Borrar
Un grupo de los estudiantes de informática, que también aplican sus conocimientos a su ocio. Migue Fernández
Veteranos y aprendices de la navegación segura en la red

Veteranos y aprendices de la navegación segura en la red

Mayores solos o en pareja, familiarizados con los ordenadores, o no, estudian informática por primera vez o se reciclan para mantener la mente activa y protegerse contra los fraudes cibernéticos

Domingo, 7 de abril 2024, 00:26

Han pasado de que el ordenador les «diera susto» a realizar videollamadas e incluso a jugar con la robótica o con la realidad aumentada. Son un grupo de mayores que pasan varias horas a la semana aprendiendo informática en el centro de acceso público a internet gestionado por la ONG Incide (Inclusión, ciudadanía, diversidad, educación) en la calle Martínez Barrionuevo de Málaga. Buscaban, como explica Loli Galiano, antigua empleada de La Meca de los Pantalones, de 69 años, «que su mente trabajara un poco». También, actualizarse, estar al día, y tener herramientas para manejarse con los trámites con la Administración y los bancos, además de protegerse de los cada vez más habituales y sofisticados fraudes. De hecho, respecto a estos últimos, dan lecciones con tal convicción y profundidad que muy bien podría contratarlos el Banco de España o cualquier organización de consumidores para sus periódicas campañas de sensibilización y protección contra los engaños de los cacos cibernéticos. Por ejemplo, quienes entre ellos compran por internet, lo hacen con tarjetas virtuales para arriesgar lo mínimo ahora que hay tantas páginas web que simulan ser las de las tiendas de siempre y que son fraudulentas. Y a llamadas, mensajes o enlaces raros, ya no contestan 'sí' –es peligroso, esa afirmación los malos la usan en su beneficio, escudándose en que se ha dado consentimiento a lo que quieran– ni pinchan ni dan datos a nadie. El saber es poder. Y estos mayores están muy empoderados.

En el centro al que acuden Loli Galiano y sus compañeros, además de aprender a usar el ratón –qué barbaridad, dice, cómo se le iba al principio, cómo le costaba controlarlo–, a navegar por internet o a preparar documentos con procesadores de textos, también hacen ejercicios de memoria –a veces como deberes que se llevan a casa– y realizan excursiones culturales. Aplican las nuevas tecnologías al ocio y con ellas lo disfrutan y aprenden más. Van a museos y se preparan las visitas usando internet para luego contemplar las obras en vivo y en directo ya con mucha información recabada. Por ejemplo, hace poco hicieron una ruta por las fuentes de Málaga y cada uno de los alumnos se preparó la historia y las características de una de ellas para explicárselo a los demás. Diseñaron el itinerario y todo el material entre todos, aportando cada cual según su nivel de conocimiento informático. Y a veces también crean y utilizan códigos QR cuando se van de excursión.

Loli Galiano lleva ocho años yendo a clases de informática, pero antes de eso no había tocado un ordenador: «En mi casa había uno de esos grandes; nunca me había llamado la atención, me daba susto y todavía me da, no vaya a ser que me vaya a meter en algún sitio... Pero me picó la curiosidad y quiero estar al día. Hasta hace poco tenía un móvil de llamar y punto», explica. Cuánto ha cambiado su vida desde entonces. Ahora se comunica con su familia por videollamada.

No hay límite de edad para incorporarse a las clases que imparte Andrea Barbotta. Pedro Gaspar tiene 89 años –y no es el más veterano, otro pupilo le gana porque ha superado ya los 90 años– y, como confiesa, no tiene los estudios primarios terminados, pero quizás sea de los alumnos más aventajados: maneja el ordenador con pericia, tiene perfil en todas las redes sociales «en X, que antes se llamaba Twitter, en Facebook...», «tengo de todo», afirma, lleno de orgullo. Este hombre, que se jubiló como conductor de autobuses de la EMT después de veinte años de servicio y tras haber hecho con anterioridad de todo, porque su vida laboral comenzó a los ochos años, ahora dice que le gusta la domótica –informática aplicada al hogar–.

Esta clase también es un lugar al que se va en pareja. En este grupo hay dos. En primer lugar, la que forman Miguel Ángel Delgado, de 70 años, y Dolores Pozo, de 63. Dedicados a la hostelería, nunca habían tocado una computadora. Pero con la jubilación y el tiempo disponible asociado, dieron el salto a las clases: ejercitan la memoria, pero también han aprendido a usar el móvil y, además, lo que más les gusta es la robótica:con su muñeco Colby aprenden, casi sin darse cuenta, los rudimentos de la programación.

«Cada vez están recortando más personal las administraciones para que todo se haga por internet»

También están Toñi Gutiérrez, de 64 años, y José Manuel Morales, de 60. Ella, que ha sido peluquera, confiesa que llevaba muchos años queriendo aprender informática:«Lo que pasa es eso, que trabajar –antes se estaba todo el día en la peluquería, se cogía a todo el mundo, no era como ahora que se pide cita–, después que si los niños, que si los colegios... pero ahora que estoy en la casa y los niños son mayores... Quería aprender, porque la informática hoy está a la orden del día en todo;esto ya no es como antes que llegabas a la oficina, esperabas tu cola y te solucionaban las papeletas, ahora todo tiene que ser por internet», dice Toñi Gutiérrez. Y su marido, antiguo empleado de Emasa, añade: «Cada vez están recortando más personal las administraciones para que todo se haga por internet». E interviene Maribel García, de 77 años que fue profesora de educación infantil: «Hay personas mayores que hasta lloran de la impotencia». Por ejemplo, cuando en un banco les mandan a hacerlos trámites al cajero.

