Lara, con su familia en los viñedos. SUR
Verano 2020: El verano de mi vida

Juan Antonio Lara: «Ya no existen lugares mágicos como La Cala que recuerdo»

«Muchos veranos había que embotellar e íbamos mis primos y yo con mi padre», recuerda el propietario de Bodegas Lara

Emilio Morales

Málaga

Miércoles, 19 de agosto 2020, 00:24

Para muchos, los veranos tienen que ver con lugares. Esquinas en las que se saborearon los primeros helados, porterías en las que se marcaron goles antológicos y playas que, pese a no estar a miles de kilómetros de casa, son las mejores del mundo. Para ... Juan Antonio Lara, propietario de Bodegas Lara, el verano tiene mucho que ver con La Cala del Moral: «Nosotros veraneábamos en La Cala desde que tengo seis años. Me sigue pareciendo una zona mágica, con un concepto de pueblo. Cortábamos la calle y nos conocíamos todos: padres e hijos. Una especie de familia. Estabas loco por que llegara el verano para salir y jugar al fútbol, no teníamos ni que quedar. Salías directamente al pino después de comer; y de allí hasta que terminara el día con un montón de amigos».

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Lara explica que para él viajar hacia La Cala –porque antes se consideraba viaje por la carretera antigua– era sensación de libertad absoluta: «El tramo de carretera hasta La Cala era sensación de verano. Era interminable. Todavía tiene algo de eso este municipio, pero le falta mucho de aquella esencia de la que hablo y recuerdo».

El balón en los pies, regatear y chutar a puerta eran el día a día de Lara, que cuando fue cumpliendo años fue optando por pequeñas incursiones lejos del pueblo: «Las salidas también las recuerdo con gran afecto. Desde allí íbamos con unos 14 años a Pedregalejo o Torre del Mar. Teníamos una pandilla de todas las edades y si nos quedábamos por la zona, salíamos a Baluma. Todavía recuerdo aquello. Unos clásicos, como la Virgen del Carmen en La Cala, siempre te despertaba un cohete», ríe mientras conversamos.

Llega el momento que yo imaginaba antes de mi llamada telefónica, que era en el que entra el vino en juego. «Muchos veranos había que embotellar, aunque éramos pequeños, mi padre nos llevaba a mí y a mis primos con él. Como se estropeara una máquina, eso era interminable. Unas 18.000 botellas había que servir. Mi padre se lo pasaba bomba cuando estábamos trabajando a su vera. Era todo muy manual: ir a por el palé con la carretilla, meter las botellas a mano, etiquetar, o encorchar. Cuando llevabas once horas ya no estaba tan divertido», recuerda Juan Antonio Lara.

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Y siguiendo la temática vinícola y estival, llegan a nuestra charla los viajes gastronómicos: «Había veranos en los que mi padre nos llevaba a La Rioja, desde las fiestas de Cenicero a las de Haro. La experiencia de esa zona que no conoces fue muy estimulante. Una de las curiosidades que puedo contar es que, por aquel entonces, siendo muy joven, ya tomaba vino. Con 13 años te ponían el vino como uno más. No es que te emborracharas, es otra manera de entender la cultura del vino. Recuerdo San Mateo con sus chuletillas al sarmiento. Cuando descubres toda esa tradición, te das cuenta de que estás viviendo una maravilla. A mi padre siempre le ha gustado la gastronomía: cuando llegábamos a determinados pueblos en los que estaban de feria, desayunábamos chuletillas cordero, chorizo, vino... esos recuerdos no se olvidan».

A Juan Antonio Lara se le nota en la voz que fue muy feliz de niño, y más aún si cabe, en verano. Los de ahora, aunque de otra manera, los sigue disfrutando, ya que está muy unido a su mujer y sus dos hijos: «Este verano me voy a Marbella, a disfrutar de su costa con los niños. No obstante, estos veranos jamás serán los largos periodos de desconexión de antes, ya que nosotros ahora es tamos en temporada alta. Tenemos el deber y el placer de atender a amigos, ya que nos gusta ser embajadores de nuestra tierra. Tienes que recibir a alguien que viene de fuera como se merece, ya que cuando yo voy a otras provincias me atienden de maravilla. Me gusta ser buen anfitrión, y más ahora, es por ello que el tiempo de mis vacaciones se limita mucho. No suelo salir mucho en verano a desconectar de aquí. Me acerco también a Cádiz, o a Baleares, pero siempre es añadiendo lo que haces en Málaga, que me encanta».

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«Las vacaciones de Málaga ya son una suerte. Vivir en esta ciudad no tiene precio. Reconozco que lo disfruto muchísimo. No solo la costa, sino el interior. Hoy mismo que he tenido un encuentro vinícola, he cruzado por Arriate para ver los viñedos. La suerte también es la compañía, mi familia. Marcamos una semana en la que estamos solos. Tengo dos hijos e intento mantener ese vínculo fuerte. He intentado buscar para ellos lugares como los que yo tenía de niño, pero ya no existen». La conversación llega a su ocaso y tengo una cosa clara: Lara sabe lo que es un buen verano.

El fútbol, la actividad estival por excelencia

Juan Antonio Lara recuerda con gran satisfacción los momentos de fútbol con amigos todos los veranos, en los que la calle era el terreno de juego en muchas ocasiones: «Recuerdo dos coches en la entrada de la calle y jugar durante horas con los amigos de la pandilla que teníamos en La Cala. Me encanta el fútbol, y siempre me ha gustado más jugarlo que verlo. De hecho suelo disfrutar todavía todos los lunes por la noche en el campo de La Cala. He buscado continuamente algo así para mis hijos, pero no lo encuentro». Y siguiendo por la tónica del esférico, aunque esta vez no en sus pies, Lara incluso recuerda las incursiones con el equipo de la ciudad: «Soy muy malaguista, y tengo grandes recuerdos de ir a ver al equipo de la mano de mi padre».

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