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Guillermo Pelegero es de Benalmádena y tiene 44 años. Antes de que estallara la pandemia, se dedicaba a entregar a sus dueños las maletas ... varadas en el aeropuerto de Málaga. Por cada viajero que llegaba y se encontraba con la odiosa ausencia de su equipaje en la cinta transportadora, Guillermo tenía una nueva orden de trabajo. El proceso que se ponía entonces en marcha era siempre el mismo: viajero reclama, aerolínea rastrea la maleta y Guillermo la acaba entregando a su legítimo dueño. «Más de 20 años llevaba trabajando en esto. No te hacías rico, pero si gozaba de cierta estabilidad».
Esa estabilidad, como tantas otras, quedó sepultada por el coronavirus. El aeropuerto de Málaga funciona bajo mínimos. Una de las consecuencias directas de la reducción de vuelos es que se pierden menos maletas. «Llegué a estar con los ingresos a cero», asegura Guillermo. Sin perspectiva de que la situación mejore, se agarró al habitual renovarse o morir. Desde mayo ha cambiado las maletas por el transporte animal. En concreto, perros abandonados en Málaga que han sido adoptados por personas dispuestas a darles una segunda oportunidad. Guillermo se encarga de llevarlos hasta su nuevo destino: Inglaterra, Alemania, Holanda, Dinamarca… Como el nombre de su nueva empresa indica, 'European Pet Transport', Guillermo no se pone fronteras en su nuevo trabajo.
La búsqueda de cómo encontrar un nuevo negocio con más estabilidad se remonta a su pasión por los animales. La madre de Guillermo trabaja en un refugio de perros de la provincia y él conoce de cerca el drama del abandono. Sobre todo razas como el podenco o el galgo, señala, son «carne de cañón». Una vez que entran en un refugio no suele haber salida para ellos. Los finales felices, cuando llegan, suelen hacerlo desde el extranjero. «Alemania, Holanda, Bélgica… suelen ser los países que adoptan perros de los refugios de aquí», señala.
En su nuevo camino, Guillermo tuvo que afrontar, no obstante, una importante inversión. A la compra de una nueva furgoneta de gran tamaño, se le sumó la adaptación de la misma y la burocracia. Siempre la burocracia. «Me compré una Renault Master y empecé a sacarme la certificación para poder transportar animales. La adaptación la hice yo para ahorrarme un dinero, claro», recuerda.
El concepto desarrollado por este benalmadense aguarda un alto grado de flexibilidad. «Tengo diferentes jaulas y me puedo adaptar a lo que me piden. Transportar perros grandes y perros pequeños al mismo tiempo», comenta. La estructura del interior de su furgoneta la confeccionó siguiendo sus propios croquis.
Aunque la incidencia de la pandemia hace fluctuar el ritmo de las adopciones, Guillermo lleva en carretera desde el pasado mes de mayo. «Al principio iba mucho a Portugal. Viajaba a Lisboa porque del aeropuerto de ahí salen los perros que van a Canadá. En Canadá hay muchas adopciones», expresa.
Por lo demás, se conoce bien los viajes a los países del entorno europeo. La pandemia le ofrece ahora mismo una ventaja: las carreteras están más despejadas que nunca. El transporte se realiza de una manera cuidada y esmerada. «Siempre intento que el viaje sea lo menos traumático posible», resalta Guillermo. Eso implica paradas constantes para revisar que a ningún perro le falte ni agua ni comida. «Antes llevaba maletas y ahora llevo a seres vivos», resalta Guillermo que nunca ha conducido con tanta prudencia como ahora.
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