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Antonio Rodríguez (Málaga, 1970) atiende la llamada de SUR y pide cinco minutos. Quiere buscar sus cascos para poder mantener la conversación al mismo tiempo ... que realiza algunas tareas pendientes en su explotación ganadera. Desde 2017 es el secretario general de COAG en Málaga, una de esas asociaciones agrarias a las que algunas voces interesadas han acusado de haber abandonado el campo para convertirse en meras gestorías. A Rodríguez le entra la risa y remite a sus manos, donde reinan los callos y las durezas, huellas de un trabajo que no es el de un oficinista.
Durante una extensa conversación aborda la actual situación que vive el campo, habla de una política agraria de Bruselas que pone en peligro la existencia de las explotaciones familiares y la pone en bandeja a los fondos de inversión. «Pediría a cada uno que se imagine durante un segundo que llega a casa, abre la nevera y no hay nada dentro», dice.
–La ola de las protestas también ha irrumpido en el campo español. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
–En realidad, las protestas nunca han parado. El pasado mes de septiembre estábamos en Córdoba con motivo de la celebración de un consejo de ministros de agricultura de la Unión Europea. Ahí ya estábamos todas las asociaciones agrarias. Ya advertimos de que lo que vemos ahora iba a pasar si no se buscaban soluciones para los problemas del campo.
–¿Qué lleva a los agricultores a salir a la calle?
–El abandono del sector primario por parte de las instituciones. Un abandono que está agravado por la imposición de normas absurdas. Llegamos al sinsentido de que nos imponen cosas que no se pueden cumplir. No se tiene en cuenta la manera en la que funciona el campo en España y, en general, en Europa. Lo lógico es que haya una preferencia por los productos comunitarios.
–¿Las movilizaciones de estos días están justificadas?
–Más que justificadas. Hay un hartazgo grandísimo en la agricultura y en la ganadería.
–El sector no es homogéneo y tiene muchas particularidades. ¿Cuáles son los problemas comunes?
–Cualquier agricultor o ganadero que está produciendo alimentos con unas normas europeas tiene que poder vender esos productos a un precio justo. Eso compete a todos y se entiende muy fácil, ¿no? No tiene sentido que se nos obligue a vender a pérdidas.
–Ese malestar y la búsqueda de culpables apunta muchas veces a Bruselas. ¿Qué opinión le merece la actual política agraria de la Unión Europea?
–La actual política agraria tiene que dar un giro radical. La Unión Europea ha entrado en una dinámica que está derrumbando a todos los productores europeos. Los franceses, que tanto hablamos de ellos, son los agricultores y ganaderos con el nivel de subsidios más alto. Los datos están ahí. Lo que no puede ser es que en España nos convirtamos en la mano de obra barata de Europa. No pretendemos hacernos ricos, pero necesitamos tener una rentabilidad.
–¿Cree que se obvia a los agricultores en la toma de decisiones?
–Totalmente. No se nos escucha. Y ahí está uno de los principales problemas de lo que está pasando. Nosotros defendemos un modelo de producción familiar y profesional. Un modelo de autónomos del campo, que vertebran el medio rural y mantienen con vida a los pueblos.
–¿Europa quiere acabar con la agricultura tal y como se conoce hasta ahora?
–A las pruebas me remito. Europa está apostando por grandes multinacionales y por fondos de inversión que no sabemos ni quiénes los controla. El ejemplo está en el Valle del Guadalhorce, donde se produce el 50% de los limones de Andalucía. Esos limones están tirados en el suelo. Ahora vas al supermercado y lo que compras son limones de Sudáfrica.
–¿Qué papel juegan los gobiernos de turno? Da la impresión de que tienen poco margen para modular lo que viene de Bruselas.
