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La vida tras el centro de menoresLa maleta en la puerta. Tal cual. Es el regalo que les aguarda la mayoría de edad a los chicos y chicas que viven en centros de protección de menores. En ese momento se convierten en jóvenes extutelados y quedan al margen del sistema de protección de la Administración Pública. Una bofetada de realidad que afrontan en un momento de máxima vulnerabilidad, con la mochila emocional que arrastran, la inexperiencia propia de su juventud y la incertidumbre ante su futuro a corto, medio y largo plazo: «Se marchan con pocos recursos, con la presión de volar solos y la inquietud de no saber qué va a ser de ellos», lamenta Carlos Galiano, trabajador social en Málaga de 'Crecer con futuro', una ONG empeñada en mejorar la calidad de vida de niñas y niños que viven en riesgo de exclusión social. «Hasta ese momento sus necesidades básicas, -comida, ropa o techo- están cubiertas pero desde ese momento su vida cambia: son responsables de ellos mismos, sin apenas red de apoyo».
Según los datos que maneja la ONG, en Andalucía unos 2.400 menores se encuentran en centros de protección porque sus familias de origen no pueden hacerse cargo de ellos por diferentes motivos y la administración asume su tutela.En la provincia de Málaga, según los datos de la Junta actualizados a fecha del mes de enero, son 428 los chicos y chicas tutelados. Y ojo: de ellos, 143 tienen entre 15 y 17 años por lo que el reloj biológico empieza ya a jugar en su contra. Están en la rampa de salida, por decirlo de alguna forma, en la cuenta atrás para dejar atrás el acompañamiento que ahora atesoran.
Ya cuando cumplen los 16 años son los propios centros de protección los que arrancan el trabajo previo a su emancipación. Explica a SUR Gema Carrasco Sequera, también responsable de 'Crecer con Futuro', que en ese momento se ponen todas las cartas sobre la mesa: se analiza con el chico o chica si tiene opción de volver con su familia de origen, si dispone de algún tipo de ayuda externa; se estudia sus posibilidades reales para mantenerse a flote solo. «Se les busca incluso desde antes de esa edad opciones de formación con salidas laborales que les permitan lograr un trabajo cuanto antes», aclara. «Es muy injusto: se les exige independencia y que decidan su futuro a una edad muy temprana».
Ese camino para la mayoría de edad lo recuerda a la perfección Xiomara Lévano Saá, una joven malagueña que vivió en un centro de protección los últimos dos años junto a sus dos hermanos pequeños hasta que el pasado mes de noviembre cumplió los 18. También lo tiene reciente Souleman, que llegó a Málaga con 14 y hasta su mayoría de edad vivió en la Ciudad de los Niños, en la capital malagueña.
Xiomara, Xio para los amigos, tiene una fecha grabada a fuego en su memoria y en su corazón: el 21 de febrero de 2023. Ese día, con 16 años, llegó al Centro de Atención a la Infancia (CAI) de Torre del Mar, en situación de urgencia, acompañada de sus dos hermanos menores: Lidia y Omar, que por entonces tenían 10 y 8 años. Poco después se instalaron en un piso tutelado junto a otros chicos en su misma situación. Y fue entonces cuando el tic-tac del reloj empezó a filar hacia la mayoría de edad: «Un mes antes de mi cumpleaños, mi hermano pequeño me repetía una y otra vez que no quería que me marchara, que quería venirse conmigo», rememora. Al soplar las velas hace cuatro meses, «tras una fiesta de cumpleaños inolvidable», su vida dio un giro de 180 grados. «Te cambia la vida de la noche a la mañana. Te explican lo que va a ser pero no es ni de lejos lo que te cuentan. Yo no tengo ayuda de mis padres o mi familia. Sentí todo el peso encima», describe. «Sientes que te tiran al vacío. Fue duro, abrumador: un choque de realidad», cuenta esta joven malagueña que ahora reside de manera temporal en un piso de mayoría de edad de la Junta, es decir, un alojamiento destinado a chicos y chicas extutelados sin recursos, para ayudarles en su proceso de independización. «Ahora, afortunadamente me ayudan con el piso, la comida y otros gastos», explica la joven que está estudiando para ser técnico en Cuidados de Auxiliar de Enfermería.
Xio
Al principio, asegura, se hace un poco cuesta arriba porque se encuentran con muchas cuestiones que deben aprender a gestionar: pedir cita para el médico, cambiar la bombona de butano o hacerse con la vida laboral. «Es verdad que tenemos una orientadora que nos ayuda pero aunque tengamos ese apoyo, muchas veces nos vemos solas. En la estancia en los centros de menores y fuera de ellos se debería cuidar más la salud mental», reflexiona.
