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En la foto de portada de su Facebook, aparece un Opel Corsa de color rojo. Reluciente, nadie diría que es el mismo coche que figura en numerosos partes como vehículo implicado en un accidente. A su dueño, un malagueño de 32 años de edad, los investigadores le consideran el líder de una trama familiar en la que, supuestamente, provocaron 23 siniestros de tráfico a lo largo de seis años para cobrar de forma fraudulenta el seguro.
Las pesquisas de este caso comenzaron con las sospechas de un agente de la Policía Local de Málaga, destinado en el Grupo de Investigación de Accidentes y Atestados (GIAA), ahora rematado por la Policía Nacional. Se encontraba introduciendo los datos de un siniestro cuando se percató de un dato: el mismo conductor se había visto implicado en numerosos accidentes en los últimos años.
De esta forma, el agente comenzó a tirar del hilo. Había algo que no cuadraba. Por ejemplo, ninguno de los accidentes se había producido en un punto negro y la gran mayoría de ellos habían tenido lugar en rotondas y, normalmente, alguien que tiene un siniestro de esta forma suele tener mucho cuidado en este tipo de puntos y no se repiten. El policía local llevó a cabo una recopilación de los accidentes y llamó a la parte contraria para conocer lo que había pasado en ellos.
Estas personas, siempre según han explicado las fuentes consultadas por este periódico, insistieron en que los siniestros no tenían lugar de forma fortuita y que eran provocados por el conductor del Corsa. Al parecer, solía circular por el carril exterior de una rotonda y, al salirse de ella los conductores que iban por el interior se producía la colisión, presuntamente, provocada por él.
Otro dato que llamó la atención al policía local, que ha dedicado numerosas horas de trabajo a estas pesquisas, fue la lesión que aseguraba tener el conductor del Clío. Se trata de cervicalgia, una dolencia que llegó a presentar hasta en nueve ocasiones, algo que «nunca» había sido detectado en una repetición tan continuada.
Las indagaciones llevadas a cabo por el policía local también revelaron, supuestamente, el ánimo de lucro que había tras los accidentes. Se cobraban cantidades monetarias por las lesiones declaradas y por los daños materiales del vehículo, que en muchos casos no se correspondían con los relatados en las declaraciones de los contrarios implicados.
Con todos estos datos, el agente elaboró un informe en el que señalaba al propietario del coche, a su mujer –que también aparecía en ocasiones como conductora o acompañante– y su suegra, sobre la que sospechaba que pudiera ser un falso testigo de un siniestro. Concretó que había 23 accidentes y que se habrían podido embolsar 28.800 euros de indemnizaciones procedentes de siete compañías aseguradoras distintas en un periodo de seis años.
Todo ello, fue remitido en un extenso estudio al Cuerpo Nacional de Policía (CNP). Los agentes del CNP estudiaron la información y citaron a declarar a estas tres personas. Finalmente, acabaron deteniendo al hombre y a las dos mujeres –de 32 y 49 años y de nacionalidad argentina– acusados de los supuestos delitos continuados de estafa y falsificación documental. Respecto a la suegra del considerado como cabecilla, que habría actuado como testigo en uno de los accidentes para cobrar el seguro, supuestamente confesó a los policías nacionales que ella no estuvo presente en el momento del siniestro.
Finalmente, los agentes dieron por desmantelada esta organización familiar presuntamente dedicada a provocar accidentes de tráfico para cobrar el seguro. Tras su arresto, fueron puestos a disposición judicial.
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