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La carta ocupa cuatro páginas. No tiene membrete ni siglas del partido. Y sumerge al país en un estado de alteración y perplejidad. El pasado miércoles, sobre las siete de la tarde, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sube el documento, en el que se ... desahoga a pecho abierto, a X. Harto estaría de los ataques despiadados que padece el Gobierno por parte de la derecha y ultraderecha. Pero estos ataques habrían alcanzado un nivel sin precedentes. Ahora también van a por su mujer, pero solo para hacerle daño a él. «¿Merece la pena todo esto?», se pregunta Sánchez. «Sinceramente, no lo sé… Soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día sí y día también». Le gustaría tomarse un tiempo de reflexión para decidir si continúa o deja el cargo de presidente. Cinco días.
El plazo terminó este lunes. Después de algunas frases a modo de introducción, pronuncia las tres palabras: «He decidido seguir». Un episodio más de normalidad en el estado de excepción en el que lleva instalada la política española.
Una semana después, el plató de 'La Alameda', el programa que producen '101TV' y SUR, y que conduce el director de este periódico, Manolo Castillo, sirvió anoche para conocer las opiniones que ha provocado este movimiento insólito de Sánchez en los cargos de los distintos partidos políticos de la provincia, representados por Ignacio López (PSOE), Lucía Yeves (PP), Toni Valero (Sumar) y Yolanda Gómez (Vox). Un debate que también cuestionó la idoneidad del áspero clima político que vive España y que sirvió para llegar a algunos consensos, aunque diminutos. El más destacable, la práctica unanimidad sobre que la cultura política tendría que navegar hacia aguas más sosegadas. Las dudas surgieron, eso sí, en el cómo. Analizando el amago de renuncia, el movimiento de Sánchez dejó tres teorías que acabaron cristalizando en el plató de 'La Alameda'.
Cada una con sus adeptos en función de las siglas políticas del partido al que pertenecen. Hubo, como era de esperar, desacuerdos sobre las causas que habrían llevado a Sánchez a plantear su marcha. La primera, la del marido destrozado. El presidente llevaría años sufriendo el fuego cruzado de las críticas provenientes de la oposición y de 'pseudomedios' de derechas. Sus adversarios le humillan como traidor, utilizan juegos de palabras para llamarle «hijo de puta» y le comparan con un dictador. Todo esto, al menos en público, lo habría capoteado con cierta ligereza y una sana porción de arrogancia.
Ahora que el foco estaba en su familia, habría actuado de manera emocional. Sin un plan maestro a futuro ni nada parecido. Fue la teoría defendida por Ignacio López, el diputado socialista, que admitió lo «atípico» de la carta, pero la justificó por la necesidad de «poner límites». «¿Es posible una política basada en la destrucción personal del adversario?», se preguntó López.
Siguiendo el debate, se cristalizó la segunda teoría, la del jugador. Sánchez ha demostrado en el pasado que puede ser imprevisible. En caso de duda, le gustaría tomar la iniciativa y apostarlo todo a una carta.
A esta teoría se sumó Lucía Yeves, senadora del PP. La carta no habría sido un acto irreflexivo e impulsivo sino un intento calculado de marcar el debate y recuperar el relato. «Ha sido una campaña de marketing perfectamente gestionada. No dice cuál es su decisión hasta que pasan siete minutos. El primero que lanza bulos es el propio Sánchez», dijo. Para más pruebas, las adhesiones orquestadas y la manifestación enlatada de Ferraz para pedir su continuidad al frente del Gobierno.
La última y tercera teoría, la de la cortina de humo. Fue defendida por Yolanda Gómez, que es concejala de Vox en el Ayuntamiento de Málaga. Demasiado grande sería el afán de permanecer en el poder de Sánchez como para renunciar de un día para otro. «Hemos asistido a un teatro victimista, un intento de desviar los casos de corrupción que rodean a Sánchez y a su círculo interno», defendió.
Por su parte, el diputado de Sumar, Toni Valero, optó por disociar el debate de la figura de Sánchez para llegar a un denominador común. «La democracia tiene un problema estructural», aseguró.
La última parte del programa estuvo dedicada a la provincia y a sus necesidades. Hubo coincidencia en la urgencia de avanzar en el tren litoral, aunque con matices. López, en este caso, dejó caer que una extensión hasta Marbella tendría unos costes casi inasumibles. «Cinco o seis mil millones de euros», aseguró. Unos números de vértigo que habrían hecho que ningún Gobierno hasta ahora ha dado el paso materializar el tan ansiado proyecto.
«Hablamos del proyecto ferroviario más costoso y difícil de la historia de España», precisó y se preguntó si la relación entre desembolso y beneficio para la sociedad justifican esta inversión. «El problema más importante que tienen la provincia de Málaga es el acceso a un vivienda asequible», resaltó el diputado socialista.
La sociedad civil malagueña expresó de manera abrumadora que anhela el tren litoral. Quizá, la petición debe plasmarse también en una carta.
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