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Aspecto actual de las tres torres que componen el conjunto residencial de Los Manantiales. SUR
Tres iconos de la arquitectura brutalista

Tres iconos de la arquitectura brutalista

El conjunto residencial de Los Manantiales en Torremolinos cumple cincuenta años de vida

Antonio Castillo

Domingo, 1 de septiembre 2019

22 de junio de 1968, don Juan Carlos y doña Sofía, por entonces Príncipes de España, tras visitar el nuevo Palacio de Congresos y Exposiciones de la Costa del Sol, cuyas obras acaban de iniciarse, piden detener la comitiva sorprendidos por una imponente torre circular que no dudaron en visitar. Era la primera torre del complejo Los Manantiales, diseñado por el arquitecto Luis Alfonso Pagán López de Munaín (Madrid, 1938), y conformado por tres edificios circulares de 18 plantas y estilo brutalista que han marcado desde entonces el paisaje urbano de Torremolinos. Tras levantar tres edificios residenciales en Madrid, un empresario cinematográfico confió a este arquitecto, que apenas contaba con 28 años, tres torres con 240 apartamentos (cinco apartamentos de 74 metros cuadrados por planta), un hotel con 45 habitaciones, una zona comercial, áreas verdes, piscina y un solarium en la cubierta.

Tras firmar el proyecto, Pagán –que continúa en activo con sus 81 años al frente del estudio de arquitectura en el que comparte pasión con su hijo Ángel G. Pagán– puso en pie numerosas edificaciones, muchas de ellas en Andalucía como Las Cañas o el Club Playa Real (Marbella), el Hotel Lago Rojo (Torremolinos), o más recientemente la remodelación de la plaza de la Reina en La Granja (Segovia) o la nueva estación del AVE en Puente Genil (Córdoba).

Aunque la edificación que preveía el plan parcial de ordenación de la avenida de Los Manantiales en Torremolinos (hasta 1988 un barrio de Málaga) era una manzana cerrada y con altura de seis plantas, el promotor aceptó de inmediato la idea de Pagán de levantar tres volúmenes de dieciocho plantas. En 1967, el pleno del Ayuntamiento de Málaga dio finalmente el visto «por la calidad arquitectónica del proyecto».

En abril de 1968 se comenzó a construir por parte de Dragados y Construcciones el complejo, culminándose la tercera y última torre (la más cercana a la costa) en 1969, hace justo ahora 50 años. Con sus 63 metros de altura, fueron durante años los edificios residenciales más altos de Andalucía. La fisonomía de las fachadas, las sinuosas curvas de sus escaleras y terrazas, la original distribución de sus viviendas radiales que buscaban el sol del Mediterráneo, la expresión de los materiales en bruto y la solución estructural basada en hormigón armado convirtieron a Los Manantiales en unos edificios únicos en línea con el más puro estilo brutalista.

Este estilo arquitectónico surgió del Racionalismo. Desde 1950 y hasta 1970, decenas de arquitectos de todo el mundo se inspiraron en los trabajos de Le Corbusier y en Eero Saarinen. El término tiene su origen en el término francés béton brut u 'hormigón crudo' y se caracteriza por su expresiva plasticidad y el uso del hormigón en bruto.

Galardón

Para el proyecto, galardonado en 1979 con el Silver Hexagon of the Habitation Space International Award, el arquitecto se inspiró en el organicismo con terrazas cubiertas por un manto vegetal y en el concepto de construir viviendas con jardines en altura. A diferencia de otros iconos cilíndricos como las torres de Marina Bay (Chicago, EE.UU.), en donde los apartamentos diseñados por Bertrand Goldberg se distribuyen como hojas de una margarita, o las Torres Blancas (Madrid) donde Sáenz de Oiza concibió apartamentos en forma de 'L' cruzadas para conformar el cilindro, en el caso de Los Manantiales cada planta se distribuye de forma radial divida en seis sectores, como si fueran 'quesitos': cinco dedicados a los apartamentos con máxima separación entre ellos y un sexto para servicios de comunicaciones, ascensores cilíndricos y escalera exterior. Pagán identifica esta distribución con «los cinco dedos de una mano dirigidos hacia el sol y hacia el mar, situándose los elementos de acceso, escalera y ascensores de igual forma que el brazo respecto a la mano y situados al norte de la misma protegiendo a cada torre». Precisamente la escalera de caracol es uno de los elementos más icónicos de las tres torres ya que asemeja una escultura que parece ascender al infinito gracias a su aspecto inacabado en el remate.

