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La imagen muestra a la ronda oeste sin coches sin tráfico alguno, debido al estado de alarma por el coronavirus. Ñito Salas
¿Cómo sale Málaga de ésta?

¿Cómo sale Málaga de ésta?

El Covid-19 corroe a todos los sectores de una economía basada en el turismo y liquida las certezas acumuladas en décadas de duro trabajo

Domingo, 19 de abril 2020, 09:09

Luis Callejón se ha adaptado bien al teletrabajo. El despertador suena a las siete y media de la mañana. Después del desayuno se sienta ante el ordenador, ya son las ocho, y empieza su nueva rutina. Vive de forma permanente en un piso del complejo Castillo del Vigia, una de esas grandes construcciones hoteleras que hay en Torremolinos, certificado de varias décadas de éxito.

Cuando mira por la ventana de su despacho ve el mar y algo de paseo marítimo. El mismo trozo de asfalto que ahora debería estar abarrotado de paseantes ha quedado huérfano. Si hay algo que ha aprendido en las últimas semanas, es que a un gabinete de crisis se puede asistir también desde casa. Todos los días son ahora un gabinete de crisis. «El mercado se ha desplomado hasta un tiempo indefinido. Estamos a cero. Cero», repite. Aún queda algo de incredulidad en su voz.

Callejón es el presidente de la Asociación de Hoteleros de la Costa del Sol (Aehcos), una de las organizaciones más importantes y orgullosas de España, con unos 350 establecimientos asociados. No falta ninguna de las grandes cadenas. Casi 20.000 empleos directos en temporada alta y un volumen de negocio de más de 200.000 millones de euros hablan por sí solos. En 2019, el turismo aportó a la provincia un total de 14.442 millones de euros, según los datos de Turismo Costa del Sol. Si la economía de Málaga tiene algo así como un corazón, aquí es donde late. Cuando este corazón empieza a fibrilar, se colapsa el organismo.

Antes de que el tsunami del coronavirus arrasara con todo, Callejón estaba metido de lleno en la planificación de otro año turístico de récord. Los hoteles estaban a punto de abrir y las plantillas reforzadas para la primera llegada masiva de viajeros por la Semana Santa.

En el horizonte ya se atisbaba otra temporada alta para eclipsar a la anterior. «Estábamos un 2% por encima de nuestras previsiones. Enero fue un mes muy bueno e íbamos a cerrar este año superando los 13 millones de turistas», señala. Este virus ha catapultado no solo al turismo, sino a toda la economía malagueña, a una dimensión desconocida. De un día para otro, se han evaporado las certezas más elementales. Todas acumuladas a lo largo de varias décadas de duro trabajo.

No se atreve a vaticinar cuántos hoteles van a caer, pero Callejón estima que un 25% de los establecimientos de la Costa del Sol no volverá a abrir en 2020. Quizá, nunca más. «Nadie sabe cuándo será el mañana. En 2010, cuando tocamos fondo, nos apoyamos en el turismo nacional. Pero no da para todos. Todavía hay hoteles cerrados de aquella crisis. Los Álamos, Los Califas, Los Pintores. Todos eran hoteles que funcionaban bien y ahora siguen abandonados», puntualiza.

Ante la pregunta si es optimista, reconoce que le cuesta serlo estos días. «¿Eso significa que vamos a tirar la toalla? Nunca», matiza enseguida.

Aunque la situación es inaudita, no es un escenario de posguerra. Las infraestructuras no están en ruinas y el intento de reactivación empezará cuando caigan las restricciones sanitarias: «Ahora hay que ser ágil y olvidarse del corto plazo. El corto plazo es tirar el dinero. Lo básico para que nos recuperemos es la marca Costa del Sol, que la conoce todo Cristo. Tantas cosas van a cambiar ahora, que si no nos damos cuenta que tenemos que ir unidos, nos van a comer», sentencia Callejón.

Una cascada fatídica

Visto los últimos acontecimientos en perspectiva, la economía malagueña se parece mucho a un dominó. Una ficha cae y tira a la siguiente, poniendo en marcha una cascada fatídica que nadie sabe muy bien cómo parar. A mediados de marzo llega el estado de alarma y con él la restricción del espacio aéreo. Schengen se suspende y se cierran las fronteras. Eso se traduce en cancelaciones masivas y en una evaporación instantánea del turismo. Un posterior decreto obliga, días más tarde, al cierre de todos los hoteles. Así cae la primera ficha.