Experiencia con el ordenador

«A raíz de un problema de salud, me estoy planteando la vida de otra forma; ahora hago lo que realmente me gusta, lo que no podía hacer antes por todas las cargas que tenemos las mujeres»

Maribel García, por su trabajo, sí había usado el ordenador. Pero para hacer tareas las repetitivas estrictamente laborales, así que siempre tenía que recurrir a sus hijos cuando tenía que hacer cualquier cosa y todavía confiesa que se le atraviesan maniobras como el guardado de documentos. Y también Maricarmen Jiménez, de 63 años y funcionaria de la Administración de Justicia, había manejado la informática en su puesto, pero sólo los programas necesarios para desempeñar sus tareas. Así que seanimó a profundizar en las nuevas tecnologías y además se ha matriculado en Derecho: «A raíz de un problema de salud, me estoy planteando la vida de otra forma; ahora hago lo que realmente me gusta, lo que no podía hacer antes por todas las cargas que tenemos las mujeres».

Muchos reconocen el vértigo que aún sienten ante esas máquinas: «Yo al principio venía diciendo 'a ver lo que voy a hacer hoy, porque como me ponga a mover el ratón, me voy a meter en cualquier cosa y la voy a liar'», dice Toñi. Y sí, alguna vez la ha liado. Confiesa que una vez se llevó por delante la nube en la que el grupo va colgando sus trabajos. Y por eso en casa ni se acerca al ordenador que usan sus hijos para sus estudios. Porque es que no puede evitar toquetear todos los botones.

El grupo, haciendo sus pinitos con la robótica. Migue Fernández

De todas maneras, lo que confiesan que más respeto les da es comprar por internet. Maribel García admite que sí recurre al comercio electrónico. Acaba de comprarse un reloj. Aunque dice que siempre procura utilizar tarjetas virtuales que son, en la mayoría de los casos, similares a tarjetas prepago que deben ser cargadas desde una cuenta corriente por la cantidad que se necesite: una vez consumido el saldo, es necesario volver a cargarlas para poder seguir usándolas. Por eso, son más seguras para realizar compras por internet: se rellenan con el saldo que se prevé usar y, en el caso de que no se gaste, se puede retornar la cifra a la cuenta corriente asociada. Así no se dan los datos de la tarjeta de débito convencional. «Sólo tengo dados los datos de la tarjeta en Amazon, en el resto de sitios no me fío», afirma Maribel García. En Shein, sin embargo, sí paga con la tarjeta virtual.

Algunos confiesan que han sufrido intentos de fraude. Por ejemplo, Loli Galiano explica que recibió el mensaje de texto de alguien pasándose por su hijo que había perdido el móvil pidiéndole que le llamara a un número. Pero hace poco estuvieron en una formación donde se explicaban todos estos timos donde les aconsejaron que nunca hay que dar datos, porque jamás un banco va a pedírselos a nadie por internet o por internet. Dolores cuenta también que ha recibido alguna vez mensajes fraudulentos advirtiéndole de que su tarjeta había sido bloqueada: «Como yo no me fío de nada que me manden, me fui al banco y pregunté si era verdad, o no».

«Nos sentimos protegidos»

«Nos sentimos protegidos», dicen, al recibir clases de informática, porque además de aprender a moverse en el mundo de las nuevas tecnologías, aprenden a hacerlo de forma segura.

Saben que los fraudes, los timos por internet y por teléfono son cada vez más sofisticados. Maribel García da cuenta de uno de éstos, que ella misma ha sufrido: es viuda y la llamaron para decirle que no había cambiado la titularidad del contador de electricidad a su nombre –engañándole, diciéndole que hay una empresa que cobra y otra que distribuye la luz– y que por ello tenía que pagar una multa a menos que pusiera inmediatamente a su nombre el contrato –es decir, a menos que diera en ese mismo instante todos sus datos, incluidos los bancarios–. «Te intimidan con su actitud y su comportamiento», lamenta. Aunque no llegó a dar sus datos bancarios, la llamada resultó en un cambio de compañía contra su voluntad. Y ahora está inmersa en el lío de regresar a la que tenía contratada en origen. «Así que no pienso coger ni un teléfono más que no tenga en mis contactos», asegura. Y también da una clave: se puede grabar la llamada y si se advierte de que se está grabando, entonces se puede usar como prueba en caso de denuncia por engaño. Y están tan al día de lo último, que también saben, como afirma Maribel García que con la inteligencia artificial, si te graban la voz, los 'malos' pueden construir cualquier respuesta a atribuírtela.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur Veteranos y aprendices de la navegación segura en la red