Cada torre se corona con una cubierta formada por placas dirigidas hacia el mar que constituyen un mirador-solárium, llegando hasta ella los ascensores (también cilíndricos), cuyas maquinarias coronan imponentes remates en ladrillo visto que conforman una superposición de cilindros.

Como destaca Juan Gavilanes, fundador de GG2 Architects, doctor arquitecto y profesor de Proyectos en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Málaga, «el proyecto pretende solapar dos premisas aparentemente antagónicas: la vivienda en torno a un jardín y la vivienda en altura. La búsqueda de la secuencia horizontal jardín-vivienda-jardín, propia de una vivienda unifamiliar burguesa, es la que se intenta disponer de manera apilada en altura».

El edificio incluye dos tipos de elementos resistentes verticales: unos pilares centrales y una serie de pantallas circulares perimetrales de hormigón armado que soportan la acción de fuertes vientos y posibles terremotos de hasta grado 8 en la escala Mercalli. Para salvar el lecho de areniscas de los manantiales que discurren bajo las torres, los pilotes de sus cimientos se entierran hasta los 30 metros de profundidad (equivalente a 12 plantas).

Luis A. Pagán, durante una reciente visita a las torres. SUR

En la decoración de los apartamentos que hace cincuenta años se vendían por 360.000 pesetas de la época (hoy pueden llegar a alcanzar los 265.000 euros) juegan un papel clave los cilindros de hormigón, ya que alojan la cocina y la bañera cuyo mobiliario hubo de proyectarse y construirse especialmente. Las bañeras, por ejemplo, se fabricaron en fibra de vidrio en una factoría de cascos de barco en Girona.

La puerta de entrada a cada apartamento, concebida como una celosía de madera que permitía iluminar y airear los jardines interiores del distribuidor central construido en ladrillo artesanal de tejar típico de las construcciones andaluzas y especialmente en las árabes, da a una terraza zigzagueante, mezcla entre patio y jardín elevado, que vertebra el acceso a las dos habitaciones y el salón.

La terraza abierta al mar se convierte en otra estancia más de la vivienda con unas imponentes vistas a toda la bahía de Málaga cuya brisa la refresca hasta el último rincón ayudando así a su ecosostenibilidad, a la que también contribuían originalmente las grandes cristaleras fabricadas con el resistente y elegante Pino Oregón de color amarillo-rojizo.

Hoy por hoy, el conjunto luce muy deteriorado por diferentes actuaciones y añadidos realizados sin criterio que han destrozado la armonía del entorno. Además, el Hotel Tres Torres en la primera planta del complejo sufre un gran deterioro tras su cierre hace unos años. Y es que, como señala Gavilanes, «el estado actual se aproxima más al de una periferia que habita como puede entre sus cilindros de hormigón que a la utopía de jardín en altura frente al mar que pervivió mientras pudo...».

Ahora está en manos de sus actuales propietarios y del Ayuntamiento de Torremolinos (cuyo PGOU protege a Los Manantiales como «conjunto singular» junto a Playamar, La Nogalera, Eurosol y el Palacio de Congresos) que este ejemplo del brutalismo siga siendo un faro arquitectónico sobre el skyline de la ciudad protegiendo así el patrimonio de interés resultante del desarrollo turístico y la arquitectura denominada «del relax».

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