Si los hoteles están cerrados, ya no hay trabajo para sus proveedores. La fruta se acumula en los almacenes de los distribuidores y las panaderías locales pierden a sus mejores clientes. Una ecuación extensible a electricistas, fontaneros o jardineros, por nombrar a algunos gremios que se retroalimentan en la telaraña hotelera. En cuestión de días, se han roto cadenas de suministro y relaciones laborales que se creían imperecederas. Sin ingresos, el empresario local dispone de menos dinero y no gasta. El comercio se paraliza. ¿Cabe refugiarse en las exportaciones? Estamos ante una crisis global que afecta a todos los países. Empieza a tambalear otra ficha.

Sergio Cuberos es el presidente de la Cámara de Comercio de Málaga. Durante la conversación con este periódico, le entran tres llamadas. «A veces, solo quieren compartir sus penas porque ya saben lo que hay. Algunos me piden consejo. Yo soy amigo de casi todos», precisa.

Para Cuberos, aunque el Gobierno quiera, no va a poder apagar todos los fuegos. Ni acertando de lleno en sus políticas. Algo que, según él, no está haciendo. Disparar con el 'bazuka' de dinero público no serviría de nada si a los empresarios no se les rebaja la presión fiscal. Cuberos exige mira telescópica y apunta a la condonación de las aportaciones a la Seguridad Social. O, al menos, a que se faciliten generosos aplazamientos. Pide voluntad para estudiar caso por caso. «Si a las empresas no le ofreces un horizonte en el que vean que van a poder subsistir, tendremos una avalancha de concursos de acreedores», augura.

El presidente de la Cámara de Comercio de Málaga advierte, además, que esta crisis puede traer consigo un cambio sustancial en la estructura empresarial de la provincia. Las grandes empresas o las que tienen a un grupo fuerte detrás podrán sobrevivir mejor que las pequeñas y medianas: «Corremos el riesgo de que el pez grande se coma al pez chico. Más que nunca». En una criba sin piedad, las empresas débiles o que ya estaban tocadas, serían arrancadas del rebaño de la competitividad.

Sin poder adquisitivo en la calle y con las cifras del desempleo disparadas, sufren los hosteleros. Para mantener sus negocios a flote, necesitan que funcione la maquinaria del consumo. En tiempos de crisis, sin embargo, lo primero en lo que se recorta es en la visita al bar. Unos 80.000 empleos dependen de la hostelería en la provincia de Málaga. Javier Frutos, presidente de la patronal Mahos, pasa el día pensando en cómo relanzar el sector.

Ahora le cuesta garantizar un futuro prometedor. Al revés. Cuando piensa que ha dado con la receta para apuntalar a un tabique, ve tambalear al siguiente. Demasiadas dudas que no tienen respuesta. «No sabemos cuándo vamos a poder abrir ni en qué condiciones. Cuando llegue el día, será con aforos muy limitados y con los turistas desaparecidos», señala. La ausencia de extranjeros, precisa Frutos, dejará constancia de un sector sobredimensionado: «Muchos negocios se abrieron en base al turismo. Ese turismo ya no está. Ahora no cuadra la oferta con la demanda».

Cuanto más dure el confinamiento, más difícil será remontar para la hostelería. Pero aunque todo volviera a la normalidad mañana, el virus va a seguir en las cabezas. Será el momento de afrontar otra crisis: la de la confianza. «¿Quién se va a meter ahora en un bar o en una discoteca que esté abarrotada», se pregunta Frutos. Algunos negocios podrían aguantar el tirón si reciben respiración asistida. Tampoco son la mayoría.

El ruego que Frutos le hace al Gobierno apunta al alquiler. Muchos locales pagan un precio acorde a una realidad que se ha distorsionado y eso puede ser su guillotina: «Creemos que lo más efectivo es articular una herramienta que se haga cargo de los alquileres. Estamos pagando unos alquileres muy altos por nuestros locales y sin ingresar nada. Los créditos ICO no son suficientes. Al final, lo único que haces es acumular deuda. ¿Y si esto no remonta?». Frutos cree que los efectos reales del coronavirus sobre la hostelería se notarán en 2021. «Van a cerrar muchos negocios», anticipa. Amenaza con caer la tercera ficha. Con efecto retardado.

Conducir a ciegas

Incertidumbre es la palabra más cotizada y pronunciada en estos momentos. Tampoco los economistas son capaces de predecir la gravedad con la que el virus va a destrozar a la economía, a cuántas empresas va a mandar a la bancarrota y cuántos empleos se habrán perdido cuando se salga de esta crisis. ¿El año que viene con un millón de empleos menos y la pérdida del 6% del PIB? ¿En tres años con dos millones de empleos menos y la pérdida del 9,5% del PIB? Si se le pregunta a tres economistas, salen cuatro teorías.

