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El trágico incendio forestal que se declaró hace dos años en Sierra Bermeja se cruzó inesperadamente en el proyecto de vivienda sostenible que el arquitecto Pablo Farfán (Málaga, 1973) había diseñado para los propietarios de una parcela de 520 metros cuadrados en la urbanización Don Miguel, en La Cala del Moral (Rincón de la Victoria). En apariencia, una casa más, pero nada en ella es igual a las colindantes. Ha usado técnicas tradicionales de construcción y materiales ecológicos de kilómetro cero. Salvo los cimientos, que son de hormigón, y un aislamiento plástico en la solera para el aparcamiento, todo lo demás es de origen biológico y semiartesanal.
Y el máximo exponente de esta apuesta arquitectónica es su cubierta de madera, obtenida de los troncos de pinos resineros calcinados en un fuego que arrasó 10.000 hectáreas de monte y se cobró la vida de un bombero. «Cuando ocurrió aquello, buscábamos madera y nos enteramos de que la Junta de Andalucía sacaba a subasta los troncos quemados con destino a hacer palés y pellets para convertirlos en biomasa para calefacción. Con frecuencia, se infravalora un madera que tenemos al lado y se prefiere una procedente de Noruega o Alemania con el coste económico y medioambiental que supone», asegura.
Cubierta
Compraron una veintena de troncos, aunque previamente tuvieron que buscar un aserradero que los transformara en vigas. Una tarea que no fue fácil. La solución la encontraron en Astilleros Nereo, en Pedregalejo. Allí obtuvieron los tablones para la cubierta y los forjados después de permanecer varios meses secándose con el salitre del mar. «El resultado obtenido no pudo ser mejor. Superó todos los cálculos iniciales realizados en resistencia, flexión, humedad y parásitos», explica mientras muestra las vetas oscurecidas que imprimieron las llamaradas y las pequeñas perforaciones que dejaron los xilófagos. «Cuando se produce un incendio, hay insectos oportunistas que atacan al árbol mientras tiene resina, pero una vez seca la madera no hay nada que temer. Eso, unido a tratamientos interiores con aceite de linaza y disolventes de cáscara de limón, refuerza la protección frente a las plagas», avanza Farfán, quien pone en valor la maestría de Loris Carboni, un carpintero italiano afincado en Algatocín desde hace 20 años, a la hora de tratar esa madera. «Era desigual y tenía imperfecciones, y eso requería de unos conocimientos que ya pocos profesionales albergan. A él le bastó un péndulo, una cuerda y un metro mientras anotaba las medidas en el suelo con un lápiz», recalca.
Farfán explica que a diferencia de las viviendas actuales, con forjados y pilares muy pesados, en este caso el peso se reparte en los muros de carga, lo que junto a unas cubiertas ligeras protege a la vivienda de posibles movimientos sísmicos.
El arquitecto malagueño regresó hace ocho años a Málaga tras estudiar en Madrid y trabajar durante años en la rehabilitación de inmuebles, algunos de ellos con más de 300 años, y que tenían, incluso, expedientes de demolición. Dice que su vuelta a Málaga «ya tocaba». Desde entonces no le han faltado proyectos. «A diferencia de hace unos años, cada vez son más los clientes nacionales que apuestan por esta nueva arquitectura mediterránea, más saludable, duradera y con una mínima huella de carbono».
Materiales
Advierte, además, que en Andalucía pueden encontrarse todos esos materiales ecológicos que se precisan para afrontar un proyecto de estas características, en el que en lugar de ladrillos, se han usado bloques hechos en Campanillas a base de piedra caliza triturada (95%) y cemento blanco (5%), «que es el más ecológico». «Todos ellos están sin cocer para evitar el gasto energético y han sido unidos con morteros de cal, un material que se cuece con leña de olivo en unos hornos del siglo XVIII ahora recuperados en Morón de la Frontera (Sevilla). Allí se trabaja la cal a la antigua usanza, como la que se obtenía para restaurar la Catedral de Sevilla». Asegura que el propio humo del olivo es el que le infiere a la cal unas características muy particulares gracias a las nanopartículas que se quedan impregnadas en ella, haciéndola más flexible y resistente. «Nada que ver con los materiales que se cuecen con gasoil».
