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Parece que no existe porque no se ve prácticamente desde ningún punto de Málaga. Tampoco llegan demasiado los malos olores porque está lo suficientemente alejado de las casas, salvo algunas barriadas de Campanillas como Colmenarejo o Huertecilla de Mañas. De hecho, desde la distancia, la única referencia pueden aportarla los cientos de gaviotas que lo sobrevuelan cada día para darse su particular festín. Estas aves, con una enorme capacidad de adaptación que las asemeja a las ratas, han cambiado los peces por la basura y las costas por el vertedero de Málaga. Y bien que lo protegen cuando alguien intenta acercarse. Primero con unos graznidos que se multiplican y llegan a ser ensordecedores, pero también con sus vuelos amenazantes.
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Su manjar no se toca, aunque sí que reculan cuando las máquinas amontonan con sus palas todos los desechos que vuelcan los camiones de Limasam antes de ser compactados y enterrados en el segundo vaso del vertedero, situado al norte del cementerio y que ya está prácticamente colmatado. Las montañas de desperdicios las acaparan bolsas procedentes de los hogares, pero en este gigantesco cubo de basura también hay cajas de cartón que deberían haber sido tiradas al contenedor azul, escombros que tendrían que ir a una cuba, restos de podas e incluso muebles. A simple vista asoman varios sofás, el cabecero de una cama, palés, tablones y algún que otro colchón que ha pasado a mejor vida.
Y hablando de vida, al que le queda poca es a esta segunda celda, que estará liquidada a finales de año. De ahí que ya se esté preparando el terreno para habilitar la tercera y última celda de este depósito que desde comienzos de 2011 oculta la mayor parte de las 670 toneladas de desperdicios que la ciudad genera cada día. Para hacerse una idea, es el equivalente al peso de tres aviones comerciales. Hay dos pasos claves antes de estrenar este vaso. Por un lado, evitar las filtraciones de lixiviados (líquidos producidos por los residuos) mediante la instalación de unas balsas y la aplicación de una capa de arcilla.
Por otro, crear las conducciones para captar el biogás y trasladarlos a la planta de desgasificación y producción de energía eléctrica. Allí, cuatro motogeneradores se encargan de proporcionar una potencia de 4,2 megavatios que permiten abastecer a todo el complejo y vender a la red el excedente (24 millones de kilovatios en 2020). Precisamente ahora el primer vaso, ya completo, está siendo perforado para introducir las tuberías verticales que permitan extraer el gas, tal y como explica el director del Centro Ambiental de Málaga, Javier Pazos, mientras supervisa el avance de los trabajos.
El nuevo talud que se está creando tiene una profundidad de 30 metros, conformando un enorme socavón de 15 hectáreas que, por muy impresionante que pueda parecer, a un ritmo de 200.000 toneladas de residuos anuales acabará lleno en 2025. Así se pondrá fin al tercer vertedero de Málaga. El primero fue el de Los Asperones, operativo hasta 1994 y al que el Ayuntamiento pretende darle una nueva vida convirtiéndolo en un gran huerto de placas fotovoltaicas. El segundo se ubicó en Los Ruíces, y quedó sellado en 2010 dando lugar a una colina formada por más de seis millones de metros cúbicos de materiales que no se pudieron reciclar y fueron compactados y cubiertos por sucesivas capas. La mecánica siempre es la misma: 2,5 metros de basura y medio metro de tierra. Una especie de sándwich nada apetecible que permanece oculto bajo la falda de una montaña que se intentó repoblar con vegetación pero con escasos resultados.
Con este tercer depósito ya en su recta final, el Consistorio ya está tramitando con la Junta de Andalucía la pertinente autorización para exprimir algo más Los Ruíces destinando parte de los terrenos donde van los escombros y restos de obra para abrir un nuevo vaso aprovechando que desde la anterior crisis se ha reducido la entrada de estos materiales. «Podríamos ganar otros cuatro o cinco años más», admite el gerente de la empresa municipal Limpieza de Málaga (Limasam), Raúl García Paine. El tiempo suficiente para encontrar una solución, ya que la legislación nacional establece que en 2035 sólo podrán tirarse al vertedero el 10% de los residuos generados.
La implantación a partir del año que viene del quinto contenedor, de tapa marrón y también obligatorio antes del 1 de enero de 2024, se antoja clave para reducir la cantidad de residuos que acaban en el vertedero. Su presencia permitirá la recogida separada de la basura orgánica (fundamentalmente, restos de comida) y reutilizarla para hace compost y comercializarlo como abono para jardinería y agricultura.
«El contenedor marrón va a suponer un cambio conceptual que nos va a permitir reducir considerablemente la cantidad de basura que termina en el vertedero», destaca la concejala responsable de Limasam, Teresa Porras. Aunque la solución definitiva apunta a dejar de enterrar la basura y pasar a quemarla para producir electricidad a través de una planta de valorización energética, una idea sobre la que el Ayuntamiento ya está trabajando aunque aún le queda un largo recorrido para ser una realidad. Mientras tanto, a seguir enterrando.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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