Eso de que no hay certezas no es del todo cierto. Sí hay unanimidad en que la economía no ha sufrido jamás una frenada en seco de este calibre. Y que la gravedad de las consecuencias aún es imprevisible. De entrada, las empresas que han podido se han refugiado bajo el paraguas de un ERTE. Hasta la semana pasada, solo en Málaga, fueron unas 37.000. Una cifra que parece increíble, pero que puede seguir creciendo. Muchas han bajado la persiana sin saber si a la vuelta habrá una demanda que les alcance para sobrevivir.

La ministra de Empleo, Yolanda Díaz, promete que el Gobierno va a luchar por cada empleo. «Nadie se va a quedar atrás», repite en cada una de sus intervenciones. Pero esta batalla se cobrará sus víctimas.

La historia reciente ni tampoco la menos reciente permiten establecer paralelismos. Esa sensación de que el virus lo abarca todo, como una nube espesa, tiene asustado a medio planeta. No hay un único epicentro, como en 2008, cuando se podía apuntar al cráter que habían dejado los bancos. Si todos los países están cerrados a cal y canto habrá consecuencias para todos. Málaga, por su dependencia del turismo, es más vulnerable que otras provincias. Lo que en la última crisis le sirvió para salir mejor parada que otras, ahora amenaza como un bumerán que retorna de forma descontrolada.

Alberto Montero es profesor de Economía en la Universidad de Málaga. Cuando las realidades se deforman hasta lo inimaginable, es la hora de los teóricos. Tampoco ellos tienen la bola de cristal, pero conocen reglas y fórmulas que pueden arrojar algo de luz. Desde la crisis del coronavirus ya no se utilizan cifras. El futuro económico se describe a través de letras y cada una representa a un escenario diferente: V, U y L.

Las tres hacen referencia a las formas de una curva dentro de un sistema de coordenadas. L sería como una fusión en el núcleo, una caída empicada, seguida de un estancamiento prolongado. También la U representa unas perspectivas poco halagüeñas. Implica que el cambio de tendencia está precedido por un tiempo largo y doloroso en el que apenas se crece y no se crea empleo. La recuperación en V sería el escenario ideal. A la caída libre le sigue un ascenso igual de fulgurante.

¿Cuál es el escenario más factible para Montero? «Yo ya descarto un rebote automático. Creo que vamos más a un escenario en U, en el que la economía necesitará de muchos estímulos para volver a crecer», asegura.

El Fondo Monetario Internacional (FMI), a través de su directora, Kristalina Georgieva, habla de una crisis similar a la Gran Depresión de 1929. Para poner en contexto esta comparación, hay que quitarle el polvo a los libros de Historia. Esta crisis se originó con la caída de la bolsa en Nueva York y se expandió luego a todo el mundo, estirándose como un chicle durante toda la década de los años 30. La producción industrial a nivel mundial cayó casi a la mitad.

Si ahora sucediera algo parecido en los países más punteros de Europa, el turismo en la provincia no remontará el vuelo. Unas cadenas de montaje paralizadas o a medio gas no inundan de clientes a los hoteles de la Costa del Sol. Lufthansa es la aerolínea más grande de Europa, con múltiples conexiones al aeropuerto de Málaga. Hace dos semanas reveló que pierde un millón de euros por hora y que retirará parte de su flota de forma permanente. «No se prevé un rápido retorno de la industria de la aviación de pasajeros al nivel anterior del coronavirus», reza el comunicado emitido. Cae el tráfico aéreo. Otra ficha vital para Málaga.

Como la crisis es global, Montero aboga por una respuesta única. Y como hacen todos, mira de reojo a Europa. «Por primera vez, hay una coincidencia en que es necesaria una inyección de liquidez brutal sobre la economía. Da igual de dónde venga y cómo venga», resalta. El Eurogrupo cerró el jueves pasado un acuerdo de mínimos, pero sin que España ni Italia pudieran arrancar los ansiados eurobonos.

«A la especificad de la economía española también hay que añadirle el peso que tiene la construcción en la economía. Todos los agentes dicen ya que la actividad se va a detraer», señala Montero. Otra ficha que se tambalea.

Hay más existencias que se derrumban. Tecla Lumbreras es gestora cultural y piensa mucho en los grupos que no van a poder actuar porque ha tenido que anular toda la programación prevista en el Contenedor Cultural de la UMA. Artistas que se dedicaban a la música o a las artes escénicas, que viven al día, se han quedado sin ingresos. Otro drama. «La cultura ya lo tenía difícil antes de esta crisis», señala y pide al Gobierno que no se olvide del sector. El circuito de grandes museos en Málaga no tiene la culpa de la crisis sanitaria, pero, sin turistas, faltarán visitantes: «El Ayuntamiento debe trazar un plan para facilitar el acceso de los malagueños a los museos».