Pese a todo, asegura que lo más duro de su nueva realidad ha sido separarse de sus hermanos. «Son mi mundo. Siempre los he cuidado: siento que son mi responsabilidad». Ellos no pueden ir a verla al piso porque las visitas de cualquier clase están prohibidas, explica. «Quiero hacer las cosas bien y demostrar que puedo encargarme de ellos. Sé que en el centro de menores están bien atendidos pero mi sueño es poder mantenerme y llevármolos conmigo.Quiero enseñarles que se puede, que se sale, que no están solos. Indicarles un poco el camino», confiesa sonriente.
Souleymane, o Souley como le conoce todo el mundo, ya lleva un par de años fuera del centro de menores y su testimonio sirve para demostrar que se puede salir adelante. Llegó a España con 14 años en un complicado viaje desde Mali, su tierra natal, del que no quiere dar más detalles. Su padre le dijo que se iba a ir con un tío suyo a Francia, pero acabó en Marruecos y de allí entró a España. Primero estuvo en un centro de Torremolinos y después fue a parar al ubicado en Los Asperones, donde estaba decidido a estudiar. «De los cinco compañeros que llegamos juntos a Torremolinos, los otros cuatro se escaparon», relata. Pero él tenía claro que quería estudiar y graduarse. «Cuando cumplí los 18 años, sabía que tenía que dejar el centro. No me pareció tampoco mal, porque conocía a otros compañeros que habían salido y a los que les iba bien y también quería tener esa libertad y conocer cómo es el mundo fuera», se sincera. Eso sí, lo hizo con mucha incertidumbre: «Está el miedo de quedarte en la calle, que es muy fácil y también lo hemos visto en otros compañeros. Pero aún con ese miedo, quería seguir adelante, buscar un trabajo ya que tenía todos los papeles en orden», recuerda.
Souley Iguila
Empezó a trabajar en la hostelería, prácticamente la única opción que le abría las puertas. Desde los 18 años, Souley ha estado compatibilizando sus estudios con el trabajo de camarero en distintos establecimienos. También le ofrecieron un piso de mayoría al igual que Xiomara. Ahora trata de sacar adelante un Grado Medio en de Auxiliar de Enfermería en el colegio Sagrada Familia (SAFA-ICET) en El Palo y a la vez encontrar vivienda en la que asentarse. Con 20 años y ya sin respaldo institucional, este joven maliense sigue decidido su camino, compartiendo un piso y con el objetivo de estudiar ahora un Grado Superior de Imagen para el Diagnóstico.
Una vez los menores de los centros de protección cumplan la mayoría de edad y salgan fuera del sistema de protección de la Junta de Andalucía, ¿qué recursos tienen a su alcance? Para este año 2025 el Gobierno andaluz, a través de la Consejería de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad, tiene programadas un total de 151 plazas para su programa de mayoría de edad. «Se trata de un recurso para que estos jóvenes comiencen a adquirir competencias sociolaborales. Está dirigido a chicos y chicas mayores de 18 años sin apoyo familiar, sin vivienda o recursos personales. Para ayudarles en el inicio de su vida independiente», explica a SUR Ruth Sarabia, delegada de Inclusión en Málaga. Una ayuda que contempla alojamiento, manutención, formación o ropa durante un período máximo de dos años.
Sabaria indica que estos llamados recursos de mayoría no se conceden a todos los jóvenes que salen de los centros de protección: se les asigna a los que demuestran interés en seguir con sus estudios o formación o los que se encuentren en situación de búsqueda activa de empleo. Para concederlos, se estudia y se realiza previamente un itinerario individualizado de los chicos y chicas. Como novedad, en este ejercicio se han previsto cinco plazas específicas en pisos para jóvenes con trastornos de salud mental y otras diez plazas para que compartan vivienda estudiantes de grado superior o carrera universitaria. La mayoría de estos pisos se encuentran en la capital aunque también se ubican en municipios donde su insercción laboral resulta más ágil: Cártama,Ronda, San Pedro, Archidona, Antequera o Torre del Mar.
El programa también contempla un seguimiento de parte de profesionales aunque, obviamente, no de la misma forma que cuando están tutelados. «Tienen más libertad aunque firman un compromiso de normas de convivencia».
Pese a las dificultades, se muestra satisfecho de vivir en Málaga, donde cree que existen muchas oportunidades y facilidades para poder estudiar. Además, desde los 16 años contó con la ayuda y la implicación de una familia colaboradora, un matrimonio con una hija con la que compartía fines de semana y que le echaban una mano con los estudios. «Me ayudaron mucho y actualmente sigo contando con ellos, les cuento cómo me va y me aconsejan. Sólo tengo 20 años, ¡no sé mucho de la vida!», bromea. Al final de la entrevista el joven se muestra ambicioso con su futuro:«Cuando lo digo, la gente no se lo cree, pero después del Grado de Rayos X quiero ir a la universidad y estudiar Medicina, me gustaría especializarme en Traumatología. Me veo lejos, pero a la vez también cerca».
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