida occidental que ha llegado a nuestros días. Me refiero a 1571, con la batalla de Lepanto, donde los barcos comandados por Juan de Austria consiguieron una gran victoria ante los turcos. De eso poco se habla. También hay grandes gestas como fue la defensa de Cartagena, donde Blas de Lezo consiguió librarse del asedio británico en 1741 pese a que tenía bastantes menos hombres que los ingleses. De eso poco se habla. Mucha gente quizá no sabrá que España llegó a dominar una séptima parte del mundo, algo que ninguna otra potencia ha conseguido. Pero de eso poco se habla, parece que nos da vergüenza. También hemos tenido sonadas derrotas, como la que sufrió la Armada Invencible en 1588 o el llamado desastre del 98 cuando se perdió la influencia en el mundo con la caída de Cuba y Filipinas. De eso es normal que no se hable, porque no hay que celebrar las derrotas.

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El Gobierno de Pedro Sánchez se ha sacado de la manga un año de celebraciones para festejar una muerte natural, la del dictador Franco. Y lo hace además mintiendo, como si la democracia hubiera nacido de manera automática tras el fallecimiento de Franco, algo que no ocurrió hasta un año más tarde con la aprobación la Ley de la Reforma Política que daba paso a la democracia y que no hay que olvidar que fue propiciada por las Cortes... franquistas. Esa es la historia real y no cómo se quiere pintar. Sánchez presenta la muerte de Franco como una victoria social y no fue así. La ciudadanía de la época por desgracia no estaba en esas cosas, es más, las imágenes demuestran un apoyo al dictador cuando salía a la calle y que no tiene por cierto a día de hoy el actual presidente del Gobierno, que recibe abucheos cada vez que pisa la calle. Sánchez quiere meter el miedo en el cuerpo, pues asegura que la dictadura puede volver a España y que hay que defender la democracia. Lleva razón en eso, hay que defender que en este país haya división de poderes, que los jueces puedan procesar a la mujer de un presidente del Gobierno sin que sean increpados por el Ejecutivo o que se lleve a juicio a un fiscal general del Estado si se extralimita o que se pueda enjuiciar la presunta corrupción de exministros o que se critique que el tufo político y partidista del Tribunal Constitucional o que todos seamos iguales entre ley y que nadie se la salte por interés político vía amnistía... Eso es lo que hay que celebrar y por lo que hay luchar. En la pantomima de carácter claramente partidista celebrada el martes sólo faltó que Sánchez hubiera cerrado el acto con un «¡Viva la muerte de Franco!», aunque eso hubiera sonado al lamentable berrido de Millán Astray...

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