–Eso es así. Parece que las leyes, si vienen de Bruselas, agradan hasta más. Como lo dice Bruselas no puede hacer nada. Es la excusa perfecta. Detrás de todo esto hay un trasfondo mucho más grave. En los últimos 40 años no hemos tenido ningún problema con la alimentación. Es más, se ha banalizado tanto que pensamos que comer tiene que ser lo más barato posible porque hay de sobra. Eso ha hecho que se le haya ido la cabeza a muchos gobiernos. Ninguno, da igual el color político, ha hecho algo para remediar la situación en la que estamos. Pero si seguimos así no habrá quien coma.
–¿Cómo hay que imaginarse el día a día de un pequeño o mediano agricultor o ganadero en la provincia de Málaga?
–Al margen del trabajo duro, lo primero que tiene es un nivel de endeudamiento muy alto en los bancos para poder ir acometiendo el mantenimiento y las mejores que requiere cualquier explotación. La compra de un tractor, una sembradora, un tanque de frío… cualquier inversión de este tipo se te va a los 150.000 o 200.000 euros.
–Durante la pandemia los agricultores salieron de manera desinteresada a desinfectar las calles. Ahora hemos visto, incluso, como se ha cargado contra ellos. ¿Le duelen las imágenes que se vieron hace una semana en Antequera?
–Claro que me duele ver esas imágenes. Me duele mucho. Lo que pasa que yo, como responsable de una organización agraria, lo primero que hago cuando salgo a la calle es tratar de explicar las cosas. Nosotros somos agricultores, no somos delincuentes. No tenemos que mezclar los problemas de la agricultura con otros problemas. Eso es muy importante. Tenemos que ser prudentes, pero mirando a la policía a la cara. Decir que estamos reivindicando nuestro sector, que nos dejen hacer. Sin provocar, claro, y sumando a la ciudadanía. Sin crearnos enemigos. Muchas veces se mete gente en esto que no pertenece al sector y provoca situaciones que, cuando queremos darnos cuenta, ya no tienen solución.
–Muchos agricultores aseguran que las asociaciones agrarias se han convertido en meras gestorías. ¿Usted tiene callos en las manos?
–No hay nada más que ver mis manos… Mientras hablo, estoy llenando grandes contenedores de alimento. Yo soy responsable de una asociación agraria en Málaga y estoy trabajando en la siguiente línea: cualquier afiliado tiene que tener a su disposición un equipo técnico si lo requiere ante posibles problemas. Incluso tratamos de resolver esos problemas sin que tengan que abandonar el día a día de sus trabajos. Eso no quita la otra parte, que es defender a muerte nuestro modelo de agricultura y ganadería familiar.
–¿Cuánto hay de desesperación en el sector?
–Bastante. Son muchos años de dejadez. Además, notamos ya cierta falta de respeto por parte de las instituciones.
–¿Usted tiene hijos?
–Tengo dos.
–¿Le gustaría que se dediquen a la agricultura?
–Pues sí. Sigo creyendo en este sector. Sigo creyendo en trabajar en un entorno rural, creo en mantener con vida a nuestros pueblos y también creo en producir alimentos de muy buena calidad. Hay mucho dinero invertido y mucho sacrificio detrás de una explotación. Sería una pena que eso se perdiera.
–Volvamos a las reivindicaciones que han planteado las asociaciones agrarias. ¿Por qué piden una modificación de la nueva PAC?
–La reforma lo que ha hecho es ponernos más impedimentos, más requisitos y menos dinero. Hay que recordar que la PAC fue la primera medida política que se creó de manera conjunta para los países de la Unión Europea. Fue creada para garantizar alimentos de calidad y que la gente pudiera comer. A eso se le está dando la vuelta de una manera que el dinero va a donde no tiene que estar.
–Parece un sinsentido. La Unión Europea se gasta millones en subvenciones, pero la agricultura es cada vez menos rentable.
–Por eso insistimos en corregir esas ayudas. Vamos a hacer otra cosa. La PAC se creó para garantizar alimentos para la población y para los que los producimos tengamos unos precios dignos. Pero es que ahora se está pagando muchísimo dinero solo por tener grandes extensiones, no por producir.
