Javier Villanueva regenta Flamingos, una tienda de ropa americana que vende ropa al peso entre 13 y 54 euros el kilo. Salvador Salas

Un secreto bien guardado: de dónde viene la ropa 'vintage' a la venta en Málaga

Las tiendas de segunda mano proliferan en la ciudad y su abundancia y lo repleto de sus estantes sugiere la existencia de un gran mercado paralelo textil global

Domingo, 28 de abril 2024, 00:30

No todas las prendas de vestir que se donan a organizaciones benéficas llegan a las tiendas de ropa 'vintage' o de segunda mano, pero sí es muy probable que faldas, pantalones, vestidos y complementos a la venta en estos establecimientos, cada vez más numerosos en ... Europa, España y también en Málaga, hayan sido donados por quienes un día los lucieron, se cansaron de ponérselos y se desprendieron de ellos por una buena causa.

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Quien así lo explica es Javier Villanueva que, junto a Laura Bueno, regenta dos tiendas 'vintage' en la capital, Flamingos, en Ollerías, y Península, en Mártires. Villanueva abunda en que muchas organizaciones benéficas, sobre todo a nivel internacional, a las que se da la ropa para enviársela a los más desfavorecidos venden esas prendas a terceros, grandes mayoristas que distribuyen a los establecimientos de segunda mano, y es con el dinero que obtienen con la transacción con el que ayudan a las personas empobrecidas. A nivel más local, organizaciones como Cudeca o Madre Coraje sí ponen ellas mismas a la venta la ropa usada que reciben de donaciones en sus propias tiendas solidarias.

Veronika Vallimäe y Harri Tiidus, de Oysters, visten 'vintage'. Salvador Salas

En la misma calle Ollerías, enfrente, en Oysters, lo que explican sus propietarios, Veronika Vallimäe y Harri Tiidus, es que lo que a veces les llega es ropa donada que se ha enviado a países africanos, que allí no se usa porque no es la más apropiada para sus necesidades y luego se retorna a Europa.

Marina Della Mea, propietaria desde hace treinta años de Época Vintage, en la calle Casapalma, sin embargo, reconoce que nunca ha preguntado a sus proveedores de dónde sacan la ropa que luego va a parar a su tienda. Tampoco revela, como sucede con toda su competencia, los nombres de las empresas mayoristas donde compra: mantiene en secreto el origen de su inventario ya que, asegura, es «lo más preciado» que tiene; es lo que permite diferenciar su oferta de la de otras tiendas.

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Las tiendas no revelan ni uno de los nombres de sus proveedores porque creen que es lo más preciado que tienen y lo que garantiza ofrecer ropa única a sus clientes

Sea como sea, parece haberse creado un mercado paralelo enorme de ropa usada en el mundo. Para llegar a esa conclusión, no hay más que caminar por el centro de la ciudad, donde hay un buen puñado de tiendas repletas de prendas masculinas, femeninas y complementos para construir un 'outfit' completo. Y eso que en Málaga califican de incipiente la actividad, en contraste con Barcelona o Madrid. En la capital de España, afirma Tiidus, haciendo referencia a lo que se dijo en un encuentro del sector, hay 40 tiendas de segunda mano y los ritmos de apertura son a razón de una nueva al mes.

Como curiosidad y dato ilustrativo, Tiidus afirma que una sola mayorista del sector –uno de sus proveedores– puede mover hasta 50 toneladas de ropa al mes.

Las tiendas 'vintage' venden ropa y también complementos. Este establecimiento, Época, data de hace treinta años. Marilú Báez

La pareja que forman Veronika y Harri, oriundos de Estonia, compra su ropa en Amsterdam, Nápoles o EE UU y viaja a veces a Holanda a seleccionar la mercancía que luego se pone a la venta, aunque muchas veces también realiza la selección por videoconferencia. Veronika Vallimäe explica que ellos escogen prenda a prenda, de acuerdo con los gustos y tendencias de su clientela. Porque dice que hay locales que compran lotes a ciegas, al peso. También Marina Della Mea elige cuidadosamente la ropa y recuerda que hace treinta años, cuando puso en marcha el negocio, la compraba en Italia, aunque ésta solía proceder de Alemania –la segunda mano circulaba de los países ricos a las «subeconomías» más necesitadas como ella las llama–.

