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ANTONIO MORENO
Málaga.
Domingo, 13 de abril 2025, 02:00
«Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe». Esta frase con la que San Pablo se dirige a la comunidad de Corinto revela la importancia que para la Iglesia tiene, desde sus inicios, la Resurrección de Jesús; un acontecimiento tan central que, sin él, recuerda el de Tarso, caerían como un castillo de naipes dos mil años de cristianismo.
Por este motivo, la Iglesia renueva cada año la invitación a sus fieles a celebrar la Semana Santa en perspectiva pascual, sin quedarse solo en los capítulos de la Pasión y Muerte del Señor, que han encontrado quizá más acogida en las manifestaciones de religiosidad popular. Y es que, como ha recordado el papa Francisco, «Cristo no es un recuerdo del pasado», sino que «está vivo. Jesús vive en la Iglesia, Jesús vive en el mundo, Jesús nos acompaña, Jesús está a nuestro lado».
Así pues, la Iglesia inaugura estos siete días más próximos a la Pascua que conocemos como Semana Santa con la celebración de la procesión de Ramos, que conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén. Se expresa así de forma gráfica, con la peregrinación desde un lugar cercano hasta el templo, lo que los fieles han tratado de vivir a lo largo de la Cuaresma: un camino, en compañía de Jesús, hacia Jerusalén para vivir la Pascua con él. Ese día, siguiendo una antiquísima costumbre, se proclama el Evangelio de la Pasión del Señor.
El Miércoles Santo se celebra en nuestra diócesis la Misa Crismal, una Eucaristía muy especial en la que los sacerdotes realizan la renovación de sus compromisos sacerdotales y en la que el obispo bendice los óleos y consagra el santo crisma que se usarán a lo largo de todo el año en los diversos sacramentos en los que se utilizan estos ungüentos. Se celebrará en la Catedral a las 11.30 horas y pueden asistir los fieles que lo deseen.
El Jueves Santo concluye propiamente la Cuaresma y, con la Misa vespertina de la Cena del Señor, se inicia el Triduo Pascual. Esta celebración, cargada de simbolismo, evoca la Última Cena. Se conmemora la institución de la Eucaristía y del Orden Sacerdotal, y se realiza el rito del lavatorio de pies que actualiza el que llevó a cabo Jesús con sus discípulos. Es una manifestación de la vocación cristiana de servicio y amor fraterno. Eucaristía y caridad están íntimamente unidas; por eso Cáritas renueva en este día su llamamiento a colaborar con las Cáritas parroquiales.
Tras esta Misa, ya no habrá más celebraciones de la Eucaristía hasta la Vigilia Pascual, por lo que el Santísimo Sacramento se reserva para su adoración por los fieles en los popularmente conocidos como «monumentos».
El Viernes Santo se conmemora la Pasión y Muerte de Jesús. El oficio de ese día tiene como centro la adoración de la Cruz y no incluye la celebración de la Eucaristía, aunque se puede comulgar con las formas consagradas el día anterior. Con la Oración Universal de la Iglesia, en la que, entre otras muchas intenciones, se reza por los creyentes de otras religiones y por los no creyentes, se expresa que la Muerte de Cristo fue por la salvación de todo el mundo.
El Sábado Santo por la mañana es un día de espera de la Resurrección en el que los cristianos meditan la Pasión y Muerte de Jesús y en el que la celebración en las parroquias se limita al rezo de la liturgia de las horas. Pero esa misma noche tiene lugar la gran Vigilia Pascual, la fiesta de las fiestas cristianas, en la que se conmemora que Jesús resucitó.
Esta vigilia, que fue restaurada por el papa Pío XII tras siglos de olvido, completó su puesta en valor con la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II. Precisamente uno de los frutos de este concilio fue el Camino Neocatecumenal, iniciación cristiana de adultos que acaba de celebrar 50 años de presencia en la Diócesis con una Eucaristía en la Catedral presidida por el obispo.
Las casi 80 comunidades neocatecumenales que viven su carisma en parroquias de Málaga celebran la Pascua de una forma muy solemne, a lo largo de toda la noche y hasta el amanecer. La liturgia se ve enriquecida con numerosos cantos que llenan de solemnidad las distintas partes en que se divide la liturgia de esa noche, destacando el lucernario, la bendición del cirio, el pregón pascual, la extensa liturgia de la palabra, el bautismo de los niños y la Eucaristía. Quienes terminan este proceso neocatecumenal se revisten de blanco esa noche para renovar su bautismo y profesar la fe ante el Obispo en la Catedral.
Una fiesta, la de la Resurrección del Señor, cuya importancia se revela en el eco que tiene: nada menos que cincuenta días (la cincuentena pascual) en los que la Pascua se vuelve a distinguir como el centro del año litúrgico.
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