Climatización
Con 182 metros cuadrados sobre rasante, más 52 metros cuadrados de garaje, patio y terraza, el proyecto ha sido todo un desafío para lograr que fuese bioclimático, es decir, que en su diseño aprovechara las energías renovables de la zona, los vientos, las brisas marinas, el sol y la geotermia para climatizar la casa naturalmente. El primer problema fue el terreno, una parcela con un desnivel del 30% (se sorteó con bancales para elevar la vivienda y ganar la vista al mar y sus brisas), que había sido destinada a cantera y escombrera. «Hubo que profundizar para bajar la cimentación por necesidades estructurales inapelables, pero, a cambio, se ganó un espacio que refrescará todo el aire que entre, especialmente los días de terral, ya que reúne unas condiciones similares a las de una cueva, con una temperatura constante de entre 14 y 20 grados, y una humedad inalterable, gracias a que el suelo es de tierra, apisonada con algo de cal hidráulica ecológica y agua, lo que permite el intercambio de humedad con el aire entrante.
Previamente, atravesará un pequeño huerto con naranjos en sombra que ayudará a rebajarle algún grado antes de adentrarse en esa cámara. Una vez allí ese aire se climatizará de forma natural antes de ser canalizado por unos conductos de cerámica para llevarlo ya enfriado a la vivienda», detalla el arquitecto.
Además, contará con unos aljibes que recogerán gran parte del agua que caiga en las cubiertas y en las rampas de la casa a través de un zumidero. «Ese agua servirá para regar el huerto y baldear todo el suelo exterior como se hacía antiguamente, ya que será de barro artesanal, cocido con leña de aguacate en Vélez-Málaga. Esto lo hace muy poroso y al absorber agua y evaporarse, permitirá refrescar el ambiente», ilustra.
Para ayudar a esa climatización natural, el inmueble cuenta con un patio central de luz y ventilación (un hueco que recorre de arriba a abajo toda la estructura), que ha sido diseñado para que cuando el viento atraviese la parte superior de la vivienda alcance todas las estancias por el «efecto venturi», succionándolo y repartiéndolo por cada una de ellas. Además, al ir forrado de corcho de alcornoque permitirá mantener la temperatura. «Es un aislamiento térmico extraordinario, tanto que se han encontrado ánforas romanas en el fondo del mar en Vélez-Málaga que estaban tapadas con corcho, resina y cal y aún contenían restos de vino».
En cuanto a la calefacción en invierno, la casa usará una por aerotermia, que es un tipo de climatización renovable. «El calor se obtendrá del aire con una bombas eléctricas, aunque por cada kilovatio de electricidad que consuma generará tres o cuatro kilovatios del aire. De este modo, una máquina de dos kilovatios, que es lo que consume un horno doméstico, sería suficiente para calentar toda la casa. Para la climatización en verano, se extraerá el calor de la casa y se expulsará gracias a la energía que generarán unos paneles fotovoltaicos».
Para mantener la temperatura a raya, la orientación de la vivienda ha sido bien estudiada para que entre el sol en invierno, pero no en verano, gracias a unos voladizos colocados en la fachada sur.
Técnica arquitectónica
La singularidad del proyecto se deja ver también en una escalera de bóveda tabicada, una técnica muy usada por los arquitectos modernistas, como Gaudí, que consiste básicamente en ir pegando unos ladrillos a otros sin apoyo (cimbra), al aire, utilizando yeso y cal. Sin embargo, la popularización del hormigón armado y el encarecimiento de la mano de obra para construirlas, hizo que dejaran de ser económicamente competitivas y que durante el siglo XX se fuera abandonando progresivamente. Ahora, Pablo Farfán presume del resultado.
¿Y cuánto vale construir una casa sostenible? Aunque sin querer desvelar el presupuesto exacto, Farfán da una pista: «Que nadie piense en que el precio es un disparate. El Colegio de Arquitectos tiene unas estimaciones medias para construcciones de estas características en 2023 de 1.456 euros/metro cuadrado, estamos más o menos ahí», zanja.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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