
Aquel verano de Miguel Sierra: Historias forjadas a pie de arena
Málaga en verano ·
Este empresario malagueño se ha pasado más de media vida trabajando en la playa. Ahí se han almacenado todos los recuerdos, incluido el nacimiento de su hijoSecciones
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Málaga en verano ·
Este empresario malagueño se ha pasado más de media vida trabajando en la playa. Ahí se han almacenado todos los recuerdos, incluido el nacimiento de su hijoEs imposible que Miguel Sierra elija un único verano como el más importante o trascendente de su vida. Es capaz de seleccionar un día, en el que nació su hijo, el 30 de julio de 1979, pero le resulta muy difícil escoger más allá, porque la mayoría de las cosas sustanciales de su vida han ocurrido siempre entre julio y septiembre. Miguel Sierra es el propietario de Playa Miguel y uno de los empresarios de la hostelería con más experiencia en el mundo de los chiringuitos. Su historia está forjada a pie de arena, y ahí seguirá mientras le dejen.
El día en el que nació su hijo hacía «muchísimo calor», pero lo recuerda como el más feliz de su vida. «Compré un cerdo y lo hice a la barbacoa en el chiringuito, hice un recipiente enorme de barro de sangría e invité a todo el mundo a comer y a pasarlo bien, quería compartir lo que sentía con todos». Contrató a unos músicos mexicanos muy populares en la época por la playa de la Carihuela. «Los conocíamos como los panchitos, y allí se pusieron a tocar para animar la fiesta». Todos los turistas de la zona acudieron a la fiesta de bienvenida y fue «memorable».
Su hijo también ha crecido vinculado a la arena y al mar. «Es campeón de España de moto acuática», comenta Sierra. «Además, tenemos dos nietos maravillosos».
Otro de los muchos veranos que marcaron la vida del empresario fue el de hace «treinta o treinta y cinco años» –por más que lo intenta no consigue aislar la fecha exacta–. «Fue durante el que nos dieron la concesión para montar el chiringuito de forma oficial y legal durante todo el año». Ese paso permitió que su negocio fuese «estable» y se transformase en un lugar en el que aplicar «todas las ideas» que iba teniendo. «Ya llevaba veinte años en la playa y no podía hacer todo lo que me gustaba ni ofrecer la calidad que queríamos porque teníamos que estar montando y desmontando cada verano».
A partir de ahí empezó a poder poner frente al turista «lo mejor y un servicio perfecto, sin deficiencias». «Todo empezó a ser más sencillo, desde la limpieza hasta el almacenaje de los productos, sentimos una alegría grandísima porque llevábamos muchos años queriendo dar el paso y sentimos que fue un reconocimiento a nuestro trabajo, la satisfacción fue tremenda».
Sierra explica que, antes de la concesión, la sensación que les quedaba cada verano era una «pequeña frustración» por ver que era imposible aplicar las ideas y los conceptos que tenían en mente para sacar partido a las oportunidades que ofrecía la Carihuela. «No podíamos ser todo lo creativos que queríamos, ni servir a los clientes en las tumbonas, poner unos baños apropiados y ampliar los conceptos empresariales». Por eso, ese verano, aunque ya llevaba dos décadas viviendo de la playa, por primer vez se paró a pensar:«Joder, esto es una realidad, ya puedo por lo menos dar un servicio decente al turista».
Hay muchos más veranos que marcaron la vida de Sierra, entre ellos los de su infancia. «Yo empecé vendiendo gaseosa por la playa», explica. Su incursión al mundo laboral a pie de arena se produjo en la época en la que Torremolinos acogía a la élite del mundo artístico en la temporada de baño. «Conocí a toda la élite del momento, me encontré con Orson Welles y Hemingway en unos apartamentos en los que era el chico para todo». Se encargaba de las hamacas, de adecuar las piscinas y de hacer las veces de camarero en las fiestas que marcaron los principios de los años sesenta. Como ya indicó a SUR en una entrevista de 2006, las caras conocidas desfilaban por delante suya cada verano:«Toreros famosísimos como Julio Aparicio, Ordóñez, Curro Romero... duques, marqueses... y todos pasaban por Torremolinos, desde Soraya hasta Queen».
¿Qué conclusión saca de todo aquello? Que los veranos en la playa son «los más divertidos». «En aquellos años el turismo era una cosa exagerada, desmesurada, cuando llegaba la hora de cobrar el extranjero ponía la mano con el dinero para que cogieras lo que quisieras». Es más, en algunas ocasiones «las propinas sumaban más que el precio del servicio en sí, era una cosa alucinante de verdad». «No había caja registradora y muchas veces ni apuntaba las cañas, a lo mejor se habían tomado diez y querían pagar quince».
Sierra asegura que Torremolinos fue la cuna del turismo como se conoce ahora en la Costa del Sol. «Los hoteles de Benalmádena decían que eran de aquí porque la marca Torremolinos era una cosa conocida en todo el mundo». A lo largo de su amplia carrera, el empresario ha visto crecer a clientes que llegaron cuando eran niños y ahora acuden con sus hijos a tomarse un pescaíto.
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