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María (nombre figurado) sufrió un desahucio hipotecario en diciembre de 2024. Ñito Salas
La vida después de un desahucio: «Siempre estoy pensando dónde voy a dormir mañana»

La vida después de un desahucio: «Siempre estoy pensando dónde voy a dormir mañana»

María (nombre figurado) sufrió un lanzamiento hipotecario en diciembre. A continuación, encontró refugio durante un mes en una pensión sufragada por el Ayuntamiento junto a su madre y sus dos hijos, pero desde el 12 de enero la familia vive entre una habitación de una antigua vecina y apartamentos que alquila por Booking

Sábado, 8 de febrero 2025, 14:23

¿Cómo es una vida después de un desahucio? Hay tantas como personas que han pasado por ese amargo trago. Pero la de María (nombre figurado, porque quiere preservar su identidad ya que aún está asimilando lo que le ha sucedido) tiene algo singular: pudo exponer su caso ante el pleno de la Casona. «Fui tantas veces al Instituto Municipal de la Vivienda que el guardia de seguridad me dijo que quizás me escuchaban más en el propio Ayuntamiento. Allí me planté, pedí cita e intervine, pero mi turno llegó cuando todos los periodistas se habían ido ya», explica. «No quiero llorar, quiero hablar donde se me escuche. Y hacerlo en el Ayuntamiento me dio fuerza», afirma.

Después de cada pleno que se celebra en el Consistorio, en el pospleno, el alcalde da voz a ciudadanos para que puedan expresar sus problemas. Y ése fue el mecanismo que empleó el pasado 30 de enero esta joven que no llega a la treintena para contar cómo es su vida desde que el 12 de diciembre fuera desahuciada junto a su madre, sexagenaria, y sus hijos de cuatro y cinco años. En primera instancia, los servicios municipales de emergencia social le ofrecieron una alternativa habitacional: dos semanas en una pensión en la que dice haber sufrido un «calvario», porque considera que no cuenta con el ambiente idóneo para una familia con niños. Este periódico se ha puesto en contacto con ese alojamiento y explica que colabora con servicios sociales del Ayuntamiento, con emergencia social, así como con organizaciones como Cruz Roja o Cáritas y que recoge sobre todo a personas recién llegadas a España y en situación de calle.

María, pese su descontento con las instalaciones, desesperada porque no tenía otro lugar donde cobijarse ella y su familia, recurrió de nuevo a los servicios sociales del Ayuntamiento, que le prorrogaron su estancia en esa pensión por dos semanas más.

«Desde el momento en que comencé a empaquetar las cosas, mis hijos me empezaron a preguntar qué pasaba. Yo les expliqué que el dueño de la casa nos la había dejado, pero que ahora la necesitaba y se la teníamos que devolver»

Así que allí estuvieron cobijados los cuatro desde el día 12 de diciembre en que fueron desahuciados y el 12 de enero. El suyo no fue un desalojo por ser una inquilina que incurrió en impago a su casero; fue un lanzamiento por el impago de una hipoteca que estaba a nombre de su excuñado pero en la que también figuraba su madre. El pago de las mensualidades se le complicó con una reunificación de deudas: la letra se disparó, se convirtió en inasumible para la familia, sobre todo después de la pandemia, porque ella trabajaba en la hostelería y se quedó sin trabajo porque el local que la empleaba cerró definitivamente.

La mujer ofreció al banco la dación en pago y quedarse en la vivienda con un alquiler social, pero no fue posible. Así que el desahucio terminó llegando un día lluvioso y con sus niños enfermos: «Desde el momento en que comencé a empaquetar las cosas, me empezaron a preguntar que qué pasaba. Yo les expliqué que el dueño de la casa nos la había dejado, pero que ahora la necesitaba y se la teníamos que devolver. Ahora los niños me dicen que echan de menos su casa, que quieren volver a su casa o que cuándo van a tener una casa nueva».

«Nadie alquila una casa a una familia con niños»

Cuando se le acabó la estancia cubierta por los fondos municipales en la pensión, se tuvo que buscar la vida. «Me dijeron que me podía ir a Puerta Única, pero si llego a esa situación, los niños me los quitan», explica. Con los 1.200 euros que ingresa la familia por ser beneficiaria del Ingreso Mínimo Vital podría alquilar algo, sobre todo contando con la ayuda municipal para pagar el alquiler. Pero dice que ahora mismo le es imposible: afirma que en la actualidad nadie alquila a una madre con niños. Poder acceder a un arrendamiento le daría la posibilidad de empezar una nueva vida y terminar sus estudios de tanatología, que ha tenido que interrumpir.

«Mi vida está en un trastero y ahí armé un ropero del que voy cogiendo y soltando ropa. ¿Dónde lavo? En el Lavomatic»

Tras despedirse de la pensión, habló con una vecina de su antiguo bloque en el barrio de Miraflores, que le deja dormir en la habitación de su hija cuando ésta está fuera, de jueves a domingo. «Lunes, martes y miércoles me voy buscando alternativas, como pensiones… Por ejemplo, esta semana he estado en el Jardín de los Monos, en un apartamento alquilado por Booking. Me ha costado 150 euros. Ahora, para cuando llegue el lunes, pues ya desde el viernes me pongo a buscar otro apartamento diferente, alojamiento o lo que sea. Y sigo buscando alquiler, pero yo creo que si digo que tengo un perro no me ponen tantas pegas que si digo que llevo un niño; no quieren niños», describe.

¿Cómo va moviendo sus cosas en este trasiego?, ¿cómo lava la ropa para que sus niños vayan limpios todos los días al colegio? «Mi vida está en un trastero y ahí armé un ropero del que voy cogiendo y soltando ropa. ¿Dónde lavo? En el Lavomatic. También he aprovechado, por ejemplo, a poner lavadoras en el apartamento en el que me quedé esta semana. ¿Cómo duermen cuatro personas en una habitación? Pues es un juego de Tetris», bromea.

Aunque lo de dormir, parece que es un decir: el desahucio le ha producido terrores nocturnos y se encuentra en tratamiento psicológico y con tratamiento farmacológico. Pero no se permite flaquear: «Tengo que ser fuerte por mi madre, por mis hijos, siempre he sido yo la que ha tirado del carro».

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