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También restos de stock

Javier Villanueva explica que para su tienda especializada en moda de EE UU, cuando se puso en marcha el negocio, hace diez años, cruzaba con cierta frecuencia el Atlántico, pero ahora ya tiene su red de contactos y de proveedores y no le hace falta desplazarse. Aclara asimismo que si bien el 95% de la ropa que tienen en Flamingos es de procedencia estadounidense, precisa que alrededor de un 10% no es estrictamente de segunda mano, sino que es stock sin vender de grandes marcas, si bien éstas cada vez lo ponen más difícil para que terceros puedan lucrarse con la venta de sus creaciones.

Una prenda 'vintage' tiene al menos dos décadas de antigüedad y calidad y resistencia demostradas, por eso se teme que el negocio no dure mucho más: la ropa ahora es 'fast fashion'

Aunque el grueso de la mercancía con que cuentan las tiendas 'vintage' fue donada en primera instancia, no toda la ropa que se dona acaba en ellas. ¿Por qué? En primer lugar, porque la definición estricta de este tipo de prendas, la condición para que se pongan a la venta en estos establecimientos, es que tienen que tener una antigüedad mínima de veinte años –que Della Mea extiende a las tres décadas–. A ello hay que sumar que quienes regentan los locales desean tejidos de buena calidad, que hayan sobrevivido bien al paso del tiempo y puedan seguir haciéndolo, además de diseños especiales, porque una de las razones por la que sus clientes compran 'vintage' es porque no quieren ir vestidos como el resto de la gente.

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Después de adquirir la ropa a los mayoristas, en este enorme mercado paralelo de ropa de segunda mano, las personas que trabajan en los establecimientos tienen que revisar bien las prendas, para ver si les falta un botón, por si hay que reparar un descosido, y para higiniezarlas –aunque para pasar las fronteras ya han tenido que limpiarse bien– . Es un trabajo que efectúan las propias tiendas y es casi artesanal.

«Amo la tierra, por eso uso 'vintage'», se lee en esta bolsa en la tienda Península. Marilú Báez

Uno de los argumentos del éxito del 'vintage' es la nueva concienciación ecologista: el sector hace gala de que su moda es opuesta a la 'fast fashion' (la barata de casi usar y tirar de las grandes cadenas), porque vende productos que han tenido una primera y larga vida y que tienen pendiente una segunda tras el trabajo de restauración –a veces de rediseño: en Oysters han detectado que los productos que más venden son los 'shorts' vaqueros, que a veces no tienen en stock y entonces los fabrican con tela tejana de otras piezas de segunda mano–. Hay creciente convencimiento de que hay que reutilizar para reducir la producción de ropa, ya que la industria textil es una de las que más contaminan el agua.

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Pero lo que cuentan quienes regentan estos establecimientos también sugiere que la distribución, que el viaje de estas prendas desde los centros de distribución repartidos por el mundo hasta sus tiendas, conlleva también un impacto medioambiental, el ligado al transporte. De ello es consciente Villanueva, que está procurando que Península se surta de productos de proximidad, con cada vez más bienes procedentes de España. Pero para Flamingos dice que es imposible hacer algo semejante: hay demanda de camisas hawaianas, por ejemplo, o de chaquetas de béisbol, que vienen sí o sí de Estados Unidos.

Clientas en Época, una tienda 'vintage' del centro de Málaga. Marilú Báez

¿En peligro de extinción?

Quienes regentan Oysters han percibido que en gran medida los compradores de la moda 'vintage' son sobre todo turistas –de vacaciones se está más predispuesto a gastar y en España es más barata, así que en verano a veces urden provisiones de abrigos y cazadoras–. El público local aún se muestra receloso con la segunda mano, dicen. Por tanto, se puede dar la paradoja de que un británico, un holandés o un americano compre en España algo que viene de su país de origen.

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En lo que todos coinciden es en que las tiendas 'vintage' pueden tener, no los días, pero sí los años contados: a partir de los noventa se generalizó la moda rápida, que en el futuro no se aceptará como 'vintage' por su mala calidad.

En los barrios también hay tiendas de segunda mano que funcionan como una especie de establecimientos de empeño

Aunque puede haber otro nicho de negocio, el que desarrolla Conchi Lorente en su tienda del Paseo de los Tilos: recibe ropa usada de sus clientes, que pone a la venta por un precio que pacta con éstos y que se reparte a razón de un 60% para ella y el 40% para el vendedor. Si llega la nueva temporada –verano o invierno– y la prenda no se ha vendido, el propietario puede recuperarla y, de no hacerlo, se dona a Asaec y Hermandad Blanca. Con ello, dice Lorente, ayuda a la gente a sacar dinero por lo que no usa, a otras personas a comprar ropa barata y a ONG a las que ha donado ropa que ha ido a Ucrania o a mercadillos benéficos.

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