–¿Qué pasa con la burocracia? ¿El agricultor también se ha convertido en oficinista?
–Muchos papeles y muchas normas. Cada vez más. Pero también me gustaría poner esto en su justa medida. Nosotros no queremos un todo vale. Las cosas han cambiado y hay que estar al día con las cosas.
–¿Cómo califica usted que a un agricultor que produce limones en el Valle del Guadalhorce se le ofrezcan diez céntimos y el consumidor pague dos euros por ese producto en el lineal?
–Eso no tiene nombre.
–¿Quién se queda el margen?
–Hay que tener claro que todo el que trabaja tiene que tener un margen de beneficio. El Gobierno tendrá que decirle a los intermediarios que aquí tenemos que vivir todos.
–En teoría, la ley de la cadena alimentaria se creó para lo que acaba de explicar. ¿Por qué está fallando?
–Porque no se está llevando a cabo y no pasa nada. Nadie se está encargando de que la ley funcione. Si yo tengo que tirar el producto porque nadie me lo compra, me vienen las grandes superficies y me dicen que me lo compran a 'x' precio, pero que tengo que poner en el contrato que me lo compran a un precio por encima del coste de producción. Encima, lo que hacen es humillarme.
–¿Usted prohibiría la entrada de productos de países que no pertenecen a la Unión Europea?
–No la prohibiría. Soy consciente de que estamos en un contexto global y que hay que estar abierto al mundo. Lo que sí hay que hacer es controlar el producto que entra.
–¿Estamos poniendo en riesgo nuestro soberanía alimentaria?
–Tenemos a nuestra soberanía alimentaria a punto de morir, de cargárnosla de manera total. Pongo un ejemplo: España era un grandísimo productor de tomate. En los últimos cuatro años hemos dejado de producir en torno a 6.000 hectáreas de tomate a favor de Marruecos. Como esto siga así, ya mismo ningún tomate que se coma aquí se produce aquí. Imagina que España el día de mañana tiene un problema geopolítico con Marruecos. ¿Queremos que nuestra alimentación esté en manos de otro país?
–En Francia apuntan a la competencia desleal de los productos españoles. Aquí se apunta a la entrada de productos de Marruecos. Al final, ¿el problema no es el libre mercado?
–El problema es la falta de regulación. El libre mercado, en un contexto global, no lo vamos a poder quitar. De todas maneras, lo que han hecho en Francia con los productos españoles es mentir directamente. Decían que había una competencia desleal cuando nosotros tenemos que cumplir los mismos que requisitos que ellos. Lo que pasa es que hay muchas empresas francesas, y españolas también, todo hay que decirlo, que están produciendo en Marruecos, cambiando luego etiquetas y haciendo lo que les da la gana.
–¿Los fondos de inversión están entrenado también en el campo?
–A saco. A nosotros nos llegan correos a diario diciéndonos que están dispuestos a comprar cualquier empresa agrícola o ganadera que esté funcionando. Cuando empiezas a tirar del hilo, ves, por ejemplo, que hay capital chino. Te dicen que no te preocupes, que la mano de obra se va a mantener. Claro que sí… En definitiva, lo quieren comprar todo. Saben que quien controle la alimentación va a controlar el mundo.
–¿Qué tiene que pasar para que se detengan las actuales protestas?
–Nosotros no podemos caer en la tentación de creer en las promesas que pueda hacer el ministro de Agricultura Luis Planas. Este hombre ha demostrado que no cumple. Tiene que haber compromisos y acciones palpables.
–¿Qué le diría a los ciudadanos que en estos días se han visto o se verán afectados por las movilizaciones del sector?
–Entiendo que cualquier ciudadano que está en su vorágine del día a día se pueda molestar por las protestas y las manifestaciones si le afectan. Pero le pediría que se pare un momento a pensar que llega a su casa, abre la nevera y que ahí no esté la fruta. O que no esté la cerveza fresquita. En definitiva, que abra la nevera y no haya alimento ninguno.
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