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La Costa del Sol se ha convertido en la zona de España con mayor competencia directa entre el taxi y los vehículos de transporte con conductor (VTC). Echando la vista atrás, lo cierto es que este tipo de servicios lleva décadas prestándose en Málaga, pero siempre se había limitado a trasladar a turistas entre el aeropuerto y los hoteles. Sin embargo, la potente implantación de las dos grandes plataformas digitales que auspician el arrendamiento de estos coches (primero Cabify y ahora Uber) ha acabado por revolucionar el mercado. Al amparo de estas dos multinacionales, en Málaga ya hay 796 licencias de VTC frente a 2.741 taxis, lo que da una proporción de 1 por cada 3 cuando la ratio máxima por ley es de 1/30. En Madrid y Barcelona –las otras dos ciudades donde ambas 'app' están activas– es de 1/4 y 1/12, respectivamente. ¿Hay pasajeros para tantos conductores? Las dos compañías consideran que sí agarrándose al tirón turístico de la Costa, mientras en el taxi confían en mantener su cuota entre los clientes autóctonos y también entre los foráneos a base de mejorar en calidad.
En medio de esta guerra comercial que vive el sector se encuentra el usuario, que a priori va a ser el claro ganador. En la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) consideran que la «competencia es buena, pues obliga a mejorar el servicio y abre el abanico de precios». Pero también advierten de que para garantizar esa libre competencia es necesario que todos los operadores tengan las mismas condiciones y una regulación igual de exigente. Y es que aunque parezca que taxis y VTC son lo mismo, realmente funcionan y se rigen por una normativa muy distinta en cuanto a captación de clientes, establecimiento de tarifas o movilidad geográfica. Estos son los pros y los contras de cada modelo.
La forma de trabajar de un taxi es de sobra conocida. Su gran ventaja está en la forma de conseguir usuarios, ya que además de recibir servicios de la emisora o de alguna de las aplicaciones móviles que trabajan para el sector (Pidetaxi, NTaxi o Mytaxi son las más extendidas) tienen a su disposición paradas repartidas en todas las ciudades (un centenar en la capital) y en los principales puntos de afluencia como aeropuertos, estaciones, hospitales y centros comerciales. A ello se une que pueden circular buscando clientes, una práctica vetada a las VTC, ya que cualquier servicio que presten debe estar previamente contratado y con la hoja de ruta debidamente cumplimentada antes de que el coche se ponga en marcha.
Ése es el sentido estricto de lo que en el sector conocen como captación de clientes, aunque la normativa queda abierta a distintas interpretaciones para otros supuestos. Y ahí es dónde está la polémica. El Reglamento de la Ley de Ordenación de los Transportes Terrestres dice que los vehículos de arrendamiento con conductor «no podrán, en ningún caso, circular por la vía pública en busca de clientes ni propiciar la captación de viajeros que no hubiesen contratado previamente el servicio permaneciendo estacionados a tal efecto». Anteriormente se les obligaba incluso a regresar a su base mientras aguardaban algún servicio. Ahora no es así, y por eso es frecuente ver estas berlinas negras aparcadas en los alrededores de la estación del AVE o del aeropuerto, de forma que cuando un usuario abra la aplicación vea que hay coches cerca para poder pedir uno.
La otra gran diferencia tiene que ver con la libertad de movimientos. Un taxi sólo puede recoger viajeros en el municipio donde tenga concedida la licencia, con las únicas excepciones de aeropuertos y puertos siempre que lo hagan bajo precontratación. A modo de ejemplo, un conductor de la capital que lleve a un cliente a Marbella no puede aprovechar el viaje de vuelta con otra carrera. En cambio, uno de Marbella sí que puede ir previa reserva al aeródromo a recoger a un viajero. Esta circunstancia ya provocó un conflicto interno en el sector que se saldó con una huelga en la capital en febrero de 2014, pero ha pasado a un segundo plano con el aluvión de VTC, que sí que gozan de plena libertad no sólo para moverse por toda la comunidad autónoma en la que tengan la autorización, sino también para trabajar en el resto del país siempre que no superen el 20% de la facturación por trimestre.
Si hay diferencias a la hora de captar clientes y respecto a la movilidad, también en las tarifas, que es lo que verdaderamente importa al usuario. El taxi está sujeto a los precios que fija cada ayuntamiento para los trayectos urbanos y a los que establece la Junta de Andalucía para los interurbanos. En ambos casos, las carreras que se realizan por la noche, fines de semana o festivos son más caras. Por ejemplo, el servicio mínimo en la capital pasa de 3,65 euros a 4,55 euros, y si el origen es el aeropuerto, de 15,21 a 19,01 euros. Al ir contando el taxímetro, el precio final puede variar sensiblemente en función de si hay atascos o si se han pillado más semáforos en rojo, de ahí que las 'apps' del gremio sólo puedan ofrecer una estimación.