El coronavirus también golpea la temporada alta de festivales en la provincia: El Weekdend Beach, Ojeando, Oh See y el Brisa, entre otros muchos, peligran.

Salida del confinamiento

Es un dilema ético tratar de compensar entre el crecimiento económico y la salud de las personas. El mismo dilema que presenta arruinar una economía sana a cambio de materializar todos los ideales de los epidemiólogos. César Ramírez, médico del Hospital Quirón que está en primera línea de batalla, afirma que una vuelta a la normalidad como se conocía antes pasa por tener «un estudio de inmunidad de la población completo». Las personas que ya han pasado el virus y tienen anticuerpos tardíos, o sea que no contagian ya a otros, podrán ir a cualquier sitio. Hasta entonces, Ramírez aboga por una salida muy escalonada, y por el uso obligado de las mascarillas.

La política se mueve entre dos polos. Mantener el confinamiento y, al mismo tiempo, preparar una salida de la población. Como pasa en el campo de la economía, impera la incertidumbre. Unos científicos contradicen a otros, valoran los números de una manera diferente o divergen en la interpretación de curvas y diagramas. El coronavirus confirma que la ciencia también significa que el ser humano carece de conocimiento sobre determinadas cosas.

Por ello, Ramírez se agarra a las pocas certezas de las que se disponen. Si se sabe que el Covid-19 ataca a las personas mayores, el confinamiento a la población de riesgo debería prolongarse. «A las personas a partir de los 65 años habría que mantener el confinamiento hasta el fin del verano, sin ninguna duda», opina. «Como abramos la mano muy rápido, habrá un repunte de contagios impresionante», añade.

El experto vaticina los próximos meses como el paso por un campo magnético, en el que debe haber capacidad para aflojar o activar las restricciones a la población al son de la curva epidemiológica de cada momento. «No vamos a tener un verano como el de otros años», anticipa.

Si se le pide un vaticinio, Ramírez se atreve con el siguiente pronóstico: regreso a los trabajos con máxima precaución y uso de mascarillas en mayo, cierre a cal y canto de estadios de fútbol y salas de conciertos hasta, al menos, julio, y vida normal como la conocíamos en 2021.

«Vamos a recuperar nuestra forma de vivir al completo», dice.

El partido se ha acabado

Derrotas inexplicables. Caos en los despachos. Peligro de descenso a Segunda B tanto por vía administrativa como por vía deportiva. No es la primera vez que los aficionados al Málaga CF temen a lo largo de esta temporada por el futuro del club. Lo que nunca pudieron pensar es que una pandemia iba a acabar con los partidos en La Rosaleda.

El coronavirus ha sumido en un caos absoluto al deporte malagueño. Una situación que afecta tanto a sus clubs de élite, que son el Málaga y el Unicaja, como al resto de equipos que compiten a nivel nacional como pueden ser, por ejemplo, el Rincón Fertilidad Málaga (balonmano). Sin perdonar al deporte de base, que también está paralizado.

La delicada situación financiera del Málaga CF es conocida. Si la temporada no se pudiera acabar por el coronavirus, perdería parte de sus ingresos por la comercialización de los derechos televisivos. Por ahora, el administrador concursal, José María Muñoz, ha descartado la recomendación de la Liga de Fútbol Profesional (LFP) de realizar un ERTE. A las cuentas del club le vendría bien que se jugaran los partidos que quedan. La vuelta de aficionados a La Rosaleda no se espera, en el mejor de los casos, hasta septiembre. La superviviencia del club, sin embargo, pasa por una ampliación de capital. No es una circunstancia inducida por el coronavirus, pero la crisis sanitaria no ayuda a su materialización.

Antes del parón forzado, el Unicaja competía en la ACB y en la Eurocup. Oficialmente, la liga doméstica está suspendida hasta el 24 de abril. Retomar la actividad ese día ya es una utopía y, con el paso del tiempo, se hace más difícil pensar en que la competición sigue adelante. La Lega (Italia) ya ha suspendido la competición esta temporada. La ACB podría seguir el mismo ejemplo. La decisión final saldrá, probablemente, de la asamblea general fijada para el 20 de abril. En la Eurocup se baraja la posibilidad de sentenciar la competición, jugando un Top 8 con los equipos que siguen vivos. Esta semana, el club y los jugadores han llegado a un acuerdo para reducir los salarios de la plantilla hasta que se resuelva la crisis sanitaria.

En cuanto a eventos deportivos que se tendrían que realizar en la provincia, hay tres que están en duda. La final de la Copa del Rey de fútbol femenino (31 de mayo), la Copa del Rey de Balonmano, que ahora apunta a septiembre, y la Media Maratón de Málaga. Ésta se ha pospuesto para el mes de noviembre.

 

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