Tarifa 1 (laborables de 6.00 a 22.00 horas)/ Tarifa 2 (noche, fines de semana, festivos, feria y Semana Santa) Servicio mínimo: 3,65 euros /4,55. Bajada de bandera: 1,49/ 1,85. Kilómetro recorrido: 0,86/ 1,06. Hora de espera: 19,37/ 24,06. Servicio mínimo desde el aeropuerto: 15,21/ 19,01
Suplementos. Aeropuerto (origen/destino): 5,5. Nocturno (de 00.00 a 6.00 h): 2. Puerto (estación de Levante): 1. Por maleta o bulto (+60 cm): 0,45. Servicios periurbanos: 2
Tarifas interurbanas Andalucía. Tarifa 1/ Tarifa 2 Bajada de bandera (para menos de 12 km): 3,05 euros/ 1,52. Servicio mínimo: 3,18/ 3,18. Kilómetro recorrido: 0,59 / 0,70. Tiempo de espera: 3,65/ 4,38 cada 15 minutos.
Por su parte, las VTC no dan lugar a sorpresas por culpa del tráfico porque ofrecen el precio cerrado antes de formalizar la petición. Pero ponen las tarifas que consideren oportunas. Tanto en Uber como en Cabify la carrera mínima es de 5,5 euros, pero a partir de ahí la política de tarifas es distinta, siendo más sencilla para el usuario la primera plataforma ya que no incluye ningún tipo de suplemento.
Mientras Uber cobra 0,3 euros por minuto y 1,12 por kilómetro, Cabify sólo computa la distancia. En su tarifa más económica ('Lite'), lo hace con un precio de partida de 2 euros por cada uno de los dos primeros kilómetros, para luego ir abaratándolo progresivamente (1,65 euros desde 2 a 20 kilómetros; 1,2 desde 21 a 80; y 1,05 para el resto). Así es por regla general, pero ambas compañías se reservan el derecho de subir los precios en momentos de alta demanda como pueden ser la feria, Semana Santa, Nochevieja o la finalización de un concierto. Una faena, sí, pero conocida a priori, ya que cuando se activa la tarifa dinámica se informa al usuario antes de reservar el vehículo. Con estos parámetros, un reciente estudio de la OCU concluye que el taxi sale más económico para trayectos cortos mientras para los largos conviene usar una VTC.
A partir de ahí, entran en escena otra serie de variables que pueden decantar la balanza a favor de una u otra modalidad en función de las necesidades y gustos del usuario. Si, por ejemplo, se viaja en grupo conviene tener en cuenta que Uber sólo trabaja con turismos (cuatro plazas más el conductor) y Cabify con algunos de hasta seis pasajeros que conllevan una tarifa más alta (50 euros el servicio mínimo). En cambio, los taxis 'multivans' de hasta 9 plazas (8+1) permiten desplazarse a grupos y familias numerosas sin tener que repartirse en dos vehículos y, además, por el precio de uno. Además, están adaptadas para personas con problemas de movilidad. Sobre la elección del coche, tanto en una como otra modalidad se puede pedir un tipo determinado por sus características (capacidad, motor híbrido,...) e incluso la marca no sólo a través de la 'app' sino incluso en las paradas de taxi a pesar de la costumbre de dirigirse siempre al que está el primero en la cabecera. En este sentido, Cabify ofrece un servicio 'Executive' con vehículos más exclusivos de color negro, cristales tintados y con el conductor trajeado, aunque hay que pagarlo.
Cabify (tarifa 'Lite', la más económica). Puede subir en picos de alta demanda . Tarifa mínima. Petición inmediata: 5,5 euros. Reserva: 10 eurosKilómetro recorrido. De 0 a 2 km: 2 euros cada uno. De 2 a 20: 1,65. De 20 a 80: 1,20. A partir de 80: 1,05
Tiempo de espera. Cortesía: Gratis los primeros 5 minutos (15 en aeropuerto). Precio: 0,45 euros por minuto. Cancelación: Gratis los primeros 5 minutos. Después se cobra el precio mínimo.
Uber (tarifa única). Puede subir en picos de alta demanda activando la tarifa dinámica Tarifa mínima: 5,5 euros. Precio por kilómetro: 1,12. Precio por minuto: 0,30. Cancelación: 5,5.
Lo que se considera una norma en estas plataformas digitales es ofrecer un botellín de agua al cliente, preguntarle qué música desea o la temperatura del aire acondicionado. En el taxi, estos gestos hacia el viajero van a criterio de cada chófer, al igual que la vestimenta o la limpieza del coche. En cuanto al equipaje, las VTC no cobran suplemento, pero los taxis de la capital sí que gravan los más voluminosos: 0,45 euros por cada maleta o bulto de más de 60 centímetros. Si se viaja con niños, ninguno está obligado a llevar sistemas de retención infantil, aunque algunos vehículos sí que portan elevadores. El taxi no conlleva suplemento, pero si se solicita una silla en Cabify se aplica la tarifa 'Kids' (unos dos euros más).
Además, la innovación tecnológica pone al servicio del usuario otras prestaciones 'extra', como pagar a través del teléfono, saber en tiempo real cuándo irán a recogerle e incluso compartir la ubicación con familiares o amigos para que sepan cuándo llegará al destino (un factor añadido para padres que lo contraten para sus hijos). O, como ofrecen Uber y Cabify, que las empresas puedan realizar un único pago mensual de todos los viajes que realicen sus empleados en lugar de facturarlos uno a uno. Además, cuando se viaja acompañado también permite dividir automáticamente el precio del trayecto entre los pasajeros. En la variedad